La conciencia de
unidad, conciente e inconciente, sin barreras, tal como la ha propuesto y
descrito Ken Wilber en su libro “La conciencia sin fronteras”, base de estas
reflexiones, es una conciencia intemporal, o sea que está totalmente presente
en el ahora. Es una conciencia que abarca distintos niveles, con los cuales
podemos entrar en contacto a través de diferentes prácticas, técnicas y
disciplinas.
Nuestra
conciencia común es una conciencia parcial, por niveles, pero a la que podemos
transformar en una conciencia global. La conciencia de unidad no es un estado
parcial ni diferente, sino que refleja todos los estados de conciencia, por lo
que no tiene límites ni demarcaciones.
La búsqueda de
la conciencia de unidad es una verdadera paradoja y quienes mejor lo han
entendido son los orientales. Así como el mar presenta muchas olas y cuando
estamos en el mar vamos saltando de ola en ola, nuestra conciencia es igual,
contiene la esencia de todas las olas, aunque nosotros vivamos detenidos en una
sola ola, creyendo que eso es el mar.
El místico
meister Ekhart expresó: “No hay medios, ni técnicas ni senderos para alcanzar
lo fundamental, lo cual se debe tan solo a su naturaleza omnipresente, es decir
su estar presente siempre y en todas partes”. Jiddu Krishnamurti consideraba
que: “Lo real está próximo, no tienen que buscarlo, porque el hombre que busca
la verdad, jamás la encontrará”. Pero quien mejor explicó la paradoja fue el
maestro zen Ma Tsu, cuando dijo: “En el Tao no hay nada en lo que haya que
disciplinarse. Si hay en él alguna disciplina, cumplirla significa la
destrucción del Tao. Pero, si en el Tao no hay disciplina alguna, uno sigue
siendo un ignorante”.
Las disciplinas,
como las técnicas psicoterapéuticas, son condiciones esenciales, especiales y
apropiadas, aunque no absolutamente necesarias para alcanzar la conciencia de
unidad. De cualquier manera, en los seres humanos encontramos una resistencia
fundamental y primordial: la resistencia a la conciencia de unidad.
Esa resistencia
es la que origina que algunos aspectos del propio ser se vean como si fueran
objetos externos (Carl Gustav Jung los llamaba “la sombra negada”). La
importancia de las prácticas espirituales y de las técnicas psicoterapéuticas
radica en que, a partir y a través de ellas, podemos empezar a comprender esa
resistencia interna a la conciencia de unidad.
Poder ver,
apreciar o percibir, nuestra resistencia a la conciencia de unidad, es lo que
nos permitirá ser capaces, por primera vez, de enfrentarnos con ella y
finalmente desprendernos de ella. La resistencia inconciente a vernos tal cual
somos es el obstáculo secreto y principal hacia nuestra propia liberación.
Estas
condiciones especiales, generadas por las prácticas espirituales y las técnicas
psicoterapéuticas, nos irán revelando paso a paso nuestra resistencia a la
conciencia de unidad. En todos y cada uno de los niveles de la mente humana,
las prácticas espirituales y las técnicas psicoterapéuticas van imponiendo condiciones
especiales al individuo.
Cada tipo de
condición especial frustra a un tipo de resistencia. El trabajo consiste en
hacer aflorar a la superficie de la conciencia contenidos no queridos, o
inaceptables, que forman parte de nuestra “sombra negada”. El terapeuta, o el
maestro espiritual, reconocen esos bloqueos o resistencias del individuo y
pueden señalarlos, con lo que se inicia un verdadero camino de aprendizaje
sobre uno mismo.
Las resistencias
propiamente dichas afloran muy fácilmente, en cambio los contenidos de las
mismas constituyen el material que hay que ir sacando lentamente y, casi
siempre, con dolor interno. En el momento en que la persona puede mantener
libremente esa “condición especial”, que genera su práctica espiritual o su
psicoterapia, la emergencia de los contenidos ocultos a la conciencia vigil se
facilita en grado sumo, al frustrarse la resistencia inconciente.
Si las
resistencias no se frustraran, uno ni siquiera sospecharía su existencia. Así,
las condiciones especiales creadas por las técnicas psicoterapéuticas o las
prácticas espirituales, ponen de manifiesto las resistencias y, en los casos
exitosos, las frustran. En los casos no exitosos, el paciente se hace fuerte en
la resistencia, se niega a verla o aceptarla y abandona la terapia o la
disciplina.
Toda persona que
tiene la intención de alcanzar una conciencia de unidad, requisito fundamental
para su bienestar psíquico y su auto comprensión, debe enfrentarse a esa
resistencia primaria a la conciencia de unidad, en vez de intentar acercarse
por otra vía a la conciencia de unidad en si misma. Porque mientras uno no vea
de que manera de resiste a la conciencia de unidad, todos sus otros esfuerzos
por alcanzarla serán en vano.
Esto lo vemos en
personas que pasan largos años en terapias interminables, o en disciplinas como
el yoga y la meditación, entre otras, sin hacer ningún tipo de avance,
precisamente porque tratan de alcanzar aquello a lo que inconcientemente se
resisten y tratan de impedir.
Nos resistimos
secretamente a la conciencia de unidad fabricando de manera encubierta los
síntomas de la no-iluminación, de la misma manera que producimos “en secreto”
todos los demás síntomas de los diferentes niveles del espectro de la
conciencia. Aquello que deseamos fervientemente en la superficie lo evitamos
con rotundo éxito desde la profundidad.
El hecho de
entender este proceso, nos abre la primera puerta hacia la conciencia de
unidad, porque al uno “ver su resistencia” se puede ir empezando a liberarse de
ella. Todas las resistencias que opacan el campo de nuestra conciencia están
presentes y actúan sin darnos cuenta en nuestra vida cotidiana presente. Y hay
resistencias que las arrastramos desde nuestro pasado más remoto.
En otras
palabras, nuestras resistencias internas, se traducen en nosotros en una falta
de disposición global a mirar y ver las cosas que nos suceden tal cual son,
porque en nuestro presente siempre hay algo que no queremos mirar ni ver.
Tenemos pues, una mala disposición original a mirar y ver todo en su conjunto,
tal como es exactamente.
El neurótico
trata, a través de sus síntomas o estructuras neuróticas internas, de huir del
presente o sustituirlo por sus manifestaciones psicopatológicas, creando una
suerte de presente fugitivo, en su escapismo del ahora. De esta forma, se crea
un antes y un después, un punto de partida en el pasado, desde el cual nos
movemos y un punto de destino incierto en el futuro, hacia el cual nos movemos.
Entonces, el
presente se achica y se reduce a una huída silenciosa. Cuando se progresa en
una psicoterapia, se empieza a ver esa resistencia primaria y la misma se va
relajando, va perdiendo efectividad. El trabajo terapéutico permite penetrar
poco a poco en las capas más profundas de la conciencia. El paciente empieza a
sentirse relativamente más feliz, más seguro en su práctica psicoterapéutica o
espiritual, sintiendo que ya hay algunas esperanzas de liberación de sus
ataduras neuróticas.
Cuando empieza a
ver sus resistencias inconcientes, comienza a entender a su enemigo interno y
tiene las primeras intuiciones de que el mismo puede ser derrotado. El momento
es el presente, es el ahora, como cuando las olas del océano rompen bravamente
contra las costas, limpiando las piedras y las playas.
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