martes, 18 de septiembre de 2012

La travesìa desde el interior


“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, dijo el poeta Antonio Machado. Pero en la vida, desde que llegamos a ella, tenemos un camino por delante cuyo tránsito es una dura prueba para todos.En el mundo actual, en medio de una enorme confusión, marcha mucha gente y van muchos jóvenes hacia un destino incierto, porque no encuentran la mejor forma de transitar el sendero de la vida.                                                                                    El cuerpo es el que los lleva, porque a través de los órganos de los sentidos capta y percibe la realidad material. La mente quien los dirige, porque piensa, decide, impulsa, rearma. Pero entre cuerpo y mente hay una gran cantidad de claroscuros que entorpecen el desplazamiento durante la travesía vital.                                                                                                    Entonces cabe formularse la pregunta de cómo poder avanzar con la menor cantidad de tropiezos, si fuera posible sin caídas ni magullones. Ahí se empiezan  a construir nuestros propios enigmas existenciales y podemos tomar conciencia de nuestras confusiones internas, a partir de los dilemas éticos y morales que encontramos a diario, cuando somos enfrentados a optar por ir hacia el bien o el mal.                                                                                      Estas dos instancias extremas, otra de las tantas bipolaridades de la vida cotidiana, forman parte de nuestro ser, en especial de nuestro Yo. La identificación de las sombras negativas en la propia psiquis constituye todo un proceso de elaboración interna, de introspección silenciosa, que debería conducir hacia la apertura de los ojos del corazón.                                                 El nagual mexicano Juan Matus le aconsejaba a su discípulo, el antropólogo Carlos Castaneda, que aprendiera a mirar y ver con los ojos del corazón. Cuando poco a poco se va logrando precisamente eso, es que comienza a manifestarse la agudeza visual interna, que es una forma de adquirir autoconciencia que nos va a ir acelerando el aprendizaje del autoconocimiento, algo que hoy se valora mucho y sobre lo cual asienta la prédica de casi toda la profusa literatura de autoayuda.                                                                           Abrir las puertas del autoconocimiento implica una serie de pasos concatenados que no terminan sino que empiezan dentro de nosotros mismos. En nuestros días florecen cada vez con más fuerza nuevas teorías espirituales centralizadas en un espíritu humano eterno que se va reencarnando en vidas sucesivas, que vienen evolucionando desde los confines de la historia y que incluso pueden llegar a tener una proyección hacia el futuro.                            En esa sucesión de vidas finitas de un espíritu infinito se ha basado el gran éxito literario y profesional del Dr. Brian L. Weiss, mundialmente famoso entre los nuevos autores espiritualistas de fines del Siglo XX y comienzos del Siglo XXI.                                                                                                                      Una visión más “realista”, en un sentido material, sobre las sombras negativas de cada psiquis individual, es la que nos da la Dra. Olga Kharitidi, médica psiquiatra y chamana rusa, quien considera a estos aspectos inconscientes de larga data como profundamente relacionados con el parentesco ancestral, es decir con la carga genética que arrastramos de nuestros antepasados, de por lo menos siete generaciones anteriores, genes que han guardado en la memoria de la especie en general y cada ser en particular los recuerdos traumáticos que todos portamos como herencia de quienes nos antecedieron en línea directa en el paso por la vida. En su libro “El maestro de los sueños lúcidos”, Kharitidi le da el nombre de “memorias demoníacas” a ciertas tendencias inconscientes negativas que podemos venir arrastrando desde muchas generaciones anteriores.                                                                                                                    Ahora bien, en esto de disipar esos negros nubarrones que oscurecen nuestra razón, nada nos ayudará más que el uso confiado y correcto de una condición interna imposible de manejar desde lo racional y lo lógico. Esa verdadera llave a un mundo de percepciones anticipadas, que despierta áreas inexploradas de los sentidos corporales y que abre el fuego de la sabiduría interna, es la intuición.                                                                                                                       