martes, 18 de septiembre de 2012

La creatividad:¿Emocional o Racional?


Todos los seres humanos disponen, por naturaleza, de un potencial infinito: su capacidad creativa. Sin embargo, muy pocos lo sienten así y, menos aún, lo ponen en práctica. Una condición que viene desde lo más profundo del inconsciente, el estado de conciencia pura o potencialidad infinita y que debe articularse armónicamente con el saber racional adquirido. La importancia de equilibrar el pensamiento mágico con el pensamiento lógico, se hace evidente aquí más que en cualquier otra parte.
La pregunta existe desde siempre y pasa por si la creatividad es algo heredado, puramente interno, o si puede modelarse desde el afuera. Aparentemente, mucha gente cree o siente que la creatividad es algo así como una idea brillante que aparece de improviso.
Otros imaginan al acto creativo como un momento de gloria en el que pareciera que un rayo mágico cae sobre la cabeza. Pero atención, que ni siempre es así ni todo ocurre de esa manera, ya que hay un alto número de personas consideradas creativas que, analizadas bien, no son más que buenos trabajadores comunes.
Por lo general, el individuo creativo de verdad es una suerte de lobo solitario, una especie de revolucionario que le da la espalda a lo que ya existe o se sabe y que no está satisfecho con la realidad vigente.
De cualquier manera, hay algo que no se puede negar: la gestación de ideas realmente nuevas es algo que se encuentra en las raíces de la naturaleza humana, en el campo de las posibilidades múltiples.
Ese inconsciente más profundo, ese yo real o verdadero, es algo que, por lo general, no sólo no conocemos sino que tememos conocer y con mucha frecuencia nos resistimos a conocerlo o incluso a aceptarlo.
Pero es precisamente de ahí, de esa parte menos conocida de nuestro inconsciente, de donde surge la creatividad primaria, la que es fuente de nuevos descubrimientos originales y la que provoca esas ideas que se apartan de lo que existe hasta ese momento.
A menudo se ha asociado la creatividad con la ciencia y, en realidad, no siempre es preciso ni fácil encontrar paralelos entre una cosa y la otra. En el ámbito científico es frecuente encontrarse con personas rígidas y estrechas de mente, no creativas, pero capaces de hacer descubrimientos a través de complejos trabajos e investigaciones en equipo. Es lo que podríamos llamar creatividad secundaria.
La verdadera creatividad primaria es la que brota del inconsciente y es la clase de creatividad que se viene transmitiendo por herencia en toda la especie humana. Su potencialidad no deja de abarcar a nadie, ya que es patrimonio de todos los seres.
Es universal, todos los niños sanos la poseen en su forma más pura y, al crecer, muchos la van perdiendo por la serie de condicionamientos que les imponen sus conocimientos adquiridos a partir de la educación sistemática.
A lo largo de la vida se interponen bloqueos mayores y menores a esta creatividad original, la cual puede volver a ser despierta más adelante a través de experiencias liberadoras.
Eliminar gradualmente las distintas represiones que uno se ha ido imponiendo (o le han impuesto desde afuera) ayuda a recuperar una herencia ancestral que todos tenemos y la mayoría hemos perdido.
El temor a ese inconsciente profundo suele manifestarse en un ansia exagerada de mantener todo en la vida bajo un estricto control del yo consciente. Esta actitud, llevada al límite, puede llegar a convertirse en una neurosis obsesiva. La capacidad de jugar, fantasear, reír y ser espontáneo es lo que va a permitir la creatividad más auténtica, esa especie de juego intelectual, de malabarismo mental, ese permiso interno que debemos darnos para ser nosotros mismos.
Jamás hay que renunciar, y renunciamos tal vez muy pronto en la vida, a esa creatividad primaria, a esa posibilidad artística, a esa poesía, a ese infantilismo sano, que todos tenemos por naturaleza y que sacrificamos (no siempre sin dolor) al imperio de la dura realidad y la lógica materialista.
Ser realistas, tener sentido común, ser maduros, asumir responsabilidades, son algunas de las máscaras a las que apelamos con frecuencia para no tener que afrontar el “ridículo” de ser diferentes o “ir a contramano del mundo”.
Es tarea ardua tratar de ser ordenados frente al desorden y racionales ante la irracionalidad, pero ello no implica necesariamente atrincherarse en una estructura neurótica que nos anule o desvíe todos los impulsos vitales, reales o imaginarios.
El exceso de racionalidad o lógica puede provocar importantes escisiones en el yo de las personas excesivamente objetivas. Una conciencia saturada de ego y de yo consciente puede llegar a ser enfermiza, ignorando incluso aspectos esenciales de la vida, como que desde lo más profundo de nosotros mismos vemos al mundo a partir de tres perspectivas: el deseo, el miedo y la gratificación.
Los procesos primarios, los más profundos del inconsciente, son ilógicos en el sentido de no tener contradicciones, identidades escindidas, antagonismos y exclusiones mutuas.
Son independientes de todo control, carecen de tabúes de disciplina, de inhibiciones, de demoras, de planes y de cálculos de probabilidades. No tienen nada que ver con el tiempo y el espacio, con las secuencias, con la causalidad material, con el orden o con las leyes del mundo físico.
Aristóteles no existe para los procesos primarios, cuyo mundo es muy distinto al de los procesos secundarios, regidos por un puro racionalismo.
El proceso primario puede, como los sueños, condensar varios objetos en uno, desplazar las emociones de su verdadero objeto a otros, puede ser pura simbolización, puede ser omnipotente, omnipresente y omnisciente.
No tiene nada que ver con la acción, porque puede hacer que algo suceda sin actuar ni hacer nada, simplemente articulando la fantasía. El proceso primario es pre verbal, habitualmente visual, es pre valorativo, pre moral, pre ético y pre cultural. Está antes del bien y del mal.
Justamente, por haber sido excluidos de esa dicotomía, los procesos primarios son considerados infantiles, peligrosos, inmaduros y hasta demenciales y temibles.
Su opuesto total son los procesos secundarios de razón, orden, lógica y control. Está tan enfermo el que pierde su contacto con los procesos primarios como el que sufre la alteración de los procesos secundarios, especialmente en la esquizofrenia.
La persona sana y creativa es la que, de algún modo, ha logrado una fusión y una síntesis entre los procesos primarios y secundarios, entre lo inconsciente y lo consciente, entre el sí mismo más profundo y el ego.
Aunque no sea muy común, esto es posible y el camino para lograrlo pasa fundamentalmente por un trabajo interior que permita la elaboración psíquica de los conflictos interiores.
En ese aspecto, las disciplinas orientales marcan un camino hacia la depuración interna. Cuando una persona adulta es capaz de “convivir” con su inconsciente, sus fantasías, sus deseos primitivos, su imaginación, su poesía y puede darle un sentido a su “locura”, es posible lograr un nivel de creatividad muy interesante.
Obviamente, en todo este proceso se necesita un nivel de autocontrol y seriedad que hacen a la dignidad de los descubrimientos, de manera tal que una fantasía sana y una racionalidad pura puedan ayudarse mutuamente y fundirse en una integración.
Son dos niveles simultáneos y complementarios, el de la lógica y la razón junto al de la ilusión y la fantasía. Madurez no es lo contrario de diversión, ni responsabilidad lo opuesto a alegría.
La persona realmente integrada puede ser emocional y racional a la vez; esa conjunción es la mejor forma de poner en marcha algo que, en la mayoría de nosotros, vive en estado potencial y pocas veces se concretiza: la creatividad.

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