miércoles, 19 de septiembre de 2012

Asumir la sexualidad


La sexualidad en la adolescencia es otra de las preocupaciones de los adultos y una de las grandes fuentes de dificultades en la vida de relación de los jóvenes.
No obstante, es un error pensar que es precisamente en ese momento de su existencia cuando se crean las cuestiones de la vida sexual de los adolescentes.
La sexualidad tiene una suerte de resolución en esta edad, pero se posee desde el nacimiento y se desarrolla bajo el doble registro del instinto y la evolución del pensamiento personal consciente.
La precocidad en las primeras relaciones sexuales es un grave problema de nuestro tiempo y algo que no se ha podido detener hasta hoy.

Investigaciones científicas dan cuenta que el 52 por ciento de las jóvenes de Austria han perdido la virginidad antes de los 17 años, mientras en los Estados Unidos el 60 por ciento de las jóvenes que trabajan tienen relaciones sexuales antes de los 17 años, mientras que para las que estudian el porcentaje es del 40 por ciento a la misma edad.

Las consecuencias inevitables de una conducta sexual tan liberal son: mayor riesgo de embarazo, número creciente de abortos y de casamientos precoces que, en un altísimo número terminan en separaciones o divorcios, mayores infecciones genitales y facilidad en la transmisión de enfermedades sexuales.

Muchos de estos comportamientos, sobre todo en las clases sociales de mayores recursos económicos, son condicionados por la introducción y empleo de los anticonceptivos.

El temor a la adquisición del sida y otros flagelos no ha actuado como un freno a la conducta de excesiva libertad sexual, estimulada frecuentemente desde el alcohol y las drogas que alteran el comportamiento normal.
 
En todos estos aspectos, el avance de las ciencias ha introducido cambios significativos en las costumbres y en las conductas. De todos modos, el comportamiento básico de los padres ha seguido siendo el mismo a través del tiempo, es decir promover o dar mayor libertad de relaciones sexuales a los varones y, en alguna medida, restringirlas o dar pautas para ello a las mujeres.

En este espinoso tema, la comunicación entre padres e hijos, el entendimiento, las relaciones comprensivas y un medio familiar sin angustias ni tensiones serán el mejor modelo modelador de actitudes y acciones.
 
En distintos países se supieron organizar en algunas épocas no tan lejanas grupos de trabajo en los que participaron padres e hijos. Es importante destacar también el poder moderador de las religiones, hecho destacado por numerosos autores e investigadores.

Otro elemento fundamental en el normal desarrollo del adolescente es la armonía de la pareja paterna, cuya resonancia es más que importante en los jóvenes.
 
Las dificultades afectivas en la adolescencia, cualesquiera que ellas sean, tienen su origen aparente en algún suceso actual o en su repercusión posterior, pero la realidad analítica indica que el verdadero origen se remonta, en la mayoría de los casos, a situaciones conflictivas arrastradas desde la infancia.

Melanie Klein lo expresó magníficamente cuando escribió que: " El mundo interior del niño contiene la verdad enterrada y dividida del adolescente y del adulto".

La franja paterna y materna asume una magistral responsabilidad en la higiene mental de los niños. La ley de oro es el reconocimiento por parte de los padres del cambio introducido por la adolescencia en sus hijos.
 
Poder abordar en familia con los adolescentes los problemas de su vida es un paso capital para el futuro de los jóvenes. Y es también una forma de salud mental.

Sí, una forma de salud mental para comprender lo que el sabio educador Maurice Debesse supo llamar como "crisis de originalidad juvenil", que tantos disgustos provoca en los padres.

A nivel colectivo, otra variable para considerar en este período son los llamados fenómenos de grupo, que han sido estudiados por numerosos autores.
 
Muchos de estos sucesos grupales están referidos a los adolescentes automarginados de la sociedad y la familia y, a la vez, sólidamente ligados a grupos o bandas que funcionan fuera de las normas habituales, caso de las antiguas comunidades hippies, grupos de drogadictos enlazados por la música, agitadores del orden y todo lo derivado de la prostitución organizada.

En los últimos años, los adolescentes se han visto sumamente estimulados a través de mensajes publicitarios cargados de contenidos eróticos y de clara significación sexual, con un mensaje implícito y, a menudo, explícito de que por esa vía era el camino fácil para alcanzar el triunfo, la seguridad y la imposición de su persona en un medio altamente competitivo.
También se promocionó a través de medios masivos de comunicación, orales y escritos, la conducta de adolescentes que rompieron los moldes, especialmente mujeres, que abandonaron sus hogares, se fueron a vivir solas y adquirieron fama y fortuna como modelos publicitarias, muchas de ellas vinculadas en relaciones afectivas no formales con otros famosos, como si ello estuviera implicando una nueva manera de obtener la independencia.
Y la llave para la obtención de esos "lugares de privilegio", en medio de una sociedad que vive una crisis de valores total y absoluta, no es otra que el sexo o una conducta sexual no tradicional que, en especial, produce una ruptura epistemológica con lo que fueron las pautas y normas respetadas por los progenitores.

Con el pretexto del avance de los cambios, en un mundo que vive otra dinámica, los jóvenes han sido peligrosamente inclinados hacia un consumismo sin fronteras ni límites, hacia un egocentrismo adornado de belleza superflua, hacia un sentimentalismo "light", mientras que todo lo anterior fue puesto bajo una mirada cuestionadora y crítica.
 
El sexo perdió para los adolescentes todo lo que, para sus padres, tuvo de tabú o de prohibido. Se tiraron abajo todas las barreras de la represión, se exaltó la belleza física hasta máximos extremos y se entró en la cultura de vivir el momento, sin medir ni interesarse en las consecuencias futuras de tales comportamientos.

Los temas sexuales, para muchos jóvenes de esta época, dejaron hace tiempo de tener ese rasgo conflictivo que hemos venido señalando. Pero esa falsa libertad no los ha conducido, ni mucho menos,  hacia la felicidad.
 
Los padres también se contagiaron del mismo "virus" liberal y consumista que cambió la conciencia tanto de los más jóvenes cuanto de los más adultos.

Y así vivimos los primeros tramos del siglo XXI en medio de una situación bastante caótica, en la que la desorientación reina soberana entre millones de jóvenes en el mundo, inmersos en el fracaso y la frustración, porque pareciera que lo que en la televisión o en las revistas se alcanza con facilidad, en el ruedo de la vida cotidiana se maneja con otro código.

Y los jóvenes todavía no encontraron, en su mayor parte, la clave para develarlo. Porque con sexo libre solamente, cuerpos bellos y ropas modernas, no alcanza para eso en teoría tan simple y sencillo, pero en la práctica tan difícil, que se llama simplemente vivir.

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