miércoles, 19 de septiembre de 2012

Literatura consumista: La magia tenebrosa de Harry Potter


El mundo de los adolescentes ha sido un tema que siempre ha estado, desde distintos ángulos, expresado en la literatura popular. Es más, algunos de esos escritos, de gran valor, se han detenido en franjas muy particulares de los adolescentes, describiendo historias relacionadas que han quedado como documentos de gran valor, caso por ejemplo de “La naranja mecánica”, de Anthony Burguess, ese testimonio fantástico de los “malchicos” ingleses de la década del ’60, o el mismo relato minimalista de Brett Easton Ellis, “Menos de cero”, que refleja aspectos muy repugnantes de los jóvenes de la clase social más alta de la Costa Oeste norteamericana.

Sin embargo, en lo que se refiere a consumo literario por parte de los “teen agers” de todo el mundo, nada ha obtenido un éxito comercial tan grande como la serie de libros editados por la señora Joanne Rowling. La historia a la que me refiero surgió de la imaginación y el conocimiento de una ignota escritora que, de repente, saltó a la fama y la popularidad. Todo ello gracias a un personaje mítico que ya “vive” en nuestra sociedad y seguramente perdurará en el tiempo, el jovencito Harry Potter.

Pero: ¿Alguien se puso a mirar, aunque sea un poquito por debajo de la superficie, el ambiente que rodea a este héroe moderno? Seguro que no…
.El suceso en ventas y en repercusión popular, sin distinciones de razas ni de países, ha sido tan grande que ni el cine pudo escapar a la tentación de hacer propia también esta historia escrita, habiéndose traducido al mundo de la pantalla con un despliegue increíble de tecnología y sin ahorrar gastos de ninguna índole.

Habiendo leído detenidamente cada uno de los numerosos episodios de la vida de Harry Potter y tratando de analizar los múltiples contenidos de las historias imaginarias relatadas por Rowling, no puedo menos que preguntarme el por qué de un éxito tan rutilante, sobre todo en una franja de lectores que podríamos llamar infanto-juvenil.

Creo sinceramente que, para encontrarle algún sentido a semejante fascinación, traducida en millones y millones de libros vendidos, más los millones de personas que han visto las películas, hay que aceptar que en el inconsciente colectivo de mucha, de muchísima gente joven, la principal consumidora de esta obra, hay un fondo morboso o siniestro (polimorfo perverso, diría Freud) que le provoca deleite y que la autora ha sabido aprovechar muy bien.

La historia de este héroe de novela nace en lo más siniestro de lo siniestro, ya que es un niño huérfano, hijo de padre y madre magos, miembros del mundo de una magia oscura, negra, cargada de maldades y desprovista de bondades.
Una magia en la que, por intrincadas y tenebrosas luchas de poder, el mejor amigo de los padres del niño es el asesino de la pareja y también quiere serlo, a cualquier precio, del vástago de esa familia. Un enemigo tan terrible al que ni siquiera se puede nombrar, pero se lo respeta y se le teme profundamente por ser el “Príncipe de las Tinieblas” y llevar un nombre precedido por el título nobiliario de Lord.

Con ese arranque, Rowling nos va introduciendo en un mundillo perverso y dañino. Harry es recogido por unos tíos que lo odian y maltratan en extremo. Es un niño totalmente carenciado de afectos hasta que, del colegio de magia donde fueron sus padres, se acuerdan que ya debe andar por los seis años y hay que introducirlo en esa escuela.

Y ahí comienza la trama verdadera de una historia sucia, en la que Harry irá descubriendo paso a paso que, el motor más importante de ese mundo fascinante de los magos, es la envidia y el ansia de poder para dominar.
En esa perspectiva, Potter va tomando conocimiento de su historia familiar y personal y de la existencia de un rey de los malvados, innombrable por miedo, que ansía su muerte y que no descansará nunca hasta conseguirla.

La trama entrelazada de los distintos volúmenes de libros publicados va mostrando dos cosas: el crecimiento biológico y cronológico del protagonista y sus avances en el aprendizaje de conjuros, palabras y pases mágicos, cuyo único sentido pasa por poder neutralizar la fuerza y las habilidades de su enemigo mayor y de sus enemigos menores aliados con él.

En ese ambiente de brujos y hechiceros hay dos cosas que son una y otra vez remarcadas por su presencia. En primer término, la falta de higiene o la suciedad. Piezas o habitaciones desacomodadas son lo más suave, cocinas repletas de cucarachas y ratones lo más normal, bares inmundos llenos de ratas y saturados de olores nauseabundos lo habitual.

En segundo lugar, la elegancia o la prolijidad en el vestir pareciera ser satirizada. Cada uno de los personajes que habitan en las páginas de los libros de Rowling son tan estrafalarios que no pueden serlo más, cubriendo sus grotescos cuerpos con trapos rotos y roñosos, o con las más absurdas combinaciones de colores. Pareciera que el mundo mágico que quiere pintar la autora es una caricatura por defecto del mundo real.

Si las instituciones como los hospitales o las cárceles son en muchos casos un caos en la vida cotidiana del mundo normal, en el paralelo mágico de Joanne Rowling no pueden ser peor.  La descripción de la “prisión de Azkabán” y sus guardias, los “dementores” puede llegar a causar un efecto nauseabundo. Es increíble como los lectores, en su mayoría chicos y adolescentes, se sumergen en la trama sin reparar en detalles y solo movilizados por el suspenso de cómo se resolverá la próxima escena.

