Distintos
autores, entre los que cabe señalar a Wayne Dyer, Deepak Chopra y James
Redfield, entre muchos otros, se han
referido a la importancia que adquiere en la vida humana y en los actos de las
personas la influencia del pensamiento positivo. Un verdadero poder oculto de
la mente que puede llegar a manifestarse como algo milagroso y que sin embargo
está al alcance de todos los que tengan un poco de fe. Cree en ti mismo y serás
invencible, reza un viejo adagio oriental.
La
manifestación es un acto que convierte en visible una cosa invisible, que hace
volverse concreta una abstracción y real algo potencial. Esto pasa en nosotros
todos los días, conciente o inconscientemente, con las palabras, los
pensamientos o las acciones. Todas las cosas que van ocurriendo sin esfuerzo
aparente, por coincidencias, son en realidad recursos de la mente o el espíritu
que vienen de más allá del mundo ordinario.
Defino el
manifestar como el arte de relacionar la creación y la sincronicidad, sostén
recíproco de las energías creativas interiores de una persona, desde la mente y
el espíritu. Antes de que algo se manifieste, es necesario pasar por otras
etapas, como la visualización, la afirmación y el pensamiento positivo, todo lo
cual es parte de un proceso mucho más amplio. Se ve como un proceso místico,
mágico, metafísico y creativo, que se obtiene por lo que deseamos en cada
situación.
El manifestar
parece trabajar en modo impredecible, inesperado y un poco milagroso. Puede ir
desde el logro más simple y común hasta algo totalmente sorpresivo y
aparentemente casual, producto de un azar que nunca es tal. La manifestación,
que tiene siempre el sabor de la coincidencia, nos aporta todo lo que queremos
mágicamente. Empieza a partir de la visualización, es un arte interior
habitualmente no cultivado y puede ser usado en nuestras vidas.
Esto requiere
de dos aspectos fundamentales. Primero, la adquisición del medio para obtener
lo que uno desea. Segundo, la espiritualidad, que exige algunas cosas de
nosotros. No se trata de una técnica concreta o material, tiene que ver con la
estructura del ser. Son profundas las energías creativas que dan vida y forma a
todas las cosas.
Manifestar es
también encarnar, es decir cómo obtener la realización de nuestros deseos, es
el arte de dar forma y armonía a nuestro mundo, con la parte espiritual que
llega a la energía más primitiva de lo creado, o sea a la esencia misma de los
objetos. Debemos analizar nuestros sentimientos y pensamientos más profundos
para llegar finalmente a comprender qué es lo que estamos manifestando y por
qué.
Debemos
confrontarnos con las fuerzas del poder extraordinario y pleno de misterio que
hacen germinar las semillas que, en escala cósmica, dan vida a nuevos mundos.
Existen varias técnicas de manifestación que se basan sobre el concepto de
programar el inconsciente.
Sin embargo, el lado creativo de la vida
humana no es como una computadora común; nosotros no podemos programar sus
fuerzas, somos colaboradores no esclavos. Practicar la creatividad no significa
otra cosa que agilizar el arte interior de cada uno. El concepto básico es muy
simple: la manifestación resguarda al ser y no al tener. Si respetamos esta
idea, sabremos manifestar de muchas maneras.
Curaciones
espontáneas y golpes de fortuna pueden ocurrir en la vida de cualquiera. A
veces no es fácil distinguir lo mágico de lo ordinario. El resultado de una
manifestación se diferencia en el proceso, porque evoca los poderes más profundos
de la mente. Todo lo que poseemos en esta vida es el resultado de nuestra mente
y de nuestro espíritu.
La
imaginación, la creatividad, el coraje, la intuición, son todas dimensiones
inaferrables y misteriosas de la psiquis humana. Sin ellas, el hombre no habría
podido construir todas las cosas que ha hecho a lo largo de la historia.
De todos los
milagros y las maravillas que suceden a diario, la manifestación es la más
extraordinaria , porque es la materialización de los deseos. Tantas veces nos enseñaron
de niños que “querer no es poder” que uno tardó demasiado tiempo en aprender
que “querer es poder”.
