martes, 18 de septiembre de 2012

Hacia una Supraconciencia del SER


Distintos autores, entre los que cabe señalar a Wayne Dyer, Deepak Chopra y James Redfield, entre muchos  otros, se han referido a la importancia que adquiere en la vida humana y en los actos de las personas la influencia del pensamiento positivo. Un verdadero poder oculto de la mente que puede llegar a manifestarse como algo milagroso y que sin embargo está al alcance de todos los que tengan un poco de fe. Cree en ti mismo y serás invencible, reza un viejo adagio oriental.

La manifestación es un acto que convierte en visible una cosa invisible, que hace volverse concreta una abstracción y real algo potencial. Esto pasa en nosotros todos los días, conciente o inconscientemente, con las palabras, los pensamientos o las acciones. Todas las cosas que van ocurriendo sin esfuerzo aparente, por coincidencias, son en realidad recursos de la mente o el espíritu que vienen de más allá del mundo ordinario.

Defino el manifestar como el arte de relacionar la creación y la sincronicidad, sostén recíproco de las energías creativas interiores de una persona, desde la mente y el espíritu. Antes de que algo se manifieste, es necesario pasar por otras etapas, como la visualización, la afirmación y el pensamiento positivo, todo lo cual es parte de un proceso mucho más amplio. Se ve como un proceso místico, mágico, metafísico y creativo, que se obtiene por lo que deseamos en cada situación.

El manifestar parece trabajar en modo impredecible, inesperado y un poco milagroso. Puede ir desde el logro más simple y común hasta algo totalmente sorpresivo y aparentemente casual, producto de un azar que nunca es tal. La manifestación, que tiene siempre el sabor de la coincidencia, nos aporta todo lo que queremos mágicamente. Empieza a partir de la visualización, es un arte interior habitualmente no cultivado y puede ser usado en nuestras vidas.

Esto requiere de dos aspectos fundamentales. Primero, la adquisición del medio para obtener lo que uno desea. Segundo, la espiritualidad, que exige algunas cosas de nosotros. No se trata de una técnica concreta o material, tiene que ver con la estructura del ser. Son profundas las energías creativas que dan vida y forma a todas las cosas.

Manifestar es también encarnar, es decir cómo obtener la realización de nuestros deseos, es el arte de dar forma y armonía a nuestro mundo, con la parte espiritual que llega a la energía más primitiva de lo creado, o sea a la esencia misma de los objetos. Debemos analizar nuestros sentimientos y pensamientos más profundos para llegar finalmente a comprender qué es lo que estamos manifestando y por qué.

Debemos confrontarnos con las fuerzas del poder extraordinario y pleno de misterio que hacen germinar las semillas que, en escala cósmica, dan vida a nuevos mundos. Existen varias técnicas de manifestación que se basan sobre el concepto de programar el inconsciente.
 Sin embargo, el lado creativo de la vida humana no es como una computadora común; nosotros no podemos programar sus fuerzas, somos colaboradores no esclavos. Practicar la creatividad no significa otra cosa que agilizar el arte interior de cada uno. El concepto básico es muy simple: la manifestación resguarda al ser y no al tener. Si respetamos esta idea, sabremos manifestar de muchas maneras.

Curaciones espontáneas y golpes de fortuna pueden ocurrir en la vida de cualquiera. A veces no es fácil distinguir lo mágico de lo ordinario. El resultado de una manifestación se diferencia en el proceso, porque evoca los poderes más profundos de la mente. Todo lo que poseemos en esta vida es el resultado de nuestra mente y de nuestro espíritu.

La imaginación, la creatividad, el coraje, la intuición, son todas dimensiones inaferrables y misteriosas de la psiquis humana. Sin ellas, el hombre no habría podido construir todas las cosas que ha hecho a lo largo de la historia.

De todos los milagros y las maravillas que suceden a diario, la manifestación es la más extraordinaria , porque es la materialización de los deseos. Tantas veces nos enseñaron de niños que “querer no es poder” que uno tardó demasiado tiempo en aprender que “querer es poder”.

