miércoles, 19 de septiembre de 2012

La naranja mecànica y los jòvenes abusadores


La naranja mecánica (“A clockwork orange”), fue una novela impactante de comienzos de los años ’60, escrita por Anthony Burguess. Este relato en primera persona apareció en su primera edición en idioma inglés en el año 1962 y está referido fundamentalmente al tema de la violencia en los adolescentes varones de esa época.
Alex, el personaje central de la trama, es un joven de 16 años, lo que hace presumir que nació en el año 1946, o sea que formó parte de la generación que llegó a la vida inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, que azotó al mundo entre 1939 y 1945.
Es muy importante este detalle porque los jóvenes nacidos inmediatamente después de la conflagración bélica formaron parte de una generación muy especial a la que se dio el nombre de “baby boomers”.
Ello fue debido a que apenas terminada la guerra y dada a enorme cantidad de muertos que la misma produjo, los gobiernos de Inglaterra, Francia y otros países europeos, como también Estados Unidos, promovieron que todas las parejas tuvieran hijos, para lo cual se establecieron distintos tipos de incentivos, fenómeno que se llamó “baby boom”.
De esa forma, entre 1946 y 1948 se produjeron numerosos nacimientos en los países que habían sido desvastados por la guerra y, los niños que vieron la luz por esos años, a comienzos de la década del ‘60 eran ya adolescentes.
Pero la guerra no dejó como consecuencia solo un altísimo número de muertos, la guerra trajo consigo una dura crisis económica que se prolongó mucho tiempo más. En consecuencia, los padres de estos chicos tuvieron que trabajar muchas horas al día, tanto el padre como la madre, de manera que una gran parte de estos “baby boomers” fueron chicos que se criaron prácticamente solos o viendo muy poco tiempo a sus padres, pasando gran parte de sus horas solos en la casa viendo televisión o escuchando música.
La escena que pinta el autor de La naranja mecánica es la de un matrimonio que trabajan ambos y están casi todo el día fuera del hogar, teniendo un contacto mínimo con su único hijo, del cual desconocen sus actividades, amistades y tampoco saben muy bien qué es lo que hace.
Alex es un emergente de esa generación que, como tantos jóvenes ingleses, porque el libro está escenificado en Inglaterra, se crió prácticamente solo, adquirió un gusto fanático por la música clásica y desarrolló un comportamiento antisocial, violento y psicológicamente perverso.
Otra de las características que presentaron los “baby boomers” fue su tendencia a agruparse en pequeños grupos, de cuatro a cinco individuos, llamados “gangs”. En este caso, el gang de Alex lo componen él como líder y sus amigos Lerdo, Pete y Georgie.
El escenario en el cual ellos se desplazan son las calles de Londres, en ciertos lugares periféricos, en especial bares nocturnos, bibliotecas populares y toman como objeto de robo los domicilios particulares.
En todo momento, los jóvenes muestran violencia extrema y maldad, problema real que padeció Inglaterra en esos años con estos jóvenes a los que se denominó “insanos morales” (o afectos de “moral insanity”).
El texto del libro muestra el egoísmo de estos jóvenes que solo buscan su diversión a través del sufrimiento provocado, golpeando a personas indefensas, violando a las mujeres, destruyendo vagones de tren, robando autos y destrozándolos, todo lo cual sin el más mínimo remordimiento ni cargo de conciencia.
Frente a esa situación, la policía y las dependencias gubernamentales intentaron aplicar correctivos que fueron desde las instituciones específicas, como los reformatorios, hasta los establecimientos carcelarios.
Alex pasa por el reformatorio, se ve que ha salido del mismo y que tiene alguien que supervisa pero no muy de cerca su comportamiento.
Sabe que el paso siguiente será la cárcel, pero no le importa y deposita toda su identidad en el gang, o sea el grupo de cuatro personas que conforma con sus amigos. Pero entre ellos hay envidias y más de una vez debe batirse en combate personal para reafirmar su liderazgo.
Sin embargo, basta el primer paso en falso para que sus amigos lo traicionen y lo dejen solo, cayendo en manos de la policía que, frente a sus antecedentes, no ve otra salida que la cárcel, porque ya no se trata solamente de un simple delincuente sino de un peligroso criminal.
Ya en esta situación, su convivencia con malvivientes de suma peligrosidad lo lleva a adoptar comportamientos más agresivos y crueles. En la cárcel vuelve a matar, más por descarga de violencia que por instinto asesino, pero sus compañeros de celda también lo traicionan y lo responsabilizan de otra muerte.
Pero bien, mas allá de la trama específica de esta novela, en la Inglaterra de los años 60 hubo muchos casos de este tipo y para ellos fue que se creó lo que se pensó que podía ser un método terapéutico aplicable a los “insanos morales”.
Tal método, llamado “de Ludovico” en el libro, consistía en provocar un reflejo condicionado psicológico de manera que, cada vez que estos jóvenes delincuentes antisociales tuvieran que enfrentarse a una situación de violencia o maldad se produjera en su cuerpo una reacción física de asco y repugnancia que bloqueara el impulso agresivo.
