La sexualidad en la adolescencia es otra de las preocupaciones de
los adultos y una de las grandes fuentes de dificultades en la vida de relación
de los jóvenes.
No obstante, es un error pensar que es precisamente en ese momento
de su existencia cuando se crean las cuestiones de la vida sexual de los
adolescentes.
La sexualidad tiene una suerte de resolución en esta edad, pero se
posee desde el nacimiento y se desarrolla bajo el doble registro del instinto y
la evolución del pensamiento personal consciente.
La precocidad en las primeras
relaciones sexuales es un grave problema de nuestro tiempo y algo que no se ha podido detener hasta hoy.
Investigaciones científicas dan cuenta
que el 52 por ciento de las jóvenes de Austria han perdido la virginidad antes
de los 17 años, mientras en los Estados Unidos el 60 por ciento de las jóvenes
que trabajan tienen relaciones sexuales antes de los 17 años, mientras que para
las que estudian el porcentaje es del 40 por ciento a la misma edad.
Las consecuencias inevitables de una conducta sexual tan liberal
son: mayor riesgo de embarazo, número creciente de abortos y de casamientos
precoces que, en un altísimo número terminan en separaciones o divorcios,
mayores infecciones genitales y facilidad en la transmisión de enfermedades
sexuales.
Muchos de estos comportamientos, sobre todo en las clases sociales
de mayores recursos económicos, son condicionados por la introducción y empleo
de los anticonceptivos.
El temor a la adquisición del sida y otros flagelos no ha actuado
como un freno a la conducta de excesiva libertad sexual, estimulada
frecuentemente desde el alcohol y las drogas que alteran el comportamiento
normal.
En todos estos aspectos, el avance de las ciencias ha introducido
cambios significativos en las costumbres y en las conductas. De todos modos, el
comportamiento básico de los padres ha seguido siendo el mismo a través del
tiempo, es decir promover o dar mayor libertad de relaciones sexuales a los
varones y, en alguna medida, restringirlas o dar pautas para ello a las
mujeres.
En este espinoso tema, la comunicación entre padres e hijos, el
entendimiento, las relaciones comprensivas y un medio familiar sin angustias ni
tensiones serán el mejor modelo modelador de actitudes y acciones.
En distintos países se supieron organizar en algunas épocas no tan
lejanas grupos de trabajo en los que participaron padres e hijos. Es importante
destacar también el poder moderador de las religiones, hecho destacado por
numerosos autores e investigadores.
Otro elemento fundamental en el normal desarrollo del adolescente
es la armonía de la pareja paterna, cuya resonancia es más que importante en
los jóvenes.
Las dificultades afectivas en la adolescencia, cualesquiera que
ellas sean, tienen su origen aparente en algún suceso actual o en su
repercusión posterior, pero la realidad analítica indica que el verdadero
origen se remonta, en la mayoría de los casos, a situaciones conflictivas
arrastradas desde la infancia.
Melanie Klein lo expresó magníficamente cuando escribió que:
" El mundo interior del niño contiene la verdad enterrada y dividida del
adolescente y del adulto".
La franja paterna y materna asume una magistral responsabilidad en
la higiene mental de los niños. La ley de oro es el reconocimiento por parte de
los padres del cambio introducido por la adolescencia en sus hijos.
Poder abordar en familia con los adolescentes los problemas de su
vida es un paso capital para el futuro de los jóvenes. Y es también una forma
de salud mental.
Sí, una forma de salud mental para comprender lo que el sabio
educador Maurice Debesse supo llamar como "crisis de originalidad
juvenil", que tantos disgustos provoca en los padres.
A nivel colectivo, otra variable para considerar en este período
son los llamados fenómenos de grupo, que han sido estudiados por numerosos
autores.
Muchos de estos sucesos grupales están
referidos a los adolescentes automarginados de la sociedad y la familia y, a la
vez, sólidamente ligados a grupos o bandas que funcionan fuera de las normas
habituales, caso de las antiguas comunidades hippies, grupos de drogadictos
enlazados por la música, agitadores del orden y todo lo derivado de la
prostitución organizada.
En los últimos años, los adolescentes se han visto sumamente
estimulados a través de mensajes publicitarios cargados de contenidos eróticos
y de clara significación sexual, con un mensaje implícito y, a menudo,
explícito de que por esa vía era el camino fácil para alcanzar el triunfo, la
seguridad y la imposición de su persona en un medio altamente competitivo.
También se promocionó a través de medios masivos de comunicación,
orales y escritos, la conducta de adolescentes que rompieron los moldes,
especialmente mujeres, que abandonaron sus hogares, se fueron a vivir solas y
adquirieron fama y fortuna como modelos publicitarias, muchas de ellas
vinculadas en relaciones afectivas no formales con otros famosos, como si ello
estuviera implicando una nueva manera de obtener la independencia.
Y la llave para la obtención de esos "lugares de
privilegio", en medio de una sociedad que vive una crisis de valores total
y absoluta, no es otra que el sexo o una conducta sexual no tradicional que, en
especial, produce una ruptura epistemológica con lo que fueron las pautas y
normas respetadas por los progenitores.
Con el pretexto del avance de los cambios, en un mundo que vive
otra dinámica, los jóvenes han sido peligrosamente inclinados hacia un
consumismo sin fronteras ni límites, hacia un egocentrismo adornado de belleza
superflua, hacia un sentimentalismo "light", mientras que todo lo
anterior fue puesto bajo una mirada cuestionadora y crítica.
El sexo perdió para los adolescentes todo lo que, para sus padres,
tuvo de tabú o de prohibido. Se tiraron abajo todas las barreras de la
represión, se exaltó la belleza física hasta máximos extremos y se entró en la
cultura de vivir el momento, sin medir ni interesarse en las consecuencias
futuras de tales comportamientos.
Los temas sexuales, para muchos jóvenes de esta época, dejaron
hace tiempo de tener ese rasgo conflictivo que hemos venido señalando. Pero esa
falsa libertad no los ha conducido, ni mucho menos, hacia la felicidad.
Los padres también se contagiaron del
mismo "virus" liberal y consumista que cambió la conciencia tanto de
los más jóvenes cuanto de los más adultos.
Y así vivimos los primeros tramos del
siglo XXI en medio de una situación bastante caótica, en la que la
desorientación reina soberana entre millones de jóvenes en el mundo, inmersos
en el fracaso y la frustración, porque pareciera que lo que en la televisión o
en las revistas se alcanza con facilidad, en el ruedo de la vida cotidiana se
maneja con otro código.
Y los jóvenes todavía no encontraron,
en su mayor parte, la clave para develarlo. Porque con sexo libre solamente,
cuerpos bellos y ropas modernas, no alcanza para eso en teoría tan simple y
sencillo, pero en la práctica tan difícil, que se llama simplemente vivir.
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