A mitad de los
años ´60 la juventud en la
Argentina se debatía entre dilemas ideológicos y el temor a
la represión por parte de autoridades militares poco o nada tolerantes de sus
actividades.
Los que
terminaban el ciclo secundario y se preparaban para el ingreso a las
universidades eran tentados por muchas agrupaciones de izquierda combativa, que
se autodenominaban grupos como Movimiento de Unidad Reformista (MUR), o
Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combativa (TUPAC), los que
como agrupaciones estudiantiles tenían bastante contacto con las entidades
gremiales que también se oponían a los regímenes de facto.
En Córdoba
capital, por ejemplo muchos jóvenes salieron a menudo a las calles a protestar
y tuvieron incluso una participación significativa en el más grande movimiento
popular de la década, que fue el “Cordobazo” a fines de mayo de 1969, una
verdadera crisis de explosión gremial, estudiantil y popular.
También en
reiteradas ocasiones los estudiantes universitarios y de los últimos años del
secundario hicieron oír sus juveniles voces de protesta en las tomas simbólicas
y efectivas del Hospital Nacional de Clínicas y otros recintos universitarios.
Incluso el
nombre del estudiante Santiago Pampillón, muerto en una revuelta callejera, en
pleno centro de la “Docta”, fue un emblema y un símbolo de aquellos años de
lucha estudiantil.
Pero lo más
importante de destacar es el compromiso ideológico que mostraban los jóvenes
con las grandes causas populares, siendo para muchos de ellos, esos ideales, la
brújula que orientaba sus pensamientos y sus acciones, en la vida que empezaba
a despuntar en sus cuerpos.
Cuando retornó
al país por unos pocos años la
Democracia, ya en los albores de la década de los `70, las
juventudes políticas tuvieron una participación muy activa, sobre todo al
combatir la tendencia burocrática y conservadora de muchos de sus mayores y
también de los sindicalistas, enarbolando las banderas de la lucha armada.
Los jóvenes
izquierdistas se identificaban con los principios de la Revolución Cubana,
admiraban ciegamente a Ernesto “Che” Guevara como líder de una extensión
sudamericana de lo que Fidel Castro hizo en la isla del Caribe y también se
imbuían de lo que pregonaban escritos como los del intelectual francés preso en
Bolivia, Regis Debray.
A Juan Domingo
Perón, en su último gobierno, le costó muchísimo querer domar a la JP (Juventud Peronista)
francamente hostil al entorno que rodeaba al viejo líder de las masas
argentinas, en especial los amigos de su esposa María Estela Martínez,
Francisco Lastiri y José López Rega, este último un ministro del Poder
Ejecutivo que ejerció Martínez de Perón, de triste recordación al haber creado la
Triple A (Alianza Anticomunista Argentina),
una banda de asesinos que implantó lo que luego sería el terrorismo de Estado.
Cuando se
produce, en marzo de 1976, el golpe militar que derroca a la viuda de Perón y
se implanta la dictadura más sangrienta de nuestra historia, la juventud fue el
sector social más castigado por los genocidas y su sangre joven regó los
mataderos y lugares de torturas.
Por eso, cuando
pasó la pesadilla absolutista y en 1983 se reimplantó la Democracia, con más
esperanzas que con otros atributos, nuevamente las juventudes políticas fueron
el nervio motor de los partidos principales y un ejemplo a seguir por otros
tantos jóvenes que, por miedo o lo que fuera, habían permanecido callados en
los años anteriores.
Esos primeros
cinco o diez años de Democracia que poco a poco se iba consolidando le dieron a
los jóvenes una ilusión y la posibilidad de hacer sentir no solo sus opiniones
sino también su peso específico en la nueva política nacional.
Los jóvenes de
la derecha, que habían estado silenciosos o fueron indiferentes, en los años en
que los militantes de la izquierda movilizaban la lucha subversiva, encontraron
también sus canales de expresión y formaron agrupaciones universitarias
apoyando a un naciente neoliberalismo, orientado por viejos conservadores o peronistas
alineados en el liderazgo de Carlos Saúl Menem, en los años ´90.
El ejemplo más
típico de esto fue el UPAU, grupo estudiantil representante de las ideas de la UCD (Unión de Centro
Democrático) orientada por Alvaro Alzogaray, un ex Ministro de Economía del
desarrollista Arturo Frondizi, devenido en neoliberal y asociado finalmente al
menemismo.
