La naranja mecánica (“A
clockwork orange”), fue una novela impactante de comienzos de los años ’60,
escrita por Anthony Burguess. Este relato en primera persona apareció en su
primera edición en idioma inglés en el año 1962 y está referido
fundamentalmente al tema de la violencia en los adolescentes varones de esa
época.
Alex, el personaje
central de la trama, es un joven de 16 años, lo que hace presumir que nació en
el año 1946, o sea que formó parte de la generación que llegó a la vida
inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial, que azotó al mundo entre 1939 y 1945.
Es muy importante
este detalle porque los jóvenes nacidos inmediatamente después de la
conflagración bélica formaron parte de una generación muy especial a la que se
dio el nombre de “baby boomers”.
Ello fue debido a que
apenas terminada la guerra y dada a enorme cantidad de muertos que la misma
produjo, los gobiernos de Inglaterra, Francia y otros países europeos, como
también Estados Unidos, promovieron que todas las parejas tuvieran hijos, para
lo cual se establecieron distintos tipos de incentivos, fenómeno que se llamó
“baby boom”.
De esa forma, entre
1946 y 1948 se produjeron numerosos nacimientos en los países que habían sido
desvastados por la guerra y, los niños que vieron la luz por esos años, a
comienzos de la década del ‘60 eran ya adolescentes.
Pero la guerra no
dejó como consecuencia solo un altísimo número de muertos, la guerra trajo
consigo una dura crisis económica que se prolongó mucho tiempo más. En
consecuencia, los padres de estos chicos tuvieron que trabajar muchas horas al
día, tanto el padre como la madre, de manera que una gran parte de estos “baby
boomers” fueron chicos que se criaron prácticamente solos o viendo muy poco
tiempo a sus padres, pasando gran parte de sus horas solos en la casa viendo
televisión o escuchando música.
La escena que pinta
el autor de La naranja mecánica es la de un matrimonio que trabajan ambos y
están casi todo el día fuera del hogar, teniendo un contacto mínimo con su
único hijo, del cual desconocen sus actividades, amistades y tampoco saben muy
bien qué es lo que hace.
Alex es un emergente
de esa generación que, como tantos jóvenes ingleses, porque el libro está
escenificado en Inglaterra, se crió prácticamente solo, adquirió un gusto
fanático por la música clásica y desarrolló un comportamiento antisocial,
violento y psicológicamente perverso.
Otra de las
características que presentaron los “baby boomers” fue su tendencia a agruparse
en pequeños grupos, de cuatro a cinco individuos, llamados “gangs”. En este
caso, el gang de Alex lo componen él como líder y sus amigos Lerdo, Pete y
Georgie.
El escenario en el
cual ellos se desplazan son las calles de Londres, en ciertos lugares
periféricos, en especial bares nocturnos, bibliotecas populares y toman como
objeto de robo los domicilios particulares.
En todo momento, los
jóvenes muestran violencia extrema y maldad, problema real que padeció
Inglaterra en esos años con estos jóvenes a los que se denominó “insanos
morales” (o afectos de “moral insanity”).
El texto del libro
muestra el egoísmo de estos jóvenes que solo buscan su diversión a través del
sufrimiento provocado, golpeando a personas indefensas, violando a las mujeres,
destruyendo vagones de tren, robando autos y destrozándolos, todo lo cual sin
el más mínimo remordimiento ni cargo de conciencia.
Frente a esa
situación, la policía y las dependencias gubernamentales intentaron aplicar
correctivos que fueron desde las instituciones específicas, como los
reformatorios, hasta los establecimientos carcelarios.
Alex pasa por el
reformatorio, se ve que ha salido del mismo y que tiene alguien que supervisa
pero no muy de cerca su comportamiento.
Sabe que el paso
siguiente será la cárcel, pero no le importa y deposita toda su identidad en el
gang, o sea el grupo de cuatro personas que conforma con sus amigos. Pero entre
ellos hay envidias y más de una vez debe batirse en combate personal para
reafirmar su liderazgo.
Sin embargo, basta el
primer paso en falso para que sus amigos lo traicionen y lo dejen solo, cayendo
en manos de la policía que, frente a sus antecedentes, no ve otra salida que la
cárcel, porque ya no se trata solamente de un simple delincuente sino de un
peligroso criminal.
Ya en esta situación,
su convivencia con malvivientes de suma peligrosidad lo lleva a adoptar
comportamientos más agresivos y crueles. En la cárcel vuelve a matar, más por
descarga de violencia que por instinto asesino, pero sus compañeros de celda
también lo traicionan y lo responsabilizan de otra muerte.
Pero bien, mas allá
de la trama específica de esta novela, en la Inglaterra de los años
60 hubo muchos casos de este tipo y para ellos fue que se creó lo que se pensó
que podía ser un método terapéutico aplicable a los “insanos morales”.
Tal método, llamado “de
Ludovico” en el libro, consistía en provocar un reflejo condicionado
psicológico de manera que, cada vez que estos jóvenes delincuentes antisociales
tuvieran que enfrentarse a una situación de violencia o maldad se produjera en
su cuerpo una reacción física de asco y repugnancia que bloqueara el impulso
agresivo.
Para provocar ese
reflejo condicionado atormentaban la mente del sujeto con escenas de torturas,
crímenes, violaciones, sangre y todo lo que pudiera crear imágenes horribles
que se grabaran a fuego en sus mentes.
El mismo método fue
utilizado también como tortura con agentes secretos, espías o prisioneros de
guerra en distintas partes del mundo. Y todavía en la actualidad lo utilizan
algunas sectas que trabajan con la psicología de sus miembros, generando
repulsiones fanáticas.
En el caso de Alex,
el método parece dar resultado en cuanto a quitarle de la mente sus
pensamientos malvados e incluso todo aquello ligado a los mismos, como su
afecto por la música clásica, generándole un reflejo de asco que le impide
ejercer acciones violentas.
Pero su retorno a la
vida cotidiana muestra en esta nueva fase a un ser indefenso frente a una
sociedad que también ha desarrollado una maldad represora tan o más mala que la
anterior, incorporando inclusive entre sus miembros represores a quienes antes
habían sido asesinos o violadores, como ocurre con dos de los comañeros de
Alex, devenidos policías.
Los mismos ancianos
que antes habían sido burlados y agredidos por Alex, al verlo indefenso, lejos
de compadecerse de él tratan de destruirlo a golpes. Su familia, que nunca se
ocupó mayormente de su persona, llenó su lugar en la casa con un pensionista al
que le alquilaron la pieza, lo que muestra las dimensiones de la crisis
económica, de modo que cuando Alex retorna al hogar había perdido en este toda
su identidad.
La situación de la
violencia juvenil se convirtió en un tema de discusión política y los
opositores al gobierno utilizaron el argumento de los métodos crueles que se
aplicaban con los “insanos morales” como elemento de oposición y defensa de la
libertad humana, pero todo ello cargado de una alta dosis de falsedad.
Incapaz de adaptarse
a esta nueva situación, habiendo pasado de agresor a agredido, Alex decide quitarse
la vida porque ya no puede soportar ni siquiera la música clásica que era su
sustento afectivo. Y en un intento desesperado por matarse se arroja desde una
ventana a la calle, pero la altura no era suficiente y en cambio de morir
resulta con múltiples fracturas, lesiones internas y una semana de pérdida del
conocimiento que, para él, fue como si hubiera durado un millón de años.
Una de las
características de esos traumatismos craneanos severos con pérdida prolongada
de la conciencia es que si la persona se recupera queda con una importante
amnesia (pérdida de los recuerdos, de la memoria) en especial de los que se
introdujeron en su mente más recientemente.
Por eso, al despertar
ya no le queda nada en su mente de todo lo que le habían “introyectado” y lo
primero que intenta hacer es invitar a la cama con él a la enfermera que lo
cuidaba. Cuando le hablan de un nido de pájaros con huevos piensa en
destruirlos, cuando le nombran un pavo real su deseo es hacerlo sufrir
arrancándole todas las plumas, cuando aparecen sus padres los amenaza que si
regresa al hogar él será quien establezca las pautas y así sucesivamente…
Cuando vuelve a
escuchar la música clásica y siente y se da cuenta de que no está más el
reflejo condicionado de repulsión, él mismo expresa “estoy curado”. Que
significa lo mismo que decir…vuelvo a ser el mismo que era…
Moraleja, la
violencia descarnada de los jóvenes de la segunda mitad del Siglo XX viene con
muchos valores agregados. La obra literaria que comentamos, a título
informativo y para hacer pensar un poco más tanto a padres como a jóvenes, fue
solo una muestra.
Y un ejemplo muy
parcial de una franja demasiado específica de la sociedad de post guerra, la
cual, antes de olvidarse de los horrores vividos pocos años antes, muy pronto
se embarcó en otra aventura sociológica muy desvastadora para numerosos grupos
humanos, la llamada guerra fría.
Hemos hablado de
jóvenes abusados de muchas maneras diferentes como una realidad de los tiempos
postmodernos, pero también debemos aceptar la contracara de ello en lo que bien
podríamos llamar los jóvenes abusadores, cuyas raíces entroncaríamos con el
relato en novela que nos ocupa, mucho tiempo después de haber sido publicado y
llevado al cine inclusive, con adaptación a la moderna técnica del DVD.
Los jóvenes
abusadores que se imponen por la fuerza, que no saben de respeto a sus padres,
que humillan a sus educadores y reniegan de las normas elementales y básicas de
la convivencia social.
Los jóvenes que
adoptan comportamientos bizarros y creen que son dueños de una verdad que no es
otra cosa que la fantasía que ellos mismos tejen en su afán de diferenciarse de
las generaciones anteriores a las que repudian.
Son los jóvenes
sectarios, intolerantes, xenófobos y violentos por naturaleza y elección,
porque carecen de ideas o discursos convencedores. Solo saben imponer su
pensamiento y abroquelarse en el fanatismo, convencidos de que la verdad
absoluta está centralizada en la ocurrencia perversa que les vino a la mente.
Por ese camino
equivocado de la vida postmoderna transitan una gran cantidad de jóvenes de
ambos sexos. No puedo afirmar si son mayoría o minoría, pero si que no son
pocos ni pasan desapercibidos.
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