En la vida de la mujer, el climaterio y la menopausia constituyeron
clásicamente un período llamado de la “edad crítica”. Y en
realidad lo fue para muchas mujeres que, durante buena parte del Siglo XX, lo
vivieron casi como un estigma. Pero, después de los años ’60, las grandes
transformaciones sociales y la liberación de la mujer de casi todos los
preconceptos existentes, como así también una serie de adelantos en la medicina
y la psicología, le dieron a esta etapa biológica un sentido y una dimensión
muy diferente a la que había tenido hasta entonces.
Si el
envejecimiento es un proceso irreversible para la especie humana, no lo es así
el crecimiento, que puede ser indefinido y que ayuda a sobrellevar todo lo
demás.
El climaterio es, ante todo, un
período vital de la mujer, en el transcurso del cual la maternidad y el sexo
irán perdiendo su interdependencia fisiológica, hasta llegar a la definitiva
separación de esos procesos con la instauración de la menopausia. Esto que,
durante largo tiempo fue una constante para la evolución del sexo femenino, hoy
ha adquirido dimensiones totalmente diferentes, a la luz de los avances que se
han dado en las ciencias biológicas, la medicina y la psicología.
En la actualidad,
son las mujeres con menos capacidad de ajuste sexual, las de carácter rígido y
con un campo de intereses muy limitado, las que presentarán las mayores
dificultades de adaptación a este tiempo de modificaciones hormonales,
corporales y psíquicas. No tanto así aquellas que tengan una actitud más
abierta a los cambios.
Bueno es saber que,
en esta etapa, la mujer puede revivir en su inconsciente las experiencias y
conflictos psicológicos de situaciones vividas anteriormente. Algunos autores
han creído ver en el tránsito del climaterio a la menopausia la contrapartida
del desarrollo de la pubertad. Han visto como elementos comunes que se
reimplantan las vacilaciones y las dudas, el temor al futuro, una
intensificación y a la vez rechazo de la sexualidad, una oscilación entre el
deseo, la pasividad y la actividad.
Pero, la idea
tradicional enlazaba que, mientras en la pubertad todo se iba adquiriendo, en
el climaterio todo se iría perdiendo, en una especie de fatalismo irreductible,
con punto final en la menopausia. Y aquí es donde ha cambiado totalmente la
psicología de la mujer moderna, que ya no ve el final de nada sino que incluso
advierte el comienzo de una nueva etapa, donde el crecimiento sigue siendo
posible, aunque el envejecimiento empiece a dar sus primeras señales, con todo
lo que ello significa en temores o angustias pasajeras.
De esa manera,
durante años, el clima de las fantasías, los deseos y conflictos en la
pubertad, fueron enmarcados en un
“demasiado temprano” de la misma forma como en el climaterio fueron vistos
desde la perspectiva de un “demasiado tarde”. Hoy la mujer que vive al día con
la época que le toca transitar en el mundo sabe que toda tardanza es
susceptible de ser recuperada y que siempre puede haber una nueva oportunidad si
se propone buscarla y encontrarla.
Pese a los cambios
biológicos de carácter regresivo que se observan durante el climaterio y al
llegar la menopausia, en esas etapas se pueden estimular procesos psicológicos
capaces de llevar, bajo condiciones favorables, a un mejor dominio y adaptación
al proceso del paso del tiempo y su incidencia en la vida de la mujer.
Bajo esta
perspectiva, se estima que la mujer que logró no solo una maternidad feliz,
sino también un desarrollo personal armónico, no va a sufrir mayormente una
desexualización de sus emociones. Primero porque han caído viejos tabúes
sexuales que inhibían a la mujer y segundo, porque esa misma mujer podrá tomar
las energías que antes estaban cargadas eróticamente y usarlas en un nuevo modo
de vinculación con su ambiente social.
Aquella mujer que
logró madurar y gratificar sus instintos y su maternidad, sintiéndose además
plena en su desarrollo personal, tendrá un climaterio y una menopausia muy
distintos al de la mujer neurótica que sufre por no haber logrado sus fines
sexuales, que vive además cargada de otras frustraciones y que, con mucha
frecuencia, cae presa de la angustia ante la inminente pérdida de sus
atractivos físicos, o pone toda su voluntad en repararlos a través de cirugías
u otras enmiendas externas, sin tomar en cuenta que lo más importante pasa por
el estado interno de su ser.
En muchas
sociedades primitivas, distintos antropólogos han estudiado y comprobado que la
mujer climatérica o menopáusica lejos estaba de restringir su vida sexual y
tampoco perdía su lugar como mujer de conocimiento, pudiendo incluso formar
nuevas parejas con hombres más jóvenes, sin por ello perder para nada el
respeto que sus años le daban.
La vida previa que
una mujer haya llevado antes del climaterio y la menopausia será un factor
fundamental a la hora de enfrentar la crisis biológica y tres factores a tener
en cuenta serán su sexualidad, la maternidad y la realización personal. La
importancia de la maternidad como factor atenuante de los efectos del climaterio
y la menopausia es reconocida sobre todo cuando los hijos se independizan
jóvenes y la mujer puede dedicarse mejor a sus propias actividades, sean
profesionales, artísticas, o de ama de casa.
Por lo general, la
reacción de la mujer que no ha tenido hijos, frente a la menopausia, es intensa
aunque tenga su profesión, un ambiente social favorable u otras fuentes de
gratificación. La mujer adulta joven, durante cada ciclo menstrual, consciente
o inconscientemente, se forja la fantasía de gestar un hijo.
Con la llegada del
climaterio se agudiza el temor a que esto sea irrealizable, o suele ser muy
doloroso, desembocando a menudo en la actualidad en cuadros patológicos de
mantenimiento de la ilusión, mediante tratamientos hormonales, fantasías de
inseminación artificial, o crearse una maternidad de probeta, posibilidades al
alcance del deseo en las sociedades más desarrolladas y a las que muchas
mujeres con capacidad económica adquisitiva echan mano en nuestros días.
La mujer
sexualmente muy reprimida, que sufrió mucho por una sexualidad insatisfecha,
queda a veces aliviada frente al climaterio y la menopausia. Otras veces, la
mujer frígida intenta compensar, a través de una renacida avidez sexual, su
insatisfacción que seguramente se remonta a su etapa oral primitiva. Aquella
mujer que hizo del atractivo físico el norte de su vida reaccionará ante el
climaterio re-erotizando todo su cuerpo y pensando que siendo linda y atractiva
por fuera seguirá viva por dentro. Para ella, ser joven es ser linda y buena, el
hada de los cuentos; ser vieja, es ser bruja y mala, en la metáfora de su
inconsciente.
En los casos
extremos de psicosis involutivas, se dan dos ideas predominantes: la idea
paranoide de ser perseguida y robada, cuando no seducida y abandonada; y la
idea depresiva, de que envejeciendo ya nada vale la pena y la vida no tiene más sentido.
Afortunadamente, cada vez se ven menos estos ejemplos de situaciones o
posiciones psicológicas extremas. Hoy son mucho más comunes otro tipo de
conflictivas.
La mujer moderna
llegada a esta fase de su vida cree a menudo tener que elegir entre maternidad
y trabajo (se han multiplicado, tanto por factores sociales como biológicos,
los casos de maternidad incluso primeriza en este período). Muchas veces el ama
de casa tiene que luchar internamente entre la obligación de sus tareas
domésticas y el sueño de un goce sexual postergado, o entre asumir su papel de
ama de casa o buscar una posición social propia importante.
Y en esa selección
de objetivos con frecuencias se producen renuncias y cada renuncia tendrá sus
consecuencias. Cada vez las hay menos, pero todavía las hay, las mujeres que
renunciaron a una profesión por el cuidado de sus hijos, se quejarán en esta
etapa del abandono y la ingratitud de estos. También algunas que dejaron de
lado la maternidad por el logro de una posición social o profesional se
lamentarán de su destino, o harán opción a las nuevas técnicas fecundativas no
del todo impuestas en nuestro medio.
De todos modos, lo importante es que las mujeres no lleguen a repudiar
jamás su feminidad desde cualquier posición que ocupen. El mantenimiento de una
mente abierta, el aceptar los cambios que el mismo transcurrir del tiempo trae
consigo, el entender la vida como un proceso evolutivo que nunca se agota en si
mismo y el aceptarse tal cual uno es en el lugar del mundo donde lo puso la
vida, son los elementos para tener siempre al alcance de la mano, toda vez que
se sienta que alguna crisis está pasando cerca de uno.
Por eso, el climaterio, la menopausia, la senectud, o el período que nos
toque transitar, debe ser un escalón más de esa escalera interminable que es el
crecimiento personal, una espiral sin fin que nos debe llevar al desarrollo de
todas nuestras potencialidades humanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario