miércoles, 19 de septiembre de 2012

Manipulaciòn psicopàtica


Uno de los mayores peligros a que puede verse empujado un adolescente es la manipulación psicológica, hecho que adquiere caracteres dramáticos cuando el manipulador, con frecuencia, es un psicópata.
¿Qué es un psicópata? El término psicópata, muy empleado en nuestros días en el lenguaje popular, tiene que ver con una persona que padece lo que se llama una psicopatía. Esta expresión, que aparentemente parece muy clara y concreta, no lo es tanto cuando uno quiere analizar sus perspectivas de aplicación práctica. ¿Por qué? Porque no comprende a una unidad sintomática y estructural, sino que más bien abarca a un grupo bastante heterogéneo de manifestaciones psíquicas y conductuales patológicas, en personas que tienen comprensión de sus actos, es decir conciencia de realidad.
Aquí está la diferencia fundamental con las psicosis, en las cuales el síntoma cardinal es la pérdida del contacto vital con la realidad. La psicopatía, núcleo esencial sobre el que se desarrolla la vida de un psicópata, es básicamente un trastorno de personalidad. Y así, desde esta perspectiva, hay diferentes tipos de personalidades psicopáticas, cuya identificación corresponde a los especialistas en psiquiatría y psicología. De modo que, a priori, un psicópata es un individuo que tiene un trastorno de personalidad, que lo ha estructurado sobre su ser psíquico, por múltiples y variadas causas.
El tema de la psicopatía, en general, es analizado y viene cargado de ambigüedades y de límites muy amplios. Tan amplios, que van desde sujetos que violan sistemáticamente las normas de convivencia hasta verdaderos perversos, agresores sexuales, ladrones, criminales, etcétera. Muchos autores clásicos y tradicionales de las ciencias de la conducta lo han enfocado desde el punto de vista de las perversiones en general y de las perversiones sexuales en particular (sadismo, masoquismo, fetichismo, travestismo, exhibicionismo, etcétera).
Decíamos al principio que el psicópata tiene conciencia de realidad, es decir sabe lo que hace. En segundo lugar, el psicópata carece de sentimientos de culpa y ese es otro de sus rasgos diferenciales. Tampoco ha desarrollado la conciencia moral como un elemento orientador de su conducta ni de sus deseos.
El psicópata es, casi siempre, un trasgresor de las de las clásicas normas del comportamiento humano. Y eso lo hace sin remordimientos. Desde su posición subjetiva ante la vida derrumba las barreras entre lo prohibido y lo permitido y se guía por sus propios códigos.
El psicópata es muy impulsivo, demanda, impone formas sutiles de exigencia e incita permanentemente a la acción y a la satisfacción inmediata de sus pulsiones. A menudo presenta rasgos sádicos, sobre todo cuando centra su goce en la angustia que provoca, o puede llegar a provocar en los demás.
Estas características generales de los psicópatas (que existen tanto entre los hombres cuanto en las mujeres), son las que hacen que, con mucha frecuencia, sean muy inmaduras las personas con las cuales establezcan vínculos afectivos enfermos. Es muy común que, la pareja de un psicópata,  homo o heterosexual, aparezca ante todos como una víctima, aunque en realidad sea un cómplice de las acciones del psicópata, a través de una empatía muy especial y patológica que se establece entre ambos. El psicópata manipula, es un manipulador nato y su pareja sin experiencia propia ni personalidad afianzada se deja manipular con toda facilidad, con lo que se complementan casi a la perfección.
La relación entre un psicópata y su partenaire no necesariamente debe ser de pareja, puede ser un vínculo puramente ocasional e instantáneo. Un antiguo, clásico y magnífico film del año 1962, dirigido por Dino Risi, “Il Sorpasso”, con dos grandes actores de la pantalla, Vittorio Gassman como protagonista (el psicópata) y Jean Louis Trintignant, su acompañante, pinta magníficamente lo que puede ser el accionar de uno de estos psicópatas de apariencia normal y a la vez resalta aspectos específicos de una relación amistosa entre un psicópata y un inmaduro.
Las escenas iniciales de la película muestran al actor principal entrando con su auto convertible, un Lancia Aurelia B24 último modelo, por las calles de acceso a Roma. Pocos segundos después, se ve una señal de contramano que no impide para nada que el sujeto entre por el lugar con la mayor naturalidad y también celeridad.
La violación de las reglas de tránsito será a partir de ahí parte de la trama permanente de la acción fílmica. “Il Sorpasso”, la expresión que dio el título a esta comedia dramática, significa adelantarse, pasar a otro auto en la ruta o en una pista. Pero, por obra y gracia del modo de ser del primer actor, en esta película, “Il Sorpasso” se transforma en un avanzar y adelantarse en calles y rutas atestadas de tráfico, haciendo sonar una estridente bocina musical, de la manera más irregular e imprudente que se pueda concebir, aprovechando la gran potencia del Lancia Aurelia y una total y absoluta indiferencia hacia los derechos del otro transeúnte.
Es un domingo de verano en una Roma vacía, no hay nadie, todas las persianas de los negocios están cerradas. Ello exaspera al psicópata (Gassman), ya que la soledad es el peor castigo para estos individuos. En medio de esa ciudad desierta por el calor agobiante, aparece un tipo único mirando por una ventana (Trintignant, el partenaire inmaduro). Representa en el papel a un estudiante de Derecho, un adolescente en su paso transicional a la adultez, encerrado en un departamento, preparando obsesivamente el examen de una materia.
Sin pérdida de tiempo, el psicópata entabla diálogo con el estudiante, este lo invita a pasar a su departamento, donde el protagonista se adueña de la escena inmediatamente. Empieza a hacer llamados telefónicos, se sienta confortablemente en el sofá, toma todo lo que puede del refrigerador, usa las instalaciones de la cocina y el baño, ante un atónito espectador que no sabe ni siquiera qué hacer, paralizado por sus trabas interiores y la inmadurez de su personalidad, propia de quienes aún con edad biológica suficiente, no han salido del período adolescente.
Rápidamente, el psicópata lo convence de que es un absurdo estar estudiando un día de sol de verano, enclaustrado en una habitación, y no lo invita, más bien se lo lleva por la fuerza, a dar una vuelta en el Lancia Aurelia. El joven estudiante se instala en el puesto de acompañante y empieza un viaje realmente alucinante.
Guiando a toda velocidad y aturdiendo con su bocina musical, El Lancia conducido por el psicópata se transforma en una máquina de cometer infracciones. Pasa por la izquierda cruzando la línea entera que prohibe el sobrepaso, pasa por las banquinas donde la circulación no está permitida, cruza los semáforos en rojo como viene. Cuando encuentra obreros trabajando en una ruta, disminuye la velocidad, llama su atención y los insulta, los trata de serviles, los insta a rebelarse de su yugo, los rebaja y sale disparado a toda marcha, antes de que los otros reaccionen.
Al encontrar a ciclistas que van pedaleando cuesta arriba les tira el auto encima, les frena a la par, los pasa a milímetros, se burla de ellos. Cuando ve a un pobre anciano esperando un transporte público a la orilla de un camino, frena más adelante el Lancia Aurelia y le hace señas como invitándolo a subir. El viejo corre y se agita, cuando llega al Lancia, pone primera y sale a fondo. Después lo sube y se vuelve a burlar de él.
El estudiante adolescente e inmaduro, a todo esto, es un espectador asombrado, mudo, que se pregunta interiormente qué está haciendo ahí, pero que no puede ni hacer oír su opinión ni tampoco abandonar la situación a la que se ha visto forzado por su particular indecisión.
Luego se suceden varios episodios familiares y sociales que van implicando poco a poco la caída de las defensas no estructuradas del partenaire. El estudiante internamente quiere resistirse, se autocensura por qué aceptó venir, se propone volver a su casa a estudiar. Pero termina siempre quedándose, dominado por la lógica aplastante del psicópata. O amaga con irse y abandonarlo, pero se vuelve carcomido por sus propias dudas.
Al principio, el joven estudiante reacciona con cierta indignación ante las burlas que a todos les hace el psicópata, o le protesta ante las violaciones a las leyes de tránsito, o intenta resistirse a la velocidad descontrolada del vehículo. Pero, lenta y paulatinamente, va entrando en el juego perverso del psicópata.
Sobre el final de la película el estudiante se ha convertido totalmente en cómplice del psicópata, se ha desprovisto de todas sus inhibiciones naturales y entrega su consentimiento a esas formas patológicas de goce. “Dale, anda más rápido, pásalo ya”, es él ahora quien le dice eso al conductor desaprensivo. Y va sepultando en el olvido la fecha de su examen y su obligación de estudiar para presentarse a rendir en condiciones.
El estudiante se alegra de las  vicisitudes de esos días, que han transcurrido sin la constricción de un programa previo ni límites de ninguna naturaleza. “Estos son los días más lindos de mi vida”, dice.

El final es trágico, el Lancia termina destrozado en un accidente carretero, con el joven muerto y el  psicópata ileso. Quedan para el análisis los mecanismos psíquicos de los protagonistas de la película. El psicópata, que siempre funciona guiado por el estatuto de lo prohibido, el cual permanentemente debe ser transgredido. El inmaduro partenaire, envuelto en sus restricciones juveniles, va rompiendo esta caparazón, permitiéndose el consentimiento para el goce sin límites.
Este notable film muestra además uno de los modos típicos de relación que establece el psicópata, la relación tangencial, es decir un encuentro puntual donde el psicópata ejerce su acción sobre una víctima ocasional. Pero, en este caso particular, se va dando también un tipo de relación complementario, en el cual el psicópata establece un contacto con una personalidad no definida donde se satisfacen necesidades mutuas.
Este juego que se da con el complementario, un juego perverso de sufrimientos y satisfacciones, de rechazos y apegos, tiene su anclaje en lo irracional y escapa al entendimiento de todo aquel que intente analizarlo desde una lógica simple o desde los parámetros comunes.
El terreno de las psicopatías es uno de los campos más fértiles que han encontrado la psiquiatría y la psicología. Apenas hemos rozado uno de sus tantos aspectos, el más leve  y lo relacionamos con una película de hace más de cuarenta años, que sin pretender ser una obra psicológica en su momento (quiso ser solo una comedia dramática), dio una muestra magnífica de lo que puede ofrecer el arte cinematográfico en su relación con la psicopatología de la vida cotidiana y los adolescentes o jóvenes inmaduros inmersos dentro de ella.


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