Es directamente proporcional a la esencia espiritual del ser.
Pero, para darse cuenta de ello, hay que reconocer que toda la Naturaleza, lo visible
y lo invisible, se maneja en base a la misma sustancia fundamental, que jamás
podrá ser material porque todo lo que se materializa es por acción precisa de
esa fuerza que pasa de potencialidad pura a materia pura.
A lo largo del tiempo nos hemos ido acostumbrando a ver como
milagroso todo aquello que sale de lo común, o que no se rige por las leyes de
la racionalidad y la lógica. En consecuencia, desde una visión semejante, los
milagros son hechos sobrenaturales.
Sin embargo, nada más alejado de esa concepción. David Spangler,
en su libro “Pequeños milagros cotidianos” , desmitifica con mucha autoridad el
tema y nos introduce en el muy particular mundo de la manifestación.
Manifestarse es adquirir vida, es nacer, es hacerse visible lo invisible y
evidente lo insospechado.
Deepak Chopra también toma este concepto y lo relaciona con la
potencialidad pura, es decir con la posibilidad infinita de una creatividad sin
límites ni fronteras. Esa potencialidad pura es también conciencia pura,
privilegio para nada exclusivo de los seres humanos ni los habitantes del
planeta Tierra, sino patrimonio del Universo total que, por ser conciencia en
movimiento, arranca desde lo puramente potencial, animándolo a manifestarse y
transformarse en materia.
El origen divino de todas las cosas se encuentra precisamente
escondido dentro de ese proceso, cuyo paso final es la manifestación. El
problema está, como bien lo señala Spangler, en tener la capacidad, natural
pero atrofiada en la mayoría de las personas, de poder ver esa manifestación en
todas las cosas cotidianas que ocurren con la naturalidad más absoluta, como el
abrirse de una flor, el vuelo de los pájaros, el crecimiento de las semillas
bajo la tierra y fenómenos más puramente humanos como la imaginación infantil,
o el genio creativo que parece excepcional.
Cada individuo que nace en este mundo que habitamos
transitoriamente como parte de una travesía que es eterna, viene dotado de
potencialidad pura y de capacidad para dar vida a milagros. Por eso, es cierto
aquello de que “los hombres (y las mujeres) han sido hechos a imagen y
semejanza de Dios”. Lo que ocurre es que muchos lo repiten, pocos lo creen y
casi nadie ha podido realmente descubrir que Dios está dentro de si mismo.
Chopra destila un optimismo a ultranza cuando asegura que, el día
que todos los hombres hayan incorporado en sus mentes esa primera verdad, sus
vidas se transformarán porque todos los milagros les serán posibles.
Jesucristo lo hizo más fácil todavía cuando trató de convencer a
sus discípulos que, con solo tener fe en El, podrían realizar lo que El hacía,
cuando curaba a ciegos, paralíticos, leprosos y dementes, o incluso resucitaba
a algún muerto.
Nadie se atrevió a tanto pero, poco a poco, pensadores cristianos
y no cristianos se van dando cuenta de que ello es posible.
No es ninguna casualidad que, los orientales, cultores de
tradiciones milenarias basadas en la introspección y la meditación, hayan sido
los que comenzaron en los tiempos modernos a movilizar en Occidente este tipo
de creencias, hoy convertidas en teorías. Todas ellas tienen un factor común y
un común denominador: la manifestación.
La manifestación es un acto que convierte en visible una cosa
invisible, que hace volverse concreta una abstracción y real algo potencial.
Esto pasa en nosotros todos los días, conciente o inconscientemente, con las
palabras, los pensamientos o las acciones.
Todas las cosas que van ocurriendo sin esfuerzo aparente, por
coincidencias, son en realidad recursos de la mente o el espíritu que vienen de
más allá del mundo ordinario. Defino el manifestar como el arte de
relacionar la creación y la sincronicidad, sostén recíproco de las energías
creativas interiores de una persona, desde la mente hasta el espíritu. Antes
de que algo se manifieste, es necesario pasar por otras etapas, como la
visualización, la afirmación y el pensamiento positivo, todo lo cual es parte
de un proceso mucho más amplio.
Se ve como un proceso místico, mágico, metafísico y creativo, que
se obtiene por lo que deseamos en cada situación. El manifestar parece trabajar en modo
impredecible, inesperado y un poco milagroso. Puede ir desde el logro más
simple y común hasta algo totalmente sorpresivo y aparentemente casual,
producto de un azar que nunca es tal.
La manifestación, que tiene siempre el sabor de la coincidencia,
nos aporta todo lo que queremos mágicamente. Empieza a partir de la
visualización, es un arte interior habitualmente no cultivado y puede ser usado
en nuestras vidas. Esto requiere de
dos aspectos fundamentales.
Primero, la adquisición del medio para obtener lo que uno desea.
Segundo, la espiritualidad, que exige algunas cosas de nosotros. No se trata de
una técnica concreta o material, tiene que ver con la estructura del ser. Son
profundas las energías creativas que dan vida y forma a todas las cosas. Manifestar
es también encarnar, es decir cómo obtener la realización de nuestros deseos,
es el arte de dar forma y armonía a nuestro mundo, con la parte espiritual que
llega a la energía más primitiva de lo creado, o sea a la esencia misma de los
objetos, a la potencialidad pura.
