martes, 18 de septiembre de 2012

Ken Wilber: Bases para una conciencia sin fronteras


La conciencia de unidad, conciente e inconciente, sin barreras, tal como la ha propuesto y descrito Ken Wilber en su libro “La conciencia sin fronteras”, base de estas reflexiones, es una conciencia intemporal, o sea que está totalmente presente en el ahora. Es una conciencia que abarca distintos niveles, con los cuales podemos entrar en contacto a través de diferentes prácticas, técnicas y disciplinas.

Nuestra conciencia común es una conciencia parcial, por niveles, pero a la que podemos transformar en una conciencia global. La conciencia de unidad no es un estado parcial ni diferente, sino que refleja todos los estados de conciencia, por lo que no tiene límites ni demarcaciones.

La búsqueda de la conciencia de unidad es una verdadera paradoja y quienes mejor lo han entendido son los orientales. Así como el mar presenta muchas olas y cuando estamos en el mar vamos saltando de ola en ola, nuestra conciencia es igual, contiene la esencia de todas las olas, aunque nosotros vivamos detenidos en una sola ola, creyendo que eso es el mar.

El místico meister Ekhart expresó: “No hay medios, ni técnicas ni senderos para alcanzar lo fundamental, lo cual se debe tan solo a su naturaleza omnipresente, es decir su estar presente siempre y en todas partes”. Jiddu Krishnamurti consideraba que: “Lo real está próximo, no tienen que buscarlo, porque el hombre que busca la verdad, jamás la encontrará”. Pero quien mejor explicó la paradoja fue el maestro zen Ma Tsu, cuando dijo: “En el Tao no hay nada en lo que haya que disciplinarse. Si hay en él alguna disciplina, cumplirla significa la destrucción del Tao. Pero, si en el Tao no hay disciplina alguna, uno sigue siendo un ignorante”.

Las disciplinas, como las técnicas psicoterapéuticas, son condiciones esenciales, especiales y apropiadas, aunque no absolutamente necesarias para alcanzar la conciencia de unidad. De cualquier manera, en los seres humanos encontramos una resistencia fundamental y primordial: la resistencia a la conciencia de unidad.

Esa resistencia es la que origina que algunos aspectos del propio ser se vean como si fueran objetos externos (Carl Gustav Jung los llamaba “la sombra negada”). La importancia de las prácticas espirituales y de las técnicas psicoterapéuticas radica en que, a partir y a través de ellas, podemos empezar a comprender esa resistencia interna a la conciencia de unidad.

Poder ver, apreciar o percibir, nuestra resistencia a la conciencia de unidad, es lo que nos permitirá ser capaces, por primera vez, de enfrentarnos con ella y finalmente desprendernos de ella. La resistencia inconciente a vernos tal cual somos es el obstáculo secreto y principal hacia nuestra propia liberación.

Estas condiciones especiales, generadas por las prácticas espirituales y las técnicas psicoterapéuticas, nos irán revelando paso a paso nuestra resistencia a la conciencia de unidad. En todos y cada uno de los niveles de la mente humana, las prácticas espirituales y las técnicas psicoterapéuticas van imponiendo condiciones especiales al individuo.

Cada tipo de condición especial frustra a un tipo de resistencia. El trabajo consiste en hacer aflorar a la superficie de la conciencia contenidos no queridos, o inaceptables, que forman parte de nuestra “sombra negada”. El terapeuta, o el maestro espiritual, reconocen esos bloqueos o resistencias del individuo y pueden señalarlos, con lo que se inicia un verdadero camino de aprendizaje sobre uno mismo.

Las resistencias propiamente dichas afloran muy fácilmente, en cambio los contenidos de las mismas constituyen el material que hay que ir sacando lentamente y, casi siempre, con dolor interno. En el momento en que la persona puede mantener libremente esa “condición especial”, que genera su práctica espiritual o su psicoterapia, la emergencia de los contenidos ocultos a la conciencia vigil se facilita en grado sumo, al frustrarse la resistencia inconciente.

Si las resistencias no se frustraran, uno ni siquiera sospecharía su existencia. Así, las condiciones especiales creadas por las técnicas psicoterapéuticas o las prácticas espirituales, ponen de manifiesto las resistencias y, en los casos exitosos, las frustran. En los casos no exitosos, el paciente se hace fuerte en la resistencia, se niega a verla o aceptarla y abandona la terapia o la disciplina.

Toda persona que tiene la intención de alcanzar una conciencia de unidad, requisito fundamental para su bienestar psíquico y su auto comprensión, debe enfrentarse a esa resistencia primaria a la conciencia de unidad, en vez de intentar acercarse por otra vía a la conciencia de unidad en si misma. Porque mientras uno no vea de que manera de resiste a la conciencia de unidad, todos sus otros esfuerzos por alcanzarla serán en vano.
Esto lo vemos en personas que pasan largos años en terapias interminables, o en disciplinas como el yoga y la meditación, entre otras, sin hacer ningún tipo de avance, precisamente porque tratan de alcanzar aquello a lo que inconcientemente se resisten y tratan de impedir.

Nos resistimos secretamente a la conciencia de unidad fabricando de manera encubierta los síntomas de la no-iluminación, de la misma manera que producimos “en secreto” todos los demás síntomas de los diferentes niveles del espectro de la conciencia. Aquello que deseamos fervientemente en la superficie lo evitamos con rotundo éxito desde la profundidad.

El hecho de entender este proceso, nos abre la primera puerta hacia la conciencia de unidad, porque al uno “ver su resistencia” se puede ir empezando a liberarse de ella. Todas las resistencias que opacan el campo de nuestra conciencia están presentes y actúan sin darnos cuenta en nuestra vida cotidiana presente. Y hay resistencias que las arrastramos desde nuestro pasado más remoto.

En otras palabras, nuestras resistencias internas, se traducen en nosotros en una falta de disposición global a mirar y ver las cosas que nos suceden tal cual son, porque en nuestro presente siempre hay algo que no queremos mirar ni ver. Tenemos pues, una mala disposición original a mirar y ver todo en su conjunto, tal como es exactamente.
El neurótico trata, a través de sus síntomas o estructuras neuróticas internas, de huir del presente o sustituirlo por sus manifestaciones psicopatológicas, creando una suerte de presente fugitivo, en su escapismo del ahora. De esta forma, se crea un antes y un después, un punto de partida en el pasado, desde el cual nos movemos y un punto de destino incierto en el futuro, hacia el cual nos movemos.

Entonces, el presente se achica y se reduce a una huída silenciosa. Cuando se progresa en una psicoterapia, se empieza a ver esa resistencia primaria y la misma se va relajando, va perdiendo efectividad. El trabajo terapéutico permite penetrar poco a poco en las capas más profundas de la conciencia. El paciente empieza a sentirse relativamente más feliz, más seguro en su práctica psicoterapéutica o espiritual, sintiendo que ya hay algunas esperanzas de liberación de sus ataduras neuróticas.
Cuando empieza a ver sus resistencias inconcientes, comienza a entender a su enemigo interno y tiene las primeras intuiciones de que el mismo puede ser derrotado. El momento es el presente, es el ahora, como cuando las olas del océano rompen bravamente contra las costas, limpiando las piedras y las playas.

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