Considerada como una virtud esencialmente femenina, la intuición es como un desarrollo mágico dentro de los seres humanos de ambos sexos. En la vigilancia y la comprensión de las fuerzas mentales negativas y los desequilibrios psíquicos endógenos y exógenos, no es de extrañar que el ego (nuestro Yo) piense que quizás sería mejor, más fácil y más seguro rechazar las señales de luz interior para dejarse seducir por lo que la psicóloga jungiana Clarissa Pinkola Estés llama “el depredador interno de la conciencia” en su libro “Mujeres que corren con lobos”.                                                                        Para evitar precisamente estas caídas que retardan y/o impiden la evolución del Ser, debe hacerse un verdadero acopio de voluntad y tratar de despertar la conciencia profunda, para así poder sostener en lo alto la luz que nos ilumina desde nuestro interior.                                                                                                         Nos toca vivir en nuestros días una dicotomía muy grande entre dos tendencias claramente opuestas. Por una parte, quienes se aferran a concepciones tradicionales o clásicas sobre la vida y el mundo, rechazando o mostrando un franco escepticismo sobre estas nuevas creencias espirituales, que algunos confrontan inclusive con la fe proclamada desde las distintas religiones formales.                                                                                                                                La otra vertiente está dada por los millones de consumidores de libros de un número cada vez más creciente de autores que hacen de lo milagroso y lo sobrenatural el “leit motiv” de sus ideas progresistas, llegando también a extremos de facilismo como que, entornando un poco los ojos y tratando de poner la mente en blanco, se podrá ver el flujo de energía cuántica que brota de los seres vivos y hace también a su esencia existencial.                                                                                                              Cuando uno descubre su propia luz interior, en la quietud de la mente sana, en el diálogo interno acallado, entonces si afloran a la conciencia los milagros de la belleza profunda del mundo y de los seres humanos. Retomando la línea de pensamiento de Pinkola Estés podemos coincidir con ella en que “con esta penetrante luz interior podemos ver un buen corazón más allá de una mala acción, podemos descubrir un dulce espíritu hundido por el odio y podemos distinguir las capas profundas de la personalidad, las intenciones y los motivos ocultos que impulsan a los seres, en un determinado sentido o en otro.                           La luz interior, ese esclarecimiento que tiene lugar dentro de todos nosotros, cuando a través de una elaboración profunda hemos podido disipar las sombras del pasado (trabajo que en mi caso personal pude realizarlo a través de 20 años consecutivos en la práctica del yoga), eso es lo que nos permite separar la conciencia y la inconciencia, tanto en el Yo personal cuanto en los demás.                                                                                                                             Ese destello radiante que brota cual manantial desde lo más profundo del alma es, al mismo tiempo, como una vara mágica que irradia la sabiduría interior acumulada a través del tiempo y como un espejo que permite percibir y comprender todas las cosas, no solo las buenas sino también las malas. De esa manera, las capas de nubes negras que ocultan lo verdadero, quedan disueltas ante el poder de esta luz interior, que no solo aclara el presente sino que además alumbra el camino del futuro.                                                                     Pero hay un aspecto importantísimo que hace a la vida de todas las personas: la toma de decisiones, en la cual nos encontramos ante una nueva encrucijada, como es distinguir entre las cosas que atraen nuestro interés mundano y lo que de verdad necesita nuestra alma, lo que simplemente nada por la superficie y lo que bucea en el fondo del mar de nuestra conciencia.                                                   Una gran cantidad de hombres y mujeres solo viven pendientes del mundo material que los rodea y de los productos de consumo que éste les ofrece. Su vida transcurre  matizada especialmente por los objetos que les interesan, echando vistazos de uno a otro escaparate, o de vidriera en vidriera.                                      De esa forma, adoptan sus determinaciones reparando nada más que en el alrededor, donde encuentran todo un mundo que les llama la atención, despierta apetitos y les crea intereses. Frente a esta clase de opciones o elecciones se hace una superficial selección de los objetos, por el simple hecho de tenerlos al alcance de las manos y por habérseles despertado un interés transitorio. Probablemente no sea necesariamente lo que se quiera para si, lo que en ese momento parece más interesante o atractivo.                                                      