La travesìa desde el interior
“Caminante no hay camino, se hace
camino al andar”, dijo el
poeta Antonio Machado. Pero en la vida, desde que llegamos a ella, tenemos un
camino por delante cuyo tránsito es una dura prueba para todos.En el mundo actual, en medio de una enorme confusión, marcha mucha gente
y van muchos jóvenes hacia un destino incierto, porque no encuentran la mejor
forma de transitar el sendero de la vida.
El cuerpo es el que los lleva, porque a través de los órganos de los
sentidos capta y percibe la realidad material. La mente quien los dirige,
porque piensa, decide, impulsa, rearma. Pero entre cuerpo y mente hay una gran
cantidad de claroscuros que entorpecen el desplazamiento durante la travesía
vital.
Entonces cabe
formularse la pregunta de cómo poder avanzar con la menor cantidad de
tropiezos, si fuera posible sin caídas ni magullones. Ahí se empiezan a construir nuestros propios enigmas
existenciales y podemos tomar conciencia de nuestras confusiones internas, a
partir de los dilemas éticos y morales que encontramos a diario, cuando somos
enfrentados a optar por ir hacia el bien o el mal.
Estas dos instancias extremas, otra de las tantas bipolaridades de la
vida cotidiana, forman parte de nuestro ser, en especial de nuestro Yo. La
identificación de las sombras negativas en la propia psiquis constituye todo un
proceso de elaboración interna, de introspección silenciosa, que debería
conducir hacia la apertura de los ojos del corazón.
El nagual mexicano Juan Matus le aconsejaba a su discípulo, el
antropólogo Carlos Castaneda, que aprendiera a mirar y ver con los ojos del
corazón. Cuando poco a poco se va logrando precisamente eso, es que comienza a
manifestarse la agudeza visual interna, que es una forma de adquirir
autoconciencia que nos va a ir acelerando el aprendizaje del autoconocimiento,
algo que hoy se valora mucho y sobre lo cual asienta la prédica de casi toda la
profusa literatura de autoayuda.
Abrir las puertas del autoconocimiento implica una serie de pasos
concatenados que no terminan sino que empiezan dentro de nosotros mismos. En
nuestros días florecen cada vez con más fuerza nuevas teorías espirituales
centralizadas en un espíritu humano eterno que se va reencarnando en vidas
sucesivas, que vienen evolucionando desde los confines de la historia y que
incluso pueden llegar a tener una proyección hacia el futuro. En esa sucesión de
vidas finitas de un espíritu infinito se ha basado el gran éxito literario y
profesional del Dr. Brian L. Weiss, mundialmente famoso entre los nuevos
autores espiritualistas de fines del Siglo XX y comienzos del Siglo XXI.
Una visión más “realista”, en un sentido material, sobre las sombras
negativas de cada psiquis individual, es la que nos da la Dra. Olga Kharitidi,
médica psiquiatra y chamana rusa, quien considera a estos aspectos
inconscientes de larga data como profundamente relacionados con el parentesco
ancestral, es decir con la carga genética que arrastramos de nuestros
antepasados, de por lo menos siete generaciones anteriores, genes que han
guardado en la memoria de la especie en general y cada ser en particular los
recuerdos traumáticos que todos portamos como herencia de quienes nos
antecedieron en línea directa en el paso por la vida. En su libro “El maestro
de los sueños lúcidos”, Kharitidi le da el nombre de “memorias demoníacas” a
ciertas tendencias inconscientes negativas que podemos venir arrastrando desde
muchas generaciones anteriores.
Ahora bien, en esto de disipar esos negros nubarrones que oscurecen
nuestra razón, nada nos ayudará más que el uso confiado y correcto de una
condición interna imposible de manejar desde lo racional y lo lógico. Esa
verdadera llave a un mundo de percepciones anticipadas, que despierta áreas
inexploradas de los sentidos corporales y que abre el fuego de la sabiduría
interna, es la intuición.