La manifestación es un don, no el subsidio de un ente asistencial cósmico, lo que quiere decir que viene de adentro y no de afuera. La manifestación hace también pensar que, en el mundo donde vivimos, operan principios que una filosofía puramente materialista no puede ni podrá jamás explicar.

En todas las personas subyace una necesidad de magia, de sentir alrededor una realidad más amplia, prodigiosa, potente y llena de amor. Sin embargo, abrirse a la posibilidad de un mundo más vasto y reivindicar una inocencia que puede ser entendida como ingenuidad o infantilismo, no tiene mucha cabida en el mundo material.

No obstante, no sólo existen los milagros, sino que nosotros mismos somos un milagro y la vida en si es un milagro. Podemos vivir en la normalidad más variada, pero esta normalidad nace de lo extraordinario porque allí está su fundamento.

Todo esto requiere de un aprendizaje, una forma es aprendiendo el poder de la plegaria o del rezo. La oración y la fe son fundamentales en la vida de toda persona y de cualquier familia.

El poder de los pensamientos positivos, estudiado por muchos autores famosos, explica como la imaginación puede influir en nuestra vida. Pero, con el pensamiento solo no alcanza, el pensamiento debe ser acompañado del sentimiento. La espiritualidad tiene mucho que ver con los fenómenos físicos, porque dentro de cada uno de nosotros hay una presencia que conoce todas las necesidades .

Visualizar significa crear una imagen mental lo más completa posible de lo que se quiere manifestar. Hay que “verla” y “experimentarla” claramente con los ojos de la mente y del corazón. Cuando esa representación mental es bien clara, se debe hacer en la conciencia una manifestación de sostén. El pensamiento positivo, en presente, es un acoplamiento complementario que aleja incertidumbres y dudas.

Estas “técnicas” son simples, directas y fáciles de aprender y aplicar. Ayudan a desenvolver la imaginación y a desarrollar un acompañamiento positivo en la vida. La afirmación es un modo de ir alertando al inconsciente. La duda no es necesariamente una emoción debilitante, pero actúa como un mensaje negativo.

Si bien no podemos ignorar la influencia de las dudas y los miedos, debemos concentrarnos en el lado luminoso y positivo de la vida. Las dudas y los miedos no deben ser removidos sino confrontados, como en la vida cotidiana se confrontan la claridad y la oscuridad.

La mente es algo que puede resultar muy parecido a un computador biológico pero que, ya lo dije, no se programa como un computador mecánico, sobre todo por aquello de los sentimientos que juegan un papel muy importante en la creatividad, en eso que se ha dado en llamar la inteligencia emocional.

En todo esto hay verdades inmutables, como que hay que “contactar” sobre todos los sentidos y también sobre el afecto concomitante; hay que saber mirar con los ojos del pensamiento y los sentimientos, del cerebro y del corazón. En todo acto de fe debe existir seguridad y entrega en la creencia, en un universo que se ama. Las necesidades serán satisfechas en forma milagrosa toda vez que se logre la unión con los niveles más profundos de la armonía energética.

Hay que dejar siempre un espacio para la espontaneidad, para el juego mágico de los intercambios recíprocos, cuando se quiere bien y sin intenciones secundarias. El manifestar es también un acto de fidelidad, como el del pescador que tira las redes y van apareciendo los pescados. Es un acto de amor y participación con todas las fuerzas de la Creación. Y no son pocas.

Con estos principios básicos estamos en los umbrales de constituir lo que yo estimo que algún día será algo natural: una supraconciencia del ser, una conciencia extendida mucho más allá de lo que es hoy nuestra propia conciencia. Una conciencia donde intuición, visualización, manifestación y otros tantos conceptos que hoy son materia puramente subjetiva, mañana serán los pilares básicos de un ser que supo evolucionar por sobre su propia naturaleza.

 


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