miércoles, 19 de septiembre de 2012

Jòvenes con ideales.Jòvenes sin ideas


A mitad de los años ´60 la juventud en la Argentina se debatía entre dilemas ideológicos y el temor a la represión por parte de autoridades militares poco o nada tolerantes de sus actividades.
Los que terminaban el ciclo secundario y se preparaban para el ingreso a las universidades eran tentados por muchas agrupaciones de izquierda combativa, que se autodenominaban grupos como Movimiento de Unidad Reformista (MUR), o Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combativa (TUPAC), los que como agrupaciones estudiantiles tenían bastante contacto con las entidades gremiales que también se oponían a los regímenes de facto.
En Córdoba capital, por ejemplo muchos jóvenes salieron a menudo a las calles a protestar y tuvieron incluso una participación significativa en el más grande movimiento popular de la década, que fue el “Cordobazo” a fines de mayo de 1969, una verdadera crisis de explosión gremial, estudiantil y popular.
También en reiteradas ocasiones los estudiantes universitarios y de los últimos años del secundario hicieron oír sus juveniles voces de protesta en las tomas simbólicas y efectivas del Hospital Nacional de Clínicas y otros recintos universitarios.
Incluso el nombre del estudiante Santiago Pampillón, muerto en una revuelta callejera, en pleno centro de la “Docta”, fue un emblema y un símbolo de aquellos años de lucha estudiantil.
Pero lo más importante de destacar es el compromiso ideológico que mostraban los jóvenes con las grandes causas populares, siendo para muchos de ellos, esos ideales, la brújula que orientaba sus pensamientos y sus acciones, en la vida que empezaba a despuntar en sus cuerpos.
Cuando retornó al país por unos pocos años la Democracia, ya en los albores de la década de los `70, las juventudes políticas tuvieron una participación muy activa, sobre todo al combatir la tendencia burocrática y conservadora de muchos de sus mayores y también de los sindicalistas, enarbolando las banderas de la lucha armada.
Los jóvenes izquierdistas se identificaban con los principios de la Revolución Cubana, admiraban ciegamente a Ernesto “Che” Guevara como líder de una extensión sudamericana de lo que Fidel Castro hizo en la isla del Caribe y también se imbuían de lo que pregonaban escritos como los del intelectual francés preso en Bolivia, Regis Debray.
A Juan Domingo Perón, en su último gobierno, le costó muchísimo querer domar a la JP (Juventud Peronista) francamente hostil al entorno que rodeaba al viejo líder de las masas argentinas, en especial los amigos de su esposa María Estela Martínez, Francisco Lastiri y José López Rega, este último un ministro del Poder Ejecutivo que ejerció Martínez de Perón, de triste recordación al haber creado la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), una banda de asesinos que implantó lo que luego sería el terrorismo de Estado.
Cuando se produce, en marzo de 1976, el golpe militar que derroca a la viuda de Perón y se implanta la dictadura más sangrienta de nuestra historia, la juventud fue el sector social más castigado por los genocidas y su sangre joven regó los mataderos y lugares de torturas.
Por eso, cuando pasó la pesadilla absolutista y en 1983 se reimplantó la Democracia, con más esperanzas que con otros atributos, nuevamente las juventudes políticas fueron el nervio motor de los partidos principales y un ejemplo a seguir por otros tantos jóvenes que, por miedo o lo que fuera, habían permanecido callados en los años anteriores.
Esos primeros cinco o diez años de Democracia que poco a poco se iba consolidando le dieron a los jóvenes una ilusión y la posibilidad de hacer sentir no solo sus opiniones sino también su peso específico en la nueva política nacional.
Los jóvenes de la derecha, que habían estado silenciosos o fueron indiferentes, en los años en que los militantes de la izquierda movilizaban la lucha subversiva, encontraron también sus canales de expresión y formaron agrupaciones universitarias apoyando a un naciente neoliberalismo, orientado por viejos conservadores o peronistas alineados en el liderazgo de Carlos Saúl Menem, en los años ´90.
El ejemplo más típico de esto fue el UPAU, grupo estudiantil representante de las ideas de la UCD (Unión de Centro Democrático) orientada por Alvaro Alzogaray, un ex Ministro de Economía del desarrollista Arturo Frondizi, devenido en neoliberal y asociado finalmente al menemismo.