La
manifestación es un don, no el subsidio de un ente asistencial cósmico, lo que
quiere decir que viene de adentro y no de afuera. La manifestación hace también
pensar que, en el mundo donde vivimos, operan principios que una filosofía
puramente materialista no puede ni podrá jamás explicar.
En todas las
personas subyace una necesidad de magia, de sentir alrededor una realidad más
amplia, prodigiosa, potente y llena de amor. Sin embargo, abrirse a la
posibilidad de un mundo más vasto y reivindicar una inocencia que puede ser
entendida como ingenuidad o infantilismo, no tiene mucha cabida en el mundo
material.
No obstante,
no sólo existen los milagros, sino que nosotros mismos somos un milagro y la
vida en si es un milagro. Podemos vivir en la normalidad más variada, pero esta
normalidad nace de lo extraordinario porque allí está su fundamento.
Todo esto
requiere de un aprendizaje, una forma es aprendiendo el poder de la plegaria o
del rezo. La oración y la fe son fundamentales en la vida de toda persona y de
cualquier familia.
El poder de
los pensamientos positivos, estudiado por muchos autores famosos, explica como
la imaginación puede influir en nuestra vida. Pero, con el pensamiento solo no
alcanza, el pensamiento debe ser acompañado del sentimiento. La espiritualidad
tiene mucho que ver con los fenómenos físicos, porque dentro de cada uno de
nosotros hay una presencia que conoce todas las necesidades .
Visualizar
significa crear una imagen mental lo más completa posible de lo que se quiere
manifestar. Hay que “verla” y “experimentarla” claramente con los ojos de la
mente y del corazón. Cuando esa representación mental es bien clara, se debe
hacer en la conciencia una manifestación de sostén. El pensamiento positivo, en
presente, es un acoplamiento complementario que aleja incertidumbres y dudas.
Estas
“técnicas” son simples, directas y fáciles de aprender y aplicar. Ayudan a
desenvolver la imaginación y a desarrollar un acompañamiento positivo en la
vida. La afirmación es un modo de ir alertando al inconsciente. La duda no es
necesariamente una emoción debilitante, pero actúa como un mensaje negativo.
Si bien no
podemos ignorar la influencia de las dudas y los miedos, debemos concentrarnos
en el lado luminoso y positivo de la vida. Las dudas y los miedos no deben ser
removidos sino confrontados, como en la vida cotidiana se confrontan la
claridad y la oscuridad.
La mente es
algo que puede resultar muy parecido a un computador biológico pero que, ya lo
dije, no se programa como un computador mecánico, sobre todo por aquello de los
sentimientos que juegan un papel muy importante en la creatividad, en eso que
se ha dado en llamar la inteligencia emocional.
En todo esto
hay verdades inmutables, como que hay que “contactar” sobre todos los sentidos
y también sobre el afecto concomitante; hay que saber mirar con los ojos del
pensamiento y los sentimientos, del cerebro y del corazón. En todo acto de fe
debe existir seguridad y entrega en la creencia, en un universo que se ama. Las
necesidades serán satisfechas en forma milagrosa toda vez que se logre la unión
con los niveles más profundos de la armonía energética.
Hay que dejar
siempre un espacio para la espontaneidad, para el juego mágico de los
intercambios recíprocos, cuando se quiere bien y sin intenciones secundarias.
El manifestar es también un acto de fidelidad, como el del pescador que tira
las redes y van apareciendo los pescados. Es un acto de amor y participación
con todas las fuerzas de la
Creación. Y no son pocas.
Con estos
principios básicos estamos en los umbrales de constituir lo que yo estimo que
algún día será algo natural: una supraconciencia del ser, una conciencia
extendida mucho más allá de lo que es hoy nuestra propia conciencia. Una
conciencia donde intuición, visualización, manifestación y otros tantos
conceptos que hoy son materia puramente subjetiva, mañana serán los pilares
básicos de un ser que supo evolucionar por sobre su propia naturaleza.
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