martes, 18 de septiembre de 2012

La meditaciòn segùn Krishnamurti


La occidentalización de muchas ciencias y técnicas orientales dirigidas hacia el autoconocimiento de la persona humana, como el yoga y la meditación, entre otras, no siempre ha permitido la aclaración de la verdad. De ese modo, hoy transitan por el mundo innumerables técnicas meditativas que confunden a mucha gente en el sentido de poder creer en una más que en otra.   

 Ante tal alternativa, es muy importante rescatar lo que decía al respecto Jiddu Krishnamurti, un pensador extraordinario. El valor de la meditación como elemento que favorece el equilibrio y la armonía del cuerpo y de la mente es algo reconocido desde hace muchos años. Durante largo tiempo se la consideró como una costumbre o un desarrollo propio de los pueblos orientales, pero conforme se fue conociendo y practicando en Occidente su extensión se hizo una constante.
La Sociedad Americana de Psiquiatría ha reconocido públicamente, en la década de los años ’70. la importancia de practicar meditación como coadyuvante de ciertos procesos neuróticos con altos componentes de ansiedad o angustia.
Sin embargo, muchas personas se preguntan si meditar consiste en la aplicación sistemática de una técnica difícil y sofisticada de concentración mental o si, para tomar conocimiento de ella e introducirse en su práctica, hace falta concurrir a profesores o institutos especializados, que los hay y de todos los precios.
Nada mejor que rescatar, tanto para iniciados cuanto para interesados en el tema, la opinión de un gran pensador del Siglo XX, que en su momento fue escuchado por millones de personas a través de sus conferencias, charlas en lugares abiertos y numerosísimas publicaciones. Jiddu Krishnamurti  fue uno de esos seres iluminados que pasó por el mundo dejando mensajes y preguntas a los que nunca impuso una respuesta porque pensaba que, cada uno en su interior, tenía una respuesta válida que debía descubrirla por si mismo.
Entre las tantas cosas a las que se refirió Krishnamurti, la meditación fue una de las que captó su agudo pensamiento. Y así habló: “La meditación es la liberación de la mente con respecto a lo conocido. Pero se abusa tanto de esta palabra meditación y hay tantos métodos de meditación"...
Si nosotros comprendemos uno solo, comprendemos todos los sistemas y métodos de meditación. Así surge la primera pregunta: ¿Es posible vaciar la mente de lo que conocemos? Este reto no es externo sino interno, psicológico. Y debemos tratar de descubrir si es posible vaciar la mente de lo que conocemos. Este vaciar la mente es la meditación.
Todos los pueblos asiáticos están condicionados por esta palabra. Las personas religiosas también están condicionadas. A través de la meditación esperan encontrar algo que está más allá de la existencia diaria. Para encontrarlo, ellos emplean diversos métodos muy sutiles. Y también tienen la llamada concentración, que consiste en fijar la mente en una idea, un pensamiento o un símbolo. Y hay también diversas formas de estímulos.
Todo esto tiende a expandir la conciencia más y más a través de la voluntad, el esfuerzo, la concentración o la determinación. Y, mediante esta expansión de la conciencia, uno espera llegar a un estado diferente, a una nueva dimensión. O espera llegar a un punto donde la mente consciente no puede arribar.
También suele uno tomar muchas drogas, incluyendo el LSD, que provoca momentos de estímulo tremendo a todo el sistema nervioso. En esos estados uno experimenta cosas extraordinarias, sea a través del estímulo, la concentración, la disciplina, el hambre o el ayuno. Si uno ayuna durante varios días, evidentemente suceden cosas muy particulares. Y si uno toma drogas esto hace que, de momento, su cuerpo sea extraordinariamente sensible, muy sensitivo. Usted ve colores especialmente extraordinarios como nunca antes los vio y ve las cosas con tanta claridad que no hay espacio entre usted y la cosas. Todo esto está sucediendo, bajo diversas formas, a través del mundo entero.
También tenemos la repetición de palabras y el recitado de oraciones por parte de los religiosos para que la mente se calme y se aquiete. Pero, evidentemente, nada de esto es meditación. Para meditar de verdad hay que dejar de lado todas esas cosas, externas e internas.