Los jóvenes del UPAU alcanzaron representación importante en distintos estamentos estudiantiles de la Universidad Nacional de Córdoba, en aquellos años y dieron una muestra de que todas las ideas políticas podían convivir en democracia, con respeto de unos hacia otros.
Sin embargo, ya en la segunda mitad de los ´90, después del primer gobierno menemista, los jóvenes argentinos dejaron de interesarse por la política.
Se cayeron sus banderas de liberación o dependencia, sus ideales de justicia social, de igualdad ante la ley y de tantas otras cosas.
Las juventudes políticas dejaron de ser un brazo fuerte y ejecutor de los distintos partidos, para ir perdiéndose en las sombras de la indiferencia. Como por arte de magia dejaron de aparecer líderes políticos surgidos de las filas de las juventudes partidarias y se afianzaron cada vez más los de una generación intermedia que hoy son aquellos políticos que llevan más de veinte años alimentándose del seno del Estado y que han pasado por todos los cargos políticos imaginables (concejales, diputados, senadores, vicegobernadores, intendentes, gobernadores y presidentes).
¿Y los jóvenes?....Y los jóvenes, sin ideales que defender, sin luchas en las cuales enrolarse, cada vez menos considerados por los de mayor edad, esos jóvenes empezaron a desentenderse de la política y a olvidarse de lo que años atrás tanto los apasionaba.
La caída del comunismo, la desaparición de líderes mundiales como Mao Tse Tung, el afianzamiento de un mundo globalizado y dirigido por Estados Unidos, creó condiciones geopolíticas totalmente nuevas y en ellas los jóvenes argentinos se borraron de todo, especialmente en lo que habían sido sus intereses por la cosa pública.
Se entró en una nueva etapa, donde los grandes conciertos de música popular, la banalización, el consumismo y la televisión superficial, acapararon la atención de los más chicos y a éstos dejó de importarles si Juan Manuel de Rozas fue un patriota o un tirano, o si Domingo Faustino Sarmiento fue el gran educador o el mayor “vendepatria”.
Los de mi generación, que hoy transita la sexta década de vida, cuando terminábamos la escuela primaria nos dividíamos entre rozistas y sarmientistas y discutíamos y debatíamos esas ideas. Después fueron peronistas y antiperonistas, de izquierda y de derecha, pero teníamos algo que defender y algo por qué luchar.
Hoy los jóvenes son absolutamente apáticos, están descreídos de la política y si alguno participa de algo lo hace no por vocación ideológica o de corazón sino esperando algún tipo de recompensa material.
Se cayó el interés de los jóvenes por mejorar el país, se murió el deseo de una constante reforma universitaria que fuera actualizando de manera permanente el desarrollo de su cultura.
Los jóvenes de hoy discuten sobre música muy popular, sentida pero no pensada, sobre ropa, modas, patinetas o botitas y siguen a muerte una televisión vacía y tilinga.
Hemos sufrido, desgraciadamente para mí, en los últimos años, una metamorfosis que nos llevó de jóvenes con ideales a jóvenes sin ideas y, si bien no se puede ni se debe generalizar, una gran mayoría de jóvenes perdió interés en las actividades del pensamiento para entregarse a otros placeres del sensorio.
Esto es particularmente grave si se tiene en cuenta que los jóvenes representan el futuro, la esperanza y la posibilidad a largo plazo de cualquier nación o país.
De manera que, entiendo que alguien tiene que tomar la iniciativa y tratar de arrimar nuevamente a la gente joven a una línea de pensamiento, a una ideología política, a una creencia en un mundo mejor, que no será para nosotros, los más viejos, sino para ellos, los más jóvenes.
La vida no es estar en el mundo cien años, pero tampoco consiste en mirar las cosas pasar sin involucrarse en nada, descreyendo de todo, perdiendo la fe en el porvenir y la esperanza de un mañana mejor.
Tema de discusión y reflexión para los psicólogos sociales y sociólogos lo que pasó en nuestro país y la forma como los jóvenes argentinos dejaron de preocuparse por los grandes temas nacionales para caer víctimas de un consumismo a ultranza, vacío de todo contenido y carente por sobre todas las cosas de pensamiento.
Tenemos que buscar entre todos la manera de interactuar con las generaciones más recientes y hacerles ver que el mundo del mañana les pertenece a ellos y no a nosotros.


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