Para provocar ese reflejo condicionado atormentaban la mente del sujeto con escenas de torturas, crímenes, violaciones, sangre y todo lo que pudiera crear imágenes horribles que se grabaran a fuego en sus mentes.
El mismo método fue utilizado también como tortura con agentes secretos, espías o prisioneros de guerra en distintas partes del mundo. Y todavía en la actualidad lo utilizan algunas sectas que trabajan con la psicología de sus miembros, generando repulsiones fanáticas.
En el caso de Alex, el método parece dar resultado en cuanto a quitarle de la mente sus pensamientos malvados e incluso todo aquello ligado a los mismos, como su afecto por la música clásica, generándole un reflejo de asco que le impide ejercer acciones violentas.
Pero su retorno a la vida cotidiana muestra en esta nueva fase a un ser indefenso frente a una sociedad que también ha desarrollado una maldad represora tan o más mala que la anterior, incorporando inclusive entre sus miembros represores a quienes antes habían sido asesinos o violadores, como ocurre con dos de los comañeros de Alex, devenidos policías.
Los mismos ancianos que antes habían sido burlados y agredidos por Alex, al verlo indefenso, lejos de compadecerse de él tratan de destruirlo a golpes. Su familia, que nunca se ocupó mayormente de su persona, llenó su lugar en la casa con un pensionista al que le alquilaron la pieza, lo que muestra las dimensiones de la crisis económica, de modo que cuando Alex retorna al hogar había perdido en este toda su identidad.
La situación de la violencia juvenil se convirtió en un tema de discusión política y los opositores al gobierno utilizaron el argumento de los métodos crueles que se aplicaban con los “insanos morales” como elemento de oposición y defensa de la libertad humana, pero todo ello cargado de una alta dosis de falsedad.
Incapaz de adaptarse a esta nueva situación, habiendo pasado de agresor a agredido, Alex decide quitarse la vida porque ya no puede soportar ni siquiera la música clásica que era su sustento afectivo. Y en un intento desesperado por matarse se arroja desde una ventana a la calle, pero la altura no era suficiente y en cambio de morir resulta con múltiples fracturas, lesiones internas y una semana de pérdida del conocimiento que, para él, fue como si hubiera durado un millón de años.
Una de las características de esos traumatismos craneanos severos con pérdida prolongada de la conciencia es que si la persona se recupera queda con una importante amnesia (pérdida de los recuerdos, de la memoria) en especial de los que se introdujeron en su mente más recientemente.
Por eso, al despertar ya no le queda nada en su mente de todo lo que le habían “introyectado” y lo primero que intenta hacer es invitar a la cama con él a la enfermera que lo cuidaba. Cuando le hablan de un nido de pájaros con huevos piensa en destruirlos, cuando le nombran un pavo real su deseo es hacerlo sufrir arrancándole todas las plumas, cuando aparecen sus padres los amenaza que si regresa al hogar él será quien establezca las pautas y así sucesivamente…
Cuando vuelve a escuchar la música clásica y siente y se da cuenta de que no está más el reflejo condicionado de repulsión, él mismo expresa “estoy curado”. Que significa lo mismo que decir…vuelvo a ser el mismo que era…
Moraleja, la violencia descarnada de los jóvenes de la segunda mitad del Siglo XX viene con muchos valores agregados. La obra literaria que comentamos, a título informativo y para hacer pensar un poco más tanto a padres como a jóvenes, fue solo una muestra.
Y un ejemplo muy parcial de una franja demasiado específica de la sociedad de post guerra, la cual, antes de olvidarse de los horrores vividos pocos años antes, muy pronto se embarcó en otra aventura sociológica muy desvastadora para numerosos grupos humanos, la llamada guerra fría.
Hemos hablado de jóvenes abusados de muchas maneras diferentes como una realidad de los tiempos postmodernos, pero también debemos aceptar la contracara de ello en lo que bien podríamos llamar los jóvenes abusadores, cuyas raíces entroncaríamos con el relato en novela que nos ocupa, mucho tiempo después de haber sido publicado y llevado al cine inclusive, con adaptación a la moderna técnica del DVD.
Los jóvenes abusadores que se imponen por la fuerza, que no saben de respeto a sus padres, que humillan a sus educadores y reniegan de las normas elementales y básicas de la convivencia social.
Los jóvenes que adoptan comportamientos bizarros y creen que son dueños de una verdad que no es otra cosa que la fantasía que ellos mismos tejen en su afán de diferenciarse de las generaciones anteriores a las que repudian.
Son los jóvenes sectarios, intolerantes, xenófobos y violentos por naturaleza y elección, porque carecen de ideas o discursos convencedores. Solo saben imponer su pensamiento y abroquelarse en el fanatismo, convencidos de que la verdad absoluta está centralizada en la ocurrencia perversa que les vino a la mente.
Por ese camino equivocado de la vida postmoderna transitan una gran cantidad de jóvenes de ambos sexos. No puedo afirmar si son mayoría o minoría, pero si que no son pocos ni pasan desapercibidos.
  













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