Considerada como una virtud esencialmente femenina, la intuición es como
un desarrollo mágico dentro de los seres humanos de ambos sexos. En la
vigilancia y la comprensión de las fuerzas mentales negativas y los
desequilibrios psíquicos endógenos y exógenos, no es de extrañar que el ego
(nuestro Yo) piense que quizás sería mejor, más fácil y más seguro rechazar las
señales de luz interior para dejarse seducir por lo que la psicóloga jungiana
Clarissa Pinkola Estés llama “el depredador interno de la conciencia” en su
libro “Mujeres que corren con lobos”.
Para evitar
precisamente estas caídas que retardan y/o impiden la evolución del Ser, debe
hacerse un verdadero acopio de voluntad y tratar de despertar la conciencia
profunda, para así poder sostener en lo alto la luz que nos ilumina desde
nuestro interior.
Nos toca vivir en nuestros días una dicotomía muy grande entre dos
tendencias claramente opuestas. Por una parte, quienes se aferran a
concepciones tradicionales o clásicas sobre la vida y el mundo, rechazando o
mostrando un franco escepticismo sobre estas nuevas creencias espirituales, que
algunos confrontan inclusive con la fe proclamada desde las distintas
religiones formales. La
otra vertiente está dada por los millones de consumidores de libros de un
número cada vez más creciente de autores que hacen de lo milagroso y lo
sobrenatural el “leit motiv” de sus ideas progresistas, llegando también a
extremos de facilismo como que, entornando un poco los ojos y tratando de poner
la mente en blanco, se podrá ver el flujo de energía cuántica que brota de los
seres vivos y hace también a su esencia existencial.
Cuando uno descubre su propia luz interior, en la quietud de la mente
sana, en el diálogo interno acallado, entonces si afloran a la conciencia los
milagros de la belleza profunda del mundo y de los seres humanos. Retomando la
línea de pensamiento de Pinkola Estés podemos coincidir con ella en que “con
esta penetrante luz interior podemos ver un buen corazón más allá de una mala
acción, podemos descubrir un dulce espíritu hundido por el odio y podemos
distinguir las capas profundas de la personalidad, las intenciones y los
motivos ocultos que impulsan a los seres, en un determinado sentido o en otro. La luz interior, ese
esclarecimiento que tiene lugar dentro de todos nosotros, cuando a través de
una elaboración profunda hemos podido disipar las sombras del pasado (trabajo
que en mi caso personal pude realizarlo a través de 20 años consecutivos en la
práctica del yoga), eso es lo que nos permite separar la conciencia y la
inconciencia, tanto en el Yo personal cuanto en los demás.
Ese destello
radiante que brota cual manantial desde lo más profundo del alma es, al mismo
tiempo, como una vara mágica que irradia la sabiduría interior acumulada a
través del tiempo y como un espejo que permite percibir y comprender todas las
cosas, no solo las buenas sino también las malas. De esa manera, las capas de
nubes negras que ocultan lo verdadero, quedan disueltas ante el poder de esta
luz interior, que no solo aclara el presente sino que además alumbra el camino
del futuro. Pero
hay un aspecto importantísimo que hace a la vida de todas las personas: la toma
de decisiones, en la cual nos encontramos ante una nueva encrucijada, como es
distinguir entre las cosas que atraen nuestro interés mundano y lo que de
verdad necesita nuestra alma, lo que simplemente nada por la superficie y lo
que bucea en el fondo del mar de nuestra conciencia.
Una gran cantidad de hombres y mujeres solo viven pendientes del mundo
material que los rodea y de los productos de consumo que éste les ofrece. Su
vida transcurre matizada especialmente
por los objetos que les interesan, echando vistazos de uno a otro escaparate, o
de vidriera en vidriera. De esa
forma, adoptan sus determinaciones reparando nada más que en el alrededor,
donde encuentran todo un mundo que les llama la atención, despierta apetitos y
les crea intereses. Frente a esta clase de opciones o elecciones se hace una
superficial selección de los objetos, por el simple hecho de tenerlos al
alcance de las manos y por habérseles despertado un interés transitorio.
Probablemente no sea necesariamente lo que se quiera para si, lo que en ese
momento parece más interesante o atractivo.
En cambio, cuando un individuo está realmente conectado con su Yo
profundo, a menudo se suele preguntar si eso que le ofrecen es de verdad lo que
él necesita y, a partir de ahí, surge un real cuestionamiento de muchas de esas
elecciones casuales.
Si se ha llegado a la conexión con ese punto interior donde todo es
quietud y sabiduría natural, la respuesta no suele tardar mucho en llegar.
Otras veces, cuando conflictos de distinta índole o reacciones neuróticas
ocupan su lugar en una mente no aclarada, es necesario buscar y buscar bastante
en el interior de cada uno, para hallar lo que realmente se necesita. Es este
un trabajo que exige ánimo, fuerza de voluntad y sentimiento.
Todo esto se pone también muy claramente de manifiesto en la búsqueda y
la elección de las relaciones interpersonales. Los amigos o los vínculos
sociales no se pueden elegir como si estuviéramos en un mercado. Para precisar
y definir la cuestión se cuenta con la intuición, cual si fuera un mensajero
del alma. El contacto con la intuición no se expresa ni se manifiesta por un
proceso racional o a través de ninguna técnica de concentración mental.
Escuchar la voz de la intuición es lo más parecido a un acto de fe ciega.
Una
manera de fortalecer la conexión con la intuición consiste en no permitir que
nada ni nadie reprima nuestras más intensas energías, es decir nuestras propias
opiniones, pensamientos, ideas, valores, etcétera. La
intuición nos permite avizorar anticipadamente lo útil y separarlo de lo inútil,
o advertir cuando algo va a ser creativo y no destructivo. La intuición también
nos ayuda a integrar y dirigir nuestras acciones. La
naturaleza instintiva tiene la habilidad, a través de la intuición, de medir
las cosas a primera vista, de sopesar el instante que se vive, de limpiar los
desperdicios que rodean a una idea, de identificar la esencia de las cosas y de
infundir vitalidad. La intuición ayuda a clasificar, comprender, organizar y
ordenar la vida psíquica.
Para
que todo esto pueda tener lugar, hay que vivir purificando los pensamientos y
renovando regularmente los valores individuales y colectivos. Deben irse
eliminando progresivamente las trivialidades de la mente, limpiando con regularidad
nuestros estados emocionales.
Deberíamos tratar de encender un fuego duradero para mantener constante
nuestra creatividad. Es importante observar el poder del inconsciente y su
funcionamiento, aún cuando el ego no es conciente de ello. Todo eso nos llevará
a aprender un poco más acerca de la vida y de la muerte. Siempre que
nos enfrentemos con un dilema o una pregunta que, en principio no tiene
solución, es posible que nuestra mente inconsciente lo elabore en silencio y,
al cabo de un cierto tiempo, aparezca espontáneamente una respuesta allí donde
aparentemente no había nada.
Se ha observado a menudo que, una pregunta hecha antes de irse uno a
dormir, suele engendrar con la práctica una contestación al despertar. Hay algo
en la psiquis, en el inconsciente colectivo, que clasifica el material que
tenemos registrado y lo elabora mientras dormimos y soñamos. Esta cualidad
también forma parte de de lo natural que todos poseemos y muy pocos llegan a
desarrollar como correspondería. Todos podemos comenzar nuestro trabajo
interior con la pregunta más simple: ¿Quién soy yo realmente? ¿Para qué estoy
aquí y ahora? Sin duda, este es el ciclo de vida que nos toca vivir, donde
deberíamos desarrollar una especial percepción de lo profundo, que nos permita
descubrir cuál es nuestra misión real en la vida. Debemos construir y reconstruir
permanentemente distintas imágenes, estados de ánimo, edades, para
relacionarlos con nuestra tarea en este mundo. Es como enviar el alma hacia su
hogar, liberando una lluvia de rayos luminosos que crearán la luz que nos
permitirá hacer camino a través de la oscuridad. Así podremos encontrar el
color de la vida vibrante y el sabor de la emoción dinámica, lo que nos
permitirá definitivamente SER.
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