Los jóvenes del
UPAU alcanzaron representación importante en distintos estamentos estudiantiles
de la Universidad Nacional
de Córdoba, en aquellos años y dieron una muestra de que todas las ideas
políticas podían convivir en democracia, con respeto de unos hacia otros.
Sin embargo, ya
en la segunda mitad de los ´90, después del primer gobierno menemista, los
jóvenes argentinos dejaron de interesarse por la política.
Se cayeron sus
banderas de liberación o dependencia, sus ideales de justicia social, de
igualdad ante la ley y de tantas otras cosas.
Las juventudes
políticas dejaron de ser un brazo fuerte y ejecutor de los distintos partidos,
para ir perdiéndose en las sombras de la indiferencia. Como por arte de magia
dejaron de aparecer líderes políticos surgidos de las filas de las juventudes
partidarias y se afianzaron cada vez más los de una generación intermedia que
hoy son aquellos políticos que llevan más de veinte años alimentándose del seno
del Estado y que han pasado por todos los cargos políticos imaginables
(concejales, diputados, senadores, vicegobernadores, intendentes, gobernadores
y presidentes).
¿Y los
jóvenes?....Y los jóvenes, sin ideales que defender, sin luchas en las cuales
enrolarse, cada vez menos considerados por los de mayor edad, esos jóvenes
empezaron a desentenderse de la política y a olvidarse de lo que años atrás
tanto los apasionaba.
La caída del
comunismo, la desaparición de líderes mundiales como Mao Tse Tung, el
afianzamiento de un mundo globalizado y dirigido por Estados Unidos, creó
condiciones geopolíticas totalmente nuevas y en ellas los jóvenes argentinos se
borraron de todo, especialmente en lo que habían sido sus intereses por la cosa
pública.
Se entró en una
nueva etapa, donde los grandes conciertos de música popular, la banalización,
el consumismo y la televisión superficial, acapararon la atención de los más
chicos y a éstos dejó de importarles si Juan Manuel de Rozas fue un patriota o
un tirano, o si Domingo Faustino Sarmiento fue el gran educador o el mayor “vendepatria”.
Los de mi
generación, que hoy transita la sexta década de vida, cuando terminábamos la
escuela primaria nos dividíamos entre rozistas y sarmientistas y discutíamos y
debatíamos esas ideas. Después fueron peronistas y antiperonistas, de izquierda
y de derecha, pero teníamos algo que defender y algo por qué luchar.
Hoy los jóvenes
son absolutamente apáticos, están descreídos de la política y si alguno
participa de algo lo hace no por vocación ideológica o de corazón sino
esperando algún tipo de recompensa material.
Se cayó el
interés de los jóvenes por mejorar el país, se murió el deseo de una constante
reforma universitaria que fuera actualizando de manera permanente el desarrollo
de su cultura.
Los jóvenes de
hoy discuten sobre música muy popular, sentida pero no pensada, sobre ropa, modas,
patinetas o botitas y siguen a muerte una televisión vacía y tilinga.
Hemos sufrido,
desgraciadamente para mí, en los últimos años, una metamorfosis que nos llevó
de jóvenes con ideales a jóvenes sin ideas y, si bien no se puede ni se debe
generalizar, una gran mayoría de jóvenes perdió interés en las actividades del
pensamiento para entregarse a otros placeres del sensorio.
Esto es
particularmente grave si se tiene en cuenta que los jóvenes representan el
futuro, la esperanza y la posibilidad a largo plazo de cualquier nación o país.
De manera que,
entiendo que alguien tiene que tomar la iniciativa y tratar de arrimar
nuevamente a la gente joven a una línea de pensamiento, a una ideología
política, a una creencia en un mundo mejor, que no será para nosotros, los más
viejos, sino para ellos, los más jóvenes.
La vida no es
estar en el mundo cien años, pero tampoco consiste en mirar las cosas pasar sin
involucrarse en nada, descreyendo de todo, perdiendo la fe en el porvenir y la
esperanza de un mañana mejor.
Tema de
discusión y reflexión para los psicólogos sociales y sociólogos lo que pasó en
nuestro país y la forma como los jóvenes argentinos dejaron de preocuparse por
los grandes temas nacionales para caer víctimas de un consumismo a ultranza,
vacío de todo contenido y carente por sobre todas las cosas de pensamiento.
Tenemos que
buscar entre todos la manera de interactuar con las generaciones más recientes
y hacerles ver que el mundo del mañana les pertenece a ellos y no a nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario