Desde hace poco más de diez años, el nombre
de Deepak Chopra viene creciendo en el mundo, como representante de una nueva
medicina en la que el poder de la mente goza de todas las potencialidades imaginables.
Pero, en los últimos tiempos, su prédica se ha concentrado en la fuerza
transformadora del amor y en la espiritualidad del ser, como caminos
fundamentales hacia una transformación positiva del género humano.
En sus distintas
variedades clínicas, el cáncer sigue siendo uno de los principales enemigos de
la vida. La lucha contra esta enfermedad es una constante desde distintos
estamentos científicos que abarcan un sinnúmero de posibilidades terapéuticas
variadas: quimioterapia, rayos, cirugía y, cuando se pierden las esperanzas de
esos tres procedimientos clásicos, toda una gama de métodos llamados
alternativos.
Así fue durante
muchos años y, en alguna medida, así continúa siendo en la actualidad en la
mayoría de los casos de neoplasias que pasan por los hospitales generales o
específicos.
Sin embargo, allá
por 1991, apareció en el horizonte de la terapéutica anticancerosa el nombre de
un médico hindú, radicado y perfeccionado en su profesión en los Estados
Unidos, pero profundamente ligado a sus tradiciones ancestrales, el Dr. Deepak
Chopra.
Su obra principal,
revolucionaria en muchos aspectos, se llamó “La curación cuántica” y en ella el
autor se atrevió a desafiar sin complejos lo que hasta entonces era un
paradigma médico indiscutible: el hecho de que la célula cancerosa,
diferenciación maligna en un tejido normal, tenía mucho más potencialidad que
la célula típica y un poder de reproducción varias veces mayor, de ahí su
tendencia invasora y destructiva sobre el organismo vivo.
Al Dr. Chopra no
se le ocurrió negar eso ni tampoco se puso en contra de ninguno de los métodos
tradicionales y clásicos de tratamiento. Por el contrario, aceptó las verdades
de la realidad material, aunque insinuó lo que sería la base de su pensamiento:
si realmente la célula cancerosa tiene gran potencialidad y capacidad de
reproducción, hay un poder interno mucho más fuerte que puede incluso frenar su
desarrollo y detener su evolución. Ese poder, decía Chopra en su libro, está en
la mente humana y sus ancestros ya lo utilizaban en los albores de la
civilización.
En ese libro, que
hoy tiene un valor incalculable, Chopra hablaba de técnicas ayurvédicas y
ejercicios mentales de energización para crear un campo interno capaz de
detener el avance y la destrucción provocados por el cáncer, sin alterar en lo
más mínimo los tejidos normales del cuerpo.
La curación
cuántica no era otra cosa que el resultado favorable de una batalla mental
contra el cáncer, que incluso podía librarse en casos de los llamados
terminales, es decir aquellos en los cuales la ciencia convencional se
entregaba derrotada.
El Dr. Chopra se
ganó un lugar y una consideración muy importante a partir de la publicación
mencionada, siguiendo luego toda una serie de obras que respondían a una misma
filosofía existencial.
Otro de sus textos
leídos en todo el mundo fue “La perfecta salud”, sentando las bases de un
cuerpo sin enfermedades de ningún tipo, a partir de una mente limpia y sana,
alimentado en forma correcta y con productos de asimilación natural, incapaces
de dejar restos tóxicos de sus metabolismos.
Algo más adelante
en el tiempo, Deepak Chopra dio otro salto hacia la consideración internacional
de su persona y de sus teorías, cuando centralizó el objeto de sus últimas
investigaciones en el proceso del envejecimiento humano. En su libro “Cuerpos
sin edad, mentes sin tiempo”, Chopra volvió al “leit motiv” de su pensamiento,
es decir, el poder de la mente como elemento regulador y ralentizador de lo que
habitualmente se conoce como envejecimiento.
Volvió a proponer
el desarrollo de nuevos paradigmas, para entender al paso de los años como un
proceso normal, susceptible de ser aceptado normalmente y extendido sin
necesidad de un deterioro biológico prematuro ni tampoco con la posibilidad de
un curso demencial por el sólo hecho de pasar los 80 años de existencia.
Hasta aquí, el
nombre de Chopra era automáticamente asociado al de un médico que reparó, más
que ningún otro en los últimos tiempos, en la capacidad potencial de la mente
humana como factor regulador no solamente de la salud sino también de la lucha
contra la enfermedad.
Pero, lejos de
seguir insistiendo sobre la misma idea, tratando de encontrar nuevos argumentos
y renovados fundamentos para demostrar su razón, en 1994 Chopra saca a la luz
un librito que también hace “época”.
Se trata de: “Las
siete leyes espirituales del éxito” que, como él mismo lo aclara en el prólogo,
no son sino las siete leyes espirituales de la vida. Y aquí el hombre que vino
de la India a
los Estados Unidos, no para renunciar sino para revivir a sus ancestros
raciales, deja un tanto de lado el tema del poder de la mente para entrar en un
terreno más profundo: destacar que la fuerza más poderosa, si bien movilizada
desde el pensamiento, no es otra que el poder del amor.
No se trata de un
simple ni complejo cambio de discurso, lo que verdaderamente ocurre es que el
Dr. Chopra hace una profundización hacia el verdadero espacio central de la
mente, desde donde brota ese caudal energético indetenible, movilizado a partir
del amor.
Y corona
precisamente su nueva concepción, que no es sino una evolución natural, un
pasaje en limpio de la anterior, en el sentido de que la verdadera fuerza
curativa y proveedora de perfecta salud es el amor.
Esto queda claro y
magníficamente expresado en su libro de 1997 titulado: “El camino hacia el
amor”. En todo este sendero que hemos resumido y que abarca aproximadamente una
década de la producción literaria médica del Dr. Deepak Chopra, nos damos
cuenta si avanzamos cronológicamente en su lectura que, del médico tratante de
enfermos que se nos presenta en sus primeros escritos, vamos pasando con el
tiempo a un filósofo de la existencia. Y Chopra sigue avanzando, nos da la
posibilidad de escucharlo durante tres horas en su conferencia de la ciudad de Córdoba,
Argentina, del 10 de octubre del año 2001 y ya habla de algo más profundo
todavía: de tres niveles de realidad, un primer nivel de realidad material, un
segundo nivel de realidad cuántica y un tercer nivel de realidad divina o
realidad espiritual.
Y, para poder
seguirlo a este Chopra de nuestros días, hay que tener trabajo interior,
elaboración de conflictos internos, energía positiva en hemisferios cerebrales
claros y una apertura total y absoluta hacia el amor, fuente de toda riqueza,
de toda salud y de toda belleza.
Lástima que, a la
hora de transmitir sus enseñanzas, los cursos del Dr. Chopra se cotizan
exclusivamente en “realidad material” a precios que oscilan entre los 1.500 y
los 6.000 dólares. El marketing pudo más que el espíritu de este genial hindú,
que nos habla con amor y nos cobra sin pudor.
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