martes, 18 de septiembre de 2012

Ser "UNO" con el Cosmos.Psicologìa Transpersonal


William James, uno de los maestros más importantes de la escuela norteamericana de psicología, solía decir: Nuestra conciencia normal de vigilia no es más que un tipo especial de conciencia.

Alrededor de ella se extienden formas de conciencia totalmente diferentes. Nuestra percepción habitual de la realidad no es más que una isla insignificante, rodeada por un vasto océano de conciencia insospechada y sin descubrir.

En ocasiones especiales, espontánea o provocadamente, ese océano inunda la pequeña isla de la conciencia vigil, con el conocimiento de un nuevo mundo tan vasto como inexplorado, pero tan intenso como real.

El aspecto más fascinante de la iluminación interior es que el individuo llega a sentir que él es UNO con el universo, con todos los mundos, superiores o inferiores, sagrados o profanos. Mundos y sistemas, todo se combina en una armoniosa totalidad.

Cuando ese sentimiento de “identidad universal” se expande mucho más allá de los estrechos confines de la mente y el cuerpo humano, ingresamos en el campo de la “conciencia cósmica”, o identidad suprema con el Todo.

Abundan este tipo de experiencias en el núcleo central de todas las religiones importantes y en las creencias de muchos pueblos primitivos, en especial las civilizaciones chamánicas.

La incógnita de quienes somos ha atormentado a la Humanidad desde el amanecer de la civilización y sigue siendo uno de los interrogantes humanos más perturbadores.

Las múltiples respuestas que se han propuesto para el enigma del ser van de lo sagrado a lo profano, de lo complejo a lo simple, de lo científico a lo mágico. Pero, en vez de examinar una multitud de respuestas posibles, preguntémonos internamente: ¿Quién soy? ¿En qué consiste mi verdadero ser?

Uno es un ser humano, una persona única, un organismo viviente dotado de potencialidades múltiples, como lo destaca Depak Chopra en su Ley de la Potencialidad Pura.

Somos más, mucho más, de lo que puede llegar a decir un “yo soy”. En realidad, somos lo que somos y somos también lo que no somos. En lo que nosotros reconocemos como que “no somos”, está todo lo negado por nosotros mismos. O sea que, vivimos creando separaciones o porciones diferentes dentro de lo que debería ser nuestra unidad.

Para aceptar una visión diferente, mucho más integradora, es necesario y fundamental abolir la primera frontera que nos fracciona, la que separa mente y cuerpo, debiendo sustituirla por una aceptación clara y precisa de la unidad biológica, psicológica y social. Porque nos identificamos con nosotros mismos a partir de una imagen puramente mental y podemos llegar a escindirnos totalmente de nuestro cuerpo y de nuestro medio ambiente.

Al no identificarnos concretamente con la totalidad de nuestro organismo, mente y cuerpo, sentimos que somos un yo o un ego y como que estamos adheridos o “cabalgando” sobre un cuerpo que nos pertenece.

Una escisión que frecuentemente hacemos a nivel mental es la que se refiere a los fenómenos personales, o la conciencia del yo, separados de los fenómenos transpersonales, o aquellos que van más allá del individuo.

La psicología transpersonal, a la cual han hecho tan importantes aportes Roberto Assagioli en la primera mitad del Siglo XX y Ken Wilber en la segunda, estudia fenómenos como las percepciones extrasensoriales.

Entre ellos encontramos la telepatía, la clarividencia, la precognición, la retrocognición, las experiencias extra corporales y las llamadas experiencias cumbre , a las que se refirió Abraham Maslow.

Todos estos fenómenos trascienden las fronteras del organismo humano corporalizado. Se han acumulado pruebas abrumadoras sobre la existencia de estos fenómenos transpersonales.

Cuando una persona está conflicto consigo misma es porque los distintos niveles de su yo están en desarmonía. Cuando el Yo se divide o se escinde, como en las psicosis, cada nivel de la conciencia ve diferentes procesos como extraños a él.

Una gran cantidad de escuelas espirituales y técnicas psicoterapéuticas se ocupan por su parte de diversos aspectos de la conciencia. Lo que todas tienen en común es que intentan producir cambios en la conciencia de una persona.

El individuo sinceramente interesado en aumentar y enriquecer el conocimiento de si mismo, encuentra una enorme variedad de técnicas psicológicas y prácticas espirituales, incluso algunas que se contradicen entre si.

Las disciplinas relacionadas con el budismo zen impulsan a olvidarse del ego; el psicoanálisis, en cambio, ayuda a reforzar, fortalecer y consolidar el ego.

Lo que pasa es que se apunta a distintos niveles de la conciencia de una persona. Es mejor convertir a estas prácticas espirituales y técnicas psicológicas en enfoques complementarios sobre diferentes niveles del individuo.

Así, la mayoría de las técnicas psicoterapéuticas procuran reunificar la persona, lo conciente con lo inconciente y la mente con el cuerpo.

En cambio, las disciplinas orientales e hindúes se encaminan hacia la identidad con el universo entero, o unidad suprema.

Entre los niveles de conciencia de organismo total y conciencia de unidad suprema, se encuentran todas las bandas transpersonales, supraindividuales o colectivas.

A medida que el ser humano (profano o terapeuta) se vaya familiarizando con el amplio espectro de la conciencia en sus diversos niveles, más capacitado estará para orientarse en el viaje que lleva a la comprensión y el desarrollo de uno mismo.

El desarrollo del ser debe entenderse como un ensanchamiento, como una expansión de los propios horizontes, como una ampliación de los límites personales, sea en perspectiva externa o en profundidad interna.

El crecimiento es, en primera instancia, un reconocimiento y después un enriquecimiento hacia los niveles más profundos y vastos de lo que uno es.


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