Debemos analizar nuestros sentimientos y pensamientos más
profundos para llegar finalmente a comprender qué es lo que estamos
manifestando y por qué. Debemos
confrontarnos con las fuerzas del poder extraordinario y pleno de misterio que
hacen germinar las semillas que, en escala cósmica, dan vida a nuevos mundos.
Existen varias técnicas de manifestación que se basan sobre el concepto de
programar el inconsciente. Sin
embargo, el lado creativo de la vida humana no es como una computadora común;
nosotros no podemos programar sus fuerzas, somos colaboradores no esclavos.
Practicar la creatividad no significa otra cosa que agilizar el arte interior
de cada uno. El concepto básico es muy simple: la manifestación resguarda al
ser y no al tener. Si respetamos esta idea, sabremos manifestar de muchas
maneras. Curaciones
espontáneas y golpes de fortuna pueden ocurrir en la vida de cualquiera. A
veces no es fácil distinguir lo mágico de lo ordinario. El resultado de una
manifestación se diferencia en el proceso, porque evoca los poderes más
profundos de la mente. Todo lo que poseemos en esta vida es el resultado de
nuestra mente y de nuestro espíritu.
La imaginación, la creatividad, el coraje, la intuición, son todas
dimensiones inaferrables y misteriosas de la psiquis humana. Sin ellas, el
hombre no habría podido construir todas las cosas que ha hecho a lo largo de la
historia. De todos los milagros y las
maravillas que suceden a diario, la manifestación es la más extraordinaria,
porque es la materialización de los deseos. Tantas veces nos enseñaron de niños
que "querer no es poder" que uno tardó demasiado tiempo en aprender
que "querer
es poder". La manifestación
es un don, no el subsidio de un ente asistencial cósmico, lo que quiere decir
que viene de adentro y no de afuera. La manifestación hace también pensar que,
en el mundo donde vivimos, operan principios que una filosofía puramente
materialista no puede ni podrá jamás explicar. En todas las
personas subyace una necesidad de magia, de sentir alrededor una realidad más
amplia, prodigiosa, potente y llena de amor. Sin embargo, abrirse a la
posibilidad de un mundo más vasto y reivindicar una inocencia que puede ser
entendida como ingenuidad o infantilismo, no tiene mucha cabida en el mundo
material.
No obstante, no sólo existen los milagros, sino que nosotros
mismos somos un milagro y la vida en si es un milagro. Podemos vivir en la
normalidad más variada, pero esta normalidad nace de lo extraordinario porque allí
está su fundamento. Todo esto requiere de un aprendizaje, una forma es aprendiendo el
poder de la plegaria o del rezo. La oración y la fe son fundamentales en la
vida de toda persona y de cualquier familia.
El poder de los pensamientos positivos, estudiado por muchos
autores famosos, explica como la imaginación puede influir en nuestra vida.
Pero, con el pensamiento solo no alcanza, el pensamiento debe ser acompañado
del sentimiento. La espiritualidad tiene mucho que ver con los fenómenos
físicos, porque dentro de cada uno de nosotros hay una presencia que conoce
todas las necesidades . Visualizar significa crear
una imagen mental lo más completa posible de lo que se quiere manifestar. Hay
que verla y experimentarla claramente con los
ojos de la mente y del corazón.
Cuando esa representación mental es bien clara, se debe hacer en
la conciencia una manifestación de sostén. El pensamiento positivo, en
presente, es un acoplamiento complementario que aleja incertidumbres y dudas. Estas técnicas son simples, directas
y fáciles de aprender y aplicar. Ayudan a desenvolver la imaginación y a
desarrollar un acompañamiento positivo en la vida. La afirmación es un modo de
ir alertando al inconsciente.
La duda no es necesariamente una emoción debilitante, pero actúa
como un mensaje negativo ( objetivación de la representación contrastante).
Si
bien no podemos ignorar la influencia de las dudas y los miedos, debemos
concentrarnos en el lado luminoso y positivo de la vida. Las dudas y los miedos
no deben ser removidos sino confrontados, como en la vida cotidiana se
confrontan la claridad y la oscuridad.
La mente es algo que puede resultar muy parecido a un computador
biológico pero que, ya lo dije, no se programa como un computador mecánico,
sobre todo por aquello de los sentimientos que juegan un papel muy importante
en la creatividad. En todo esto hay
verdades inmutables, como que hay que contactar sobre todos los sentidos y también sobre el
afecto concomitante; hay que saber mirar con los ojos del pensamiento y los
sentimientos, del cerebro y del corazón. En todo acto de fe debe existir
seguridad y entrega en la creencia, en un universo que se ama. Las necesidades
serán satisfechas en forma milagrosa toda vez que se logre la unión con los
niveles más profundos de la armonía energética. Hay que dejar siempre un
espacio para la espontaneidad, para el juego mágico de los intercambios
recíprocos, cuando se quiere bien y sin intenciones secundarias.
El manifestar es también un acto de fidelidad, como el del
pescador que tira las redes y van apareciendo los pescados. Es un acto de amor
y participación con todas las fuerzas de la Creación. Y no son
pocas.
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