 El meditador tiene que ir dejando todo eso porque cuanto más practique una disciplina demasiado rigurosa, más mecanizada se irá haciendo su mente. Este proceso, rutinario y mecanizante, en cierto modo aquieta la mente pero no es la quietud de la energía de la comprensión.
Vamos pues a proseguir inquiriendo si es de algún modo posible liberar la mente de lo conocido. No solamente de lo conocido que data de mil años, sino también del ayer, es decir de la memoria. Esto no quiere decir que olvidemos la calle o el camino de la casa donde vivimos, o el conocimiento tecnológico adquirido. Uno debe saber todo eso pues es esencial, sino no podríamos vivir.
Estamos hablando de cosas que están a un nivel más profundo, al nivel profundo donde la imagen está siempre activa. La imagen, que es lo conocido, está funcionando continuamente. Y estamos hablando de si es posible que la mente se vacíe de esa imagen y que se vacíe también del creador de esa imagen, que es el propio observador. El vaciarse de todo eso, de todo lo conocido, es la meditación.
Se ve muy claramente que, solo cuando la imagen, que es conocimiento, pensamiento, emoción, no interfiere puede uno ver y comprender de verdad. Eso nos puede suceder a cualquiera de nosotros. El verdadero comprender es acción, no idea, solo que una acción diferente de la que conocemos, la cual es la acción proveniente de la imagen, de lo conocido.
Estoy hablando de una comprensión que es acción, pero que solo tiene lugar si la mente está completamente quieta y libre de todo condicionamiento. Y esta mente quieta y tranquila no se puede conseguir a través de un gran esfuerzo o la repetición sistemática de una disciplina.
La verdadera meditación es la que uno puede hacer cuando expulsa o saca de su mente todos sus contenidos de conocimiento, cuando uno se libera por completo de la atención voluntaria, sea sentado en un autobús, paseando por la calle, contemplando un paisaje. No hace falta concentrarse con todo en una técnica respiratoria determinada u otras normas demasiado precisas. La meditación, como el misterio de la vida, está más allá de eso, más allá de cualquier imagen y más allá de cualquier actividad centrada en uno mismo.
La meditación se extiende en un campo amplificado que jamás puede ser medido a través de lo conocido. El vaciamiento de la mente solo puede tener lugar de un modo no verbal y solo cuando ya no hay observador ni observado. Todo esto exige una gran atención (profunda), un tremendo estado de alerta que no es concentración sino apertura. Es un simple observar sin elección. La elección tiene lugar solo cuando hay confusión, nunca cuando hay claridad.
Así pues, ese estado de mente alerta tiene lugar cuando no debemos elegir nada y cuando somos conscientes que todas las elecciones son conflictivas y producto de deseos opuestos y esfuerzos por anular uno de ellos. La mente alerta observa, simplemente, este movimiento contradictorio que está en casi todos los actos de nuestra vida.
Ese estado de alerta, con la mente vaciada de todas las experiencias que ella ha tenido, es la meditación. Pero uno solamente puede vaciarse de las experiencias cuando se hace consciente de cada una de ellas, cuando uno ve todo su contenido, sin crítica ni elección alguna. En consecuencia la experiencia se desvanece y no quedan huellas de ella, a diferencia de lo que ocurre cotidianamente, en que muchas experiencias quedan grabadas como una herida, incluso a la que hay que recordar, reconocer y conservar.
La meditación entonces es un proceso muy arduo que exige una atención intensa y sostenida para provocar un descubrir por si mismo que no es búsqueda ni experiencia.
La meditación ocurre cuando la mente está quieta por completo y su arte consiste precisamente en eso, aquietar la mente, sin necesidad de sugestión ni hipnosis. Cuando la mente está realmente calma y tranquila se producen una cualidad y una dimensión diferentes. Entonces uno está más allá de toda búsqueda porque no hay qué buscar. La mente se llena de luz y ya no busca...encuentra, se encuentra. Por consiguiente ya no hay maestro ni discípulo. El maestro y el discípulo se funden...y esto da una gran libertad para investigar...hacia dentro de uno "mismo”.      

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario