La noción de musicoterapia
ha sido aceptada dentro del vocabulario médico en tiempos relativamente
recientes. Sin embargo, los efectos benéficos que puede ejercer la música sobre
la salud humana son conocidos desde hace siglos.
En las principales ciudades del mundo actual
ya existen centros de musicoterapia que brindan atención especializada a
enfermos físicos y mentales, teniendo como fundamento el poder efectivo e
inductivo de la música cuando se emplea con fines terapéuticos.
Tratamientos de
este tipo se han aplicado con éxito tanto en pacientes psicóticos cuanto en
neuróticos, angustiados, estresados o agotados por exceso de trabajo o tensiones.
También se han
obtenido resultados alentadores en niños tímidos, introvertidos en exceso,
inestables o disminuidos físicamente. Es que no puede negarse que la música,
esa expresión artística que conjuga sensibilidad con inspiración e imaginación,
es una fuerza muy poderosa que puede llegar a incidir - y de hecho llega e
incide - en la dinámica de los procesos psíquicos más profundos.
La música está
presente en toda la vida de las personas y, desde aquellas amorosas canciones
de cuna hasta las marchas fúnebres, puede decirse que acompaña al hombre en
todos sus momentos, desde los más sagrados hasta los más profanos y tampoco
falta en la mayoría de los actos rituales, los cuales pareciera que, sin
música, no son lo que debieran ser.
Obviamente que,
partiendo del punto de vista de la salud humana, la música ejerce un predominio
que depende de muchos factores, empezando por su calidad y siguiendo por el
modo de emplearla.
Cabe también
aclarar, de entrada, que ciertos ritmos como el rock u otros de tipo
afro-tropical, en vez de provocar o conducir hacia la distensión y el
relajamiento emocional y mental, estimulan inversamente a la psiquis dando
impulso a los instintos reprimidos por la conciencia y fomentan ciertos
comportamientos agresivos.
La influencia
positiva y terapéutica de la música es una complicada cuestión, condicionada
por la estructura y las funciones del sistema nervioso central y el sistema
neurovegetativo, las glándulas de secreción interna y los propios órganos
internos del cuerpo humano.
Todo ello se
conjuga, en una compleja "construcción", con la obra musical, con su
melodía, su armonía, su ritmo, el timbre y la disposición psíquica particular
del paciente.
La música, según
esas características señaladas, puede poner en movimiento o bloquear la
sensibilidad emocional del sujeto, su memoria, su imaginación, sus
representaciones mentales y hasta sus contenidos ideicos.
El terapeuta que
utiliza la música como método de tratamiento debe saber con exactitud cuándo y
cómo debe reforzar o debilitar, según sea necesario, esas cualidades inherentes
al ser.
La musicoterapia
constituye un método para liberar a las personas de situaciones de angustia,
tristeza, duda, a través de la inducción de ciertos estados emocionales que
influyen correctivamente sobre el ánimo deteriorado.
Se ha demostrado
científicamente que la música puede ejercer acciones sobre diversos órganos y
sistemas, como el ritmo cardíaco, la tensión arterial, la secreción de los
jugos gástricos e intestinales, la tonicidad muscular, el funcionamiento de las
glándulas sudoríparas, el equilibrio térmico de la piel, etcétera.
Las experiencias
obtenidas demuestran que la musicoterapia es útil en situaciones que afectan
profundamente al enfermo, produciendo en él sentimientos de angustia por el
destino de su vida, temores y fobias a ciertas situaciones inconscientemente
traumáticas, miedo a la impotencia, la invalidez o la soledad.
Los sitios de
aplicación de la musicoterapia deben ser los mismos en que comienza y transcurre
el proceso de enfermedad y curación del hombre tratado.
En todos los individuos del género humano,
aún en ciertos discapacitados profundos, existen fuerzas creadoras y de
imaginación que habitualmente no son utilizadas.
La música y el color influyen poderosamente
para el desarrollo de estas fuerzas. En el trascendental reino de la
imaginación, los niños siempre encuentran soluciones creadoras.
En cambio los adultos, con una mente mucho
más mecanizada, encuentran dificultades para transitar ese gigantesco sendero
que lleva hacia el centro de las facultades de crear, el hemisferio derecho del
cerebro humano.
Los niños, en sus
primeros años de vida, se conectan con toda facilidad con sus áreas cerebrales
creativas pero, apenas comienzan sus estudios sistemáticos, es decir la escuela
primaria, dejan o son obligados a abandonar eso que se llama "pensamiento
mágico" para introducirse en el mundo de la lógica, las
reglamentaciones, las obligaciones y el miedo.
Un miedo, en
especial hacia los adultos, representado por sus padres y sus educadores, que
hace que esa imaginación que se mostraba brillante termine perdida en el fondo
del subconsciente, por lo general cargada de culpas y de más miedos.
La música y el
color son los dos grandes ayudantes para romper ese círculo del miedo
inconsciente a la falta y de ahí a la culpa. Con la música y el color se puede
crear el "sueño o ensueño a voluntad", que es un
mecanismo muy importante para conectarnos con nosotros mismos, o con esa parte
de nuestro ser que hemos escondido en un freezer por temores que provienen de
la "realidad".
En las antiguas
culturas se observaban conexiones entre música, canción y curaciones, a veces
en medio de ritos cargados de contenidos simbólicos.
Egipcios, griegos
y persas, entre otros, aluden en sus leyendas a curaciones que hoy podrían
calificarse de "milagrosas", provocadas por medio de la
música.
Se dice, por
ejemplo, que Herófilo, médico del famoso conquistador Alejandro Magno,
regulaba la tensión arterial de acuerdo a una escala musical propia que él
confeccionaba en consonancia con la edad del paciente.
Demócrito, por su
parte, afirmaba que las picaduras de serpientes muy venenosas podían curarse
con música de flauta tocada en forma hábil y melodiosa.
De todo esto se
desprende que, la musicoterapia tal como hoy es entendida y practicada, no es
tan moderna que digamos, pese a lo cual su trascendencia
sigue siendo relativamente limitada.
Ultimamente, se ha
hablado mucho de las alteraciones en los estados de conciencia que se pueden
provocar a partir de cambios en la frecuencia respiratoria.
Pero se ha
descubierto también que la música y ciertos sonidos poseen capacidad propia
para provocar modificaciones en los ritmos de las ondas cerebrales.
Ciertas pautas
sónicas pueden generar per-se ondas cerebrales alfa. Cuando uno escucha una
melodía, o una sinfonía, el cuerpo también está presente en ese proceso y
tiende a seguir el ritmo.
No hace falta una
concentración profunda en lo que está ocurriendo, sino que debe dejarse que se
produzca como una sintonía automática y sincrónica con la música.
De esa manera, el
efecto de la música se irá convirtiendo en una especie de "masaje
sónico" que ayudará a eliminar las tensiones provocadas por una
vida cotidiana cargada de estrés y ansiedad.
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