En cambio, cuando un individuo está realmente conectado con su Yo profundo, a menudo se suele preguntar si eso que le ofrecen es de verdad lo que él necesita y, a partir de ahí, surge un real cuestionamiento de muchas de esas elecciones casuales.                                                                                                           Si se ha llegado a la conexión con ese punto interior donde todo es quietud y sabiduría natural, la respuesta no suele tardar mucho en llegar. Otras veces, cuando conflictos de distinta índole o reacciones neuróticas ocupan su lugar en una mente no aclarada, es necesario buscar y buscar bastante en el interior de cada uno, para hallar lo que realmente se necesita. Es este un trabajo que exige ánimo, fuerza de voluntad y sentimiento.                                                             Todo esto se pone también muy claramente de manifiesto en la búsqueda y la elección de las relaciones interpersonales. Los amigos o los vínculos sociales no se pueden elegir como si estuviéramos en un mercado. Para precisar y definir la cuestión se cuenta con la intuición, cual si fuera un mensajero del alma. El contacto con la intuición no se expresa ni se manifiesta por un proceso racional o a través de ninguna técnica de concentración mental. Escuchar la voz de la intuición es lo más parecido a un acto de fe ciega.                                                                                                                                                                        Una manera de fortalecer la conexión con la intuición consiste en no permitir que nada ni nadie reprima nuestras más intensas energías, es decir nuestras propias opiniones, pensamientos, ideas, valores, etcétera.                                       La intuición nos permite avizorar anticipadamente lo útil y separarlo de lo inútil, o advertir cuando algo va a ser creativo y no destructivo. La intuición también nos ayuda a integrar y dirigir nuestras acciones.                                           La naturaleza instintiva tiene la habilidad, a través de la intuición, de medir las cosas a primera vista, de sopesar el instante que se vive, de limpiar los desperdicios que rodean a una idea, de identificar la esencia de las cosas y de infundir vitalidad. La intuición ayuda a clasificar, comprender, organizar y ordenar la vida psíquica.                                                                                                            Para que todo esto pueda tener lugar, hay que vivir purificando los pensamientos y renovando regularmente los valores individuales y colectivos. Deben irse eliminando progresivamente las trivialidades de la mente, limpiando con regularidad nuestros estados emocionales.                                           Deberíamos tratar de encender un fuego duradero para mantener constante nuestra creatividad. Es importante observar el poder del inconsciente y su funcionamiento, aún cuando el ego no es conciente de ello. Todo eso nos llevará a aprender un poco más acerca de la vida y de la muerte.                                   Siempre que nos enfrentemos con un dilema o una pregunta que, en principio no tiene solución, es posible que nuestra mente inconsciente lo elabore en silencio y, al cabo de un cierto tiempo, aparezca espontáneamente una respuesta allí donde aparentemente no había nada.                                                        Se ha observado a menudo que, una pregunta hecha antes de irse uno a dormir, suele engendrar con la práctica una contestación al despertar. Hay algo en la psiquis, en el inconsciente colectivo, que clasifica el material que tenemos registrado y lo elabora mientras dormimos y soñamos.                                              Esta cualidad también forma parte de de lo natural que todos poseemos y muy pocos llegan a desarrollar como correspondería. Todos podemos comenzar nuestro trabajo interior con la pregunta más simple: ¿Quién soy yo realmente? ¿Para qué estoy aquí y ahora? Sin duda, este es el ciclo de vida que nos toca vivir, donde deberíamos desarrollar una especial percepción de lo profundo, que nos permita descubrir cuál es nuestra misión real en la vida.            Debemos construir y reconstruir permanentemente distintas imágenes, estados de ánimo, edades, para relacionarlos con nuestra tarea en este mundo. Es como enviar el alma hacia su hogar, liberando una lluvia de rayos luminosos que crearán la luz que nos permitirá hacer camino a través de la oscuridad. Así podremos encontrar el color de la vida vibrante y el sabor de la emoción dinámica, lo que nos permitirá definitivamente SER.

 


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