Hay que reconocer, eso sí, una chispa genial en algunos detalles que también son propiedad intelectual de la autora. Ese deporte del “quiddich” es una muestra acabada no solo de ingenio sino de inteligencia.
Realmente una maravilla poder imaginar y desarrollar en la escena un juego así. También ponerle vida activa a un simple vegetal, como el “sauce boxeador”, es un detalle de distinción.

De la catadura moral de los magos, muy poco es lo que los chicos pueden aprender. El padre de Harry no era ningún dechado de virtudes, vanidoso como el que más, haciendo notar siempre su superioridad, descubriendo permanentemente recursos mágicos para molestar al prójimo.
Llega un momento en la vida de Harry Potter que, enterado de las cosas que hacía su padre, el niño realmente siente sentimientos muy conflictivos hacia ese ser ideal que él imaginaba como un hombre bueno y solidario, frente a la imagen real de un fanfarrón que siempre buscaba burlarse de los más débiles.

Con ese argumento se fundamenta el profundo rencor y odio hacia el niño mago por parte de uno de los profesores de su colegio, que había sido una víctima permanente de los abusos de su padre, cuando ambos eran estudiantes.

Rowling destaca mucho también, en ese mundo mágico para nada envidiable ni mejor que el real, los sentimientos de inferioridad de los socialmente más sumergidos. Una familia modesta, de ocho hijos, obligados a compartir sus escasas posesiones, son en esta historia el objeto más frecuente de burlas y desprecio, por su ropa remendada, sus libros de segunda mano, los sweaters y las bufandas tejidos por la madre con lanas de distintos colores.

Y el día que el mayor de los hijos se apropia de una pizca de poder, a través de un cargo público en el “Ministerio de la Magia”, lo primero que hace es renegar de su familia y sepultarla en vida, como si el solo hecho de llevar ese apellido fuera un estigma indestructible, ligado a la pobreza y la honradez. Además, insta a sus hermanos menores a hacer lo mismo.

El periodismo mágico, que siempre está presente en esta historia, es lo peor de lo peor: mentiroso, intrigante, vendido, apelando a cualquier medio para inventar una noticia y hacerla circular.

Realmente, Joanne Rowling ha tenido la rara habilidad de crear un mundo mágico, pero a la vez oscuro, sucio, siniestro, con gente que no se higieniza, cargada de odios y envidias, donde los asesinatos son una constante y las traiciones y mentiras están a la orden del día.

La amistad tiene su lugar desde el principio en la obra y Harry encuentra buenos amigos con quienes compartir sus aventuras y desventuras. Pero, salvo ese vínculo muy cerrado, con pocas personas, en la escuela de magia impera un clima de desconfianza e incertidumbre.

El sentido de la competencia individual y colectiva está presente en todos los libros de Rowling y, conforme Harry va creciendo, deberá enfrentarse con situaciones cada vez más exigentes. La admiración hacia ciertos ídolos se derrumba apenas se profundiza un poquito en la intimidad de sus vidas.
El mundo mágico que describe la autora no empieza ni termina en el colegio al que asiste Harry y que es el epicentro principal de toda la obra. Hay otros establecimientos en distintos lugares con los cuales se disputa el prestigio, tanto en gestas deportivas terriblemente fanatizadas, cuanto en eventos culturales donde no faltan ni los arreglos ni los acomodos de trastienda, siempre con un fin secundario que no es precisamente que gane el mejor.

El ocultamiento de la verdad, bajo las formas más sutiles o las más grotescas, pemanece siempre girando en la misma órbita del argumento. De esa manera, Harry llega a creer que su propio padrino fue el entregador de sus padres, cuando en realidad el verdadero traidor era otro gran amigo que se hizo pasar también por víctima, manteniéndose durante años escondido bajo la piel de una inocente ratita que era a la vez la mascota del mejor amigo varón de Harry.

Evidentemente, hay que reconocerle a las neuronas de la Sra. Rowling una habilidad fabulosa, como la de una araña humana,  capaz de tejer una red increíblemente cargada de filamentos retorcidos y sinuosos.

Con esos argumentos salió al ruedo literario y provocó un impacto increíble en la mente de los más jóvenes, justo en el momento que los adultos empezaban a interesarse en materiales de lectura centralizados en un espiritualismo nuevo, despojado de misticismo, apartado de las religiones y con un giro conceptual de influencia proveniente de la India y regiones vecinas.

Tengo casi la certeza de que no han sido muchas las personas mayores que se animaron a leer toda la historia de Harry Potter, aunque hayan sido ellos mismos los que instaron a sus hijos a prestarle atención, motivándolos a seguir las alternativas de la vida del muchacho mágico.

La conflictiva de la preadolescencia y de la adolescencia están muy bien pintadas, tanto en los varones cuanto en las chicas. Harry Potter es un esquizotímico que se enamora por dentro pero no puede expresarse hacia fuera y por eso las mujercitas lo admiran por su fama, pero casi ninguna logra captar sus verdaderos sentimientos ni advertir que en el fondo es un chico cargado de frustraciones. Y de las grandes.

Lo inaudito de Joanne Rowling es que a lo largo de su obra y su personaje nos va introduciendo dentro de una magia casi diría yo típica de la época de algunas creencias de comienzos del Siglo XX, cargada de siniestras especulaciones y en escenarios característicos de esa época.

Cuando yo era niño, los padres de mi generación, la primera que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, se preocupaban porque las lecturas dejaran en sus hijos un margen de enseñanzas que sirvieran como linternas para alumbrar el camino de la vida futura.

Yo he visto a muchos chicos llegar decepcionados a los capítulos finales de Harry Potter y, sinceramente, de enseñanzas positivas que pueda dejar semejante novelón, muy poco se podría rescatar. Aunque el campo de las opiniones es tan amplio, que prefiero dejar abiertos todos los paréntesis posibles…











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