martes, 18 de septiembre de 2012

La filosofìa como psicoterapia


Dentro de las múltiples manifestaciones de pensamientos modernos encontramos, sobre todo en los Estados Unidos, aunque la idea original vino desde Europa, grupos de estudiosos y expertos que alaban las bondades de la ciencia filosófica en la resolución de casi todos los problemas que encuentra el hombre contemporáneo en su vida cotidiana. Aunque para ello denostan por igual a la psicología clásica, al psicoanálisis, a la psiquiatría farmacológica y a las religiones.
Precisamente, en el avanzado país del Norte de América y también en el viejo continente europeo, como en la mayor parte del mundo, es inmensa la cantidad de personas que buscan en distintos profesionales de la salud mental una ayuda en procura de la solución de los múltiples problemas existenciales que los abruman. También están, en número cada vez más creciente, los que acuden a consejeros de distintas índoles, maestros de artes o disciplinas orientales, guías espirituales, religiosos, chamanes, etcétera.
Pareciera que un gran vacío interior se ha apropiado, como sentimiento, del espacio vivencial de seres que entienden o creen estar dotados de muchas potencialidades que ellos solos no pueden captar y necesitan imprescindiblemente de una guía espiritual que, tan pronto puede ser una doctrina novedosa, un modo de vida diferente y aislado en comunidades específicas o, sin modificar mayormente sus hábitos normales de acción y protagonismo en la cotidianeidad, los lleva a la entrega intelectual hacia maestros que, por distintas vías, han alcanzado un  grado superior de conocimiento vital.
Esto no está pasando en general dentro de personas aisladas en la vida, o perdidas en la monotonía, o condenadas a un futuro sin perspectivas, sino que es inquietud de gentes que han alcanzado grados profesionales importantes en distintas ramas académicas, egresados de universidades y practicantes exitosos de sus tareas específicas, pero disconformes con el sentido incompleto y vacío que ellos mismos le pueden dar o encontrar a sus vidas.
Son individuos que, por lo general, piensan o sienten que la psiquiatría es una rama más de una medicina actualmente muy deshumanizada, de una psicología aferrada con uñas y dientes a sus bases tradicionales o a la ortodoxia de las distintas escuelas (llámense freudianos, lacanianos, junguianos, guestálticos). En una palabra, son descreídos del valor intrínseco de la psiquiatría y la psicología, viendo en cambio muchas mayores posibilidades de comprensión humana en escuelas orientales, o en rituales repetitivos de movimientos corporales a los que consideran expresión de sus cosas profundas, o se entregan también al influjo energético que ejercen sobre ellos los maestros del arte de manejar la energía vital que no es otra cosa que la energía cósmica del universo.
Una enorme cantidad de creencias de esa naturaleza ha encontrado un terreno fértil donde crecer, dentro de las mentes de personas conflictuadas consigo mismas y con el mundo que los rodea y los contiene. Son los disconformes existenciales que no hallaron en el materialismo, ni tampoco en el consumismo, la esencia fundamental que alimenta la ilusión de sus pensamientos superiores.
Sin embargo, para Lou Marinoff, famoso por su libro “Más Platón y menos Prozac” y otros colegas suyos que siguen la misma corriente de pensamiento, hay una nueva opción para todas aquellas personas que se muestran insatisfechas o contrarias a las terapias psicológicas y los tratamientos psiquiátricos. Se trata del asesoramiento individual o grupal, brindado por profesionales de la Filosofía que entienden a dicha ciencia como una forma de vida y no solamente en el marco de estudios académicos, investigaciones y postulaciones teóricas.
Visto así, podríamos decir que el planteo de estos estudiosos es interesante y lógico, especialmente como  dice Marinoff: “Para aquellos individuos que necesitan un diálogo y no un diagnóstico”. No obstante, más allá de esta postulación, lo cierto es que la mayoría de los autores involucrados en esta corriente de pensamiento trabaja más por el descrédito de lo que serían sus disciplinas rivales que por el fundamento de sus propias teorías.
Con un facilismo que no es tan real, se formulan afirmaciones categóricas en el sentido de que, por ejemplo, las instituciones religiosas oficiales vienen perdiendo autoridad ante un número creciente de personas. Esto es verdad hasta cierto punto y los propios responsables de perpetuar los dogmas de fe tradicionales también lo saben y están permanentemente tratando de darle una salida a ese problema, que no es patrimonio exclusivo de ninguna religión en particular sino más bien algo que, en mayor o menor medida, las afecta a todas por igual.
También da la impresión que exageran mucho los filósofos con tendencias o veleidades psicoterapéuticas, cuando afirman conceptos francamente agresivos, como que: “la psicología y la psiquiatría traspasan los límites de su utilidad en la vida de la gente y comienzan a hacer más mal que bien”. Y engloban, casi como síntesis de su pensamiento, que: “se puede encontrar una verdadera tranquilidad de espíritu mediante la contemplación y no con medicamentos. Platón sí, Prozac no”. Tal sería el teorema de Marinoff. Cabe consignar que el Prozac es uno de los nombres comerciales más conocido en el mundo de una droga antidepresiva de última generación, la Fluoxetina.
Destacan también las propuestas de quienes ven a la filosofía con verdaderas posibilidades de aplicación en los comportamientos de la gente, que el asesoramiento filosófico es un campo nuevo de la Filosofía, aplicado tanto a las personas individuales cuanto a las instituciones, surgido en Europa en la década de los ’80 con Gerd Achenbach, en Alemania, y que se viene expandiendo rápidamente en Norteamérica desde los ’90.
Funcionalmente, explican además que, como consejero filosófico, el trabajo consiste en ayudar a las personas a comprender con que clase de problemas se enfrentan, mediante el diálogo desenmarañar y clasificar sus componentes e implicaciones y, finalmente, ayudar a encontrar las mejores soluciones posibles desde un enfoque filosófico compatible con las creencias de quien consulta.
Marinoff entiende que, los grandes pensadores de la Filosofía universal han dejado enseñanzas valiosísimas, más allá de las épocas en las cuales hayan vivido, y que dichas enseñanzas no son solo material para estudiosos sino lecciones cuyo ámbito de aplicación deben ser los problemas de la vida cotidiana.
En esto concuerdo en líneas generales porque me ha pasado varias veces que, en la lectura de textos clásicos de la Filosofía, he encontrado pensamientos de mucha profundidad y he pensado por mi mismo más de una vez cuán importante puede ser para un psiquiatra o un psicólogo tener conocimientos de Filosofía.
Tratando de definir el perfil de quienes recurren al asesoramiento filosófico, el sentido de este trabajo parece orientarse en primer lugar “a personas que pueden salir mal paradas de un tratamiento psicológico o psiquiátrico, si la raíz de su problema es de carácter filosófico y el terapeuta o el médico al que acuden no lo entiende así”.
Otro aspecto en el cual el autor hace hincapié tiene que ver con que “tener problemas es algo normal en la vida y la congoja emocional no constituye necesariamente una enfermedad”. Ahí Marinoff carga las tintas de la crítica contra los manuales de diagnóstico y estadística de las enfermedades mentales, de uso demasiado extendido y tiranizante a la vez, hoy en la psiquiatría principalmente.
Su expresión es muy dura: “Cualquier comportamiento imaginab puede terminar ocupando un lugar en el manual de diagnóstico y estadística, donde aparecerá como síntoma de una enfermedad mental. Aunque la mayoría de estas supuestas enfermedades mentales jamás se han podido demostrar que estén causadas por una verdadera base orgánica, la industria farmacéutica y los psiquiatras que recetan sus medicamentos insisten en identificar tantas enfermedades mentales como sea posible. ¿Por qué? Por las razones de siempre: poder y dinero”.
La autocrítica al uso desmesurado de los manuales de diagnóstico y estadística psiquiátricos la han hecho también y muy bien psiquiatras prestigiosos de todo el mundo, señalando además con claridad el abuso en la utilización de ciertos rótulos diagnósticos (por caso, ataque de pánico, trastorno bipolar y trastorno obsesivo compulsivo), para justificar la prescripción de determinados psicofármacos.
Los filósofos terapeutas aceptan y entienden que muchos pacientes necesitan medicación psico farmacológica y, en determinados momentos de la evolución de sus enfermedades, de una internación psiquiátrica. Pero denuncian y no sin razón un enorme abuso en ambos sentidos, como si se tratara de una sociedad mentalmente enferma cuando en realidad lo que se han perdido de verdad son valores filosóficos y morales.
Por eso, esta es una de las causas fundamentales por las cuales se  recomienda especialmente el asesoramiento filosófico “si su problema está relacionado con la identidad, los valores o la ética. En ese caso, lo peor que se puede hacer es permitir que alguien le endilgue una enfermedad mental y le extienda una receta. Ninguna pastilla hará que nadie se encuentre a si mismo, que alcance sus metas en la vida o que obre como es debido” (Marinoff).
Quizás, una de las partes más interesantes de esta propuesta filosófico terapéutica sea cuando se refiere al método con que actúa o debería actuar el asesor filosófico. Se sugieren al respecto cinco pasos fundamentales: 1) Lo primero que debe hacerse apenas se consulta es identificar con claridad el problema. A veces, llegar a concretizar el mismo es mucho más difícil de lo que parece. Pero no debería pasarse a la etapa siguiente sin haber dejado claramente definida la situación problemática sobre la cual se va a ejecutar el resto del trabajo.
2) Se debe hacer acopio de las emociones que provoca el problema, experimentarlas y canalizarlas si es posible en forma constructiva. Las emociones están directamente relacionadas con el problema.
3) En el tercer paso, habiendo sido identificado el problema y sabiendo las emociones que genera, es necesario examinar y enumerar las opciones de que se dispone, o se podría disponer, para la resolución de la problemática. Hay que recorrer las distintas opciones mentales hasta encontrar, de acuerdo con el asesor, la más adecuada.
4) La cuarta etapa es el momento de contemplar lo acontecido en conjunto. Hay que integrar en una situación unitaria el problema, las emociones por él generadas y todas las posibles soluciones. Es decir, se sientan las bases para cultivar una visión filosófica unificada de lo que ocurre, para adoptar una postura filosófica frente a la misma, siendo importante contemplar los fenómenos sin emitir juicios. A esta altura del proceso, el consultor debe estar en condiciones de encontrar una salida filosófica en consonancia con la persona que consulta. Para ello es tarea fundamental del asesor filosófico ir tomando las corrientes filosóficas que más se adecuen al problema, los demás elementos, y la filosofía de vida de quien consulta.
5) El quinto y último paso es, a la luz y a través de todo lo anterior, alcanzar un equilibrio que prepare y permita a la persona consultante emprender los actos adecuados y afrontar los inevitables cambios que le esperan en su intento de solucionar filosóficamente el problema por el cual inició todo este operativo.
En base al desarrollo de este esquema, con algunas variantes según los casos particulares, se va ejecutando un trabajo cuya extensión por lo general va de unas pocas semanas a unos pocos meses. No debiera ser una tarea a largo plazo. Alguien especializado en esta materia debería tener, con precisión y claridad, un acabado conocimiento de las numerosas corrientes filosóficas de pensamiento, desde las clásicas hasta las más modernas.
Lo que no termina de convencerme, a través de la lectura y el estudio de los numerosos casos presentados en las obras de este género, es la efectividad del asesoramiento filosófico porque el cierre que tiene la extensa casuística descripta y analizada da la impresión de que se llega a un borde o periferia en el cual el consultante recibe el asesoramiento y la información buscada, pero queda de nuevo ante la situación original tan solo como cuando empezó la consulta.
Es probable que, desde la psicología, el psicoanálisis y la psiquiatría, se esté acostumbrado a cierres clínicos diferentes, más completos, mientras en el asesoramiento filosófico probablemente siempre queden varios canales abiertos. De todos modos, la lectura de libros y trabajos como “Más Platón y menos Prozac” es válida tanto para psicólogos como psiquiatras.
Una lástima que los cultores de esta corriente se hayan preocupado tanto más en criticar a una psicología y una psiquiatría muy susceptibles de críticas, que en dejar solidamente afianzado este método que, lo quiera o no, es psicoterapéutico.
Todo el mundo cree tener o tiene su propia filosofía de vida y esta guarda poca o nula relación con la ciencia filosófica que tradicionalmente estuvo orientada a buscar la verdad última de todas las cosas. Sin embargo, creo positivo que en procura de encontrar esa causalidad que trata de explicar lo más profundo del conocimiento, se incluya en la búsqueda todos aquellos elementos que puedan servir para ayudar a develar a las personas el camino que les permita arribar a un conocimiento interior que sea la base de un comportamiento e interacción social que formen parte de una salud mental libre y sin condicionamientos.

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