martes, 18 de septiembre de 2012

Psicoanàlisis del Soñar


Corría el año 1900, cuando Sigmund Freud publicó una de sus realizaciones maestras, "La interpretación de los sueños", una verdadera introducción y estudio sistemático al mundo de los sueños. Obra de gran envergadura, uno de los pilares de la teoría psicoanalítica, marca un hito fundamental en la psicología contemporánea, porque nos demuestra hasta donde los procesos psíquicos de la vida cotidiana, de cada instante del día que vivimos, quedan registrados en el inconsciente para después volver a cobrar vida en las imágenes oníricas que se adueñan de la escena de nuestro aparato psíquico mientras estamos dormidos y soñamos. 
     Interpretar un sueño, para Freud, no es otra cosa que descubrir su verdadero sentido, muchas veces oculto y distorsionado por esas fuerzas interiores, invisibles pero reales, a las que dio el nombre genérico de censura. Freud trató de reemplazar por medio del análisis profundo algo que, en su época y todavía hoy, es muy común: la interpretación simbólica de los sueños. Aquí, Freud realiza en cambio una tarea analítica de lo que muestra el sueño, de su contenido, para llegar a una primera conclusión: los sueños, en general, son realizaciones de deseos inconscientes, deseos no siempre aceptados por la conciencia vigil. 
El sueño, como realización de deseos, es muy claramente visible en la mayoría de los sueños infantiles. Obviamente que el mecanismo psíquico inconsciente no es para nada sencillo y los sueños, muy a menudo, están muy lejos de poder ser interpretados fácilmente como realizaciones de deseos, especialmente en aquellos sueños cargados de angustia hasta convertirse en verdaderas pesadillas. Y aquí es donde Freud nos introduce en un capítulo apasionante de la interpretación de los sueños, el capítulo de la deformación onírica. 
Todo sueño tiene un doble contenido: un contenido manifiesto y un contenido latente. El contenido manifiesto son las imágenes oníricas, o sea lo que "vemos" en el sueño. El contenido latente es el sentido o el significado, casi siempre oculto, que tienen esas imágenes. Desde esta perspectiva, analizar un sueño no es simplemente describir el contenido manifiesto, cosa que debe hacerse y con la mayor cantidad posible de detalles; analizar un sueño es "aclarar" el contenido latente. 
Para poder hacer esto último es necesario luchar contra mecanismos psíquicos inconscientes de resistencia, como la represión, que no nos dejan ver claramente el significado del sueño. Entonces, la represión y la censura, fuerzas inconscientes lo reitero, no encuentran mejor forma para ocultar el verdadero contenido del sueño que deformar el sentido de las imágenes en el contenido manifiesto, lo que hace más difícil y más ardua la tarea interpretativa del material onírico. 
De esa forma, se generan los sueños negativos de deseos en los que el contenido manifiesto parece exactamente lo contrario que un deseo, por más inconsciente que éste sea. El proceso de "deformación onírica" obligó a Freud a corregir su primera versión de los sueños, afirmando con posterioridad que todo sueño es una realización disfrazada de un deseos reprimido. La siguiente pregunta que se formuló Freud fue: ¿ De dónde toma elementos el inconsciente para provocar los sueños ?.  
En primer lugar, de sucesos o impresiones que se han producido en la vida cotidiana, especialmente ese día o en los días inmediatos interiores. Lo que se toma en el sueño no es siempre lo esencial ni lo más importante de un suceso, sino que con frecuencia el sueño está relacionado con detalles accesorios o secundarios del hecho que genera el soñar. 
Además, como en el inconsciente no hay cronología témporo espacial, es decir no se dan las relaciones lineales en tiempo y espacio que vemos en el estado de vigilia (o sea cuando estamos despiertos), entonces pueden aparecer mezclados elementos relacionados con lo actual y proyectados en el sueño a cualquier etapa de nuestra vida, incluídos los primeros años infantiles. Muchos sueños con temáticas relacionadas con nuestro presente aparecen en las imágenes oníricas escenificados en lugares que conocimos cuando éramos pequeños.
 Material y fuente de los sueños, según Freud, pueden ser: 1º un suceso reciente psíquicamente importante representado directamente en el sueño (por ejemplo las pesadillas reviviendo traumas reales), 2º varios sucesos relacionados o no entre sí, que el sueño reúne por un proceso llamado condensación, 3º uno o varios sucesos recientes e importantes, expresados en el sueño por un suceso indiferente, o sea no importante, lo que se debe a otro mecanismo psíquico inconsciente que se llama desplazamiento; y 4º cualquier suceso que tenga significación interior, por muy banal que parezca el mismo visto desde afuera.           
El analista de los sueños debe trabajar fundamentalmente partiendo desde el contenido manifiesto del sueño, o sea desde las imágenes oníricas recordadas por el sujeto que sueña. A través de su trabajo, debe el analista inducir al sujeto a recordar sucesos trascendentes e intrascendentes acontecidos recientemente para ver la posibilidad de establecer algún tipo de relación entre dichos acontecimientos (pueden ser también sensaciones, sentimientos o emociones) con el material onírico. 
A partir de esas relaciones se va dejando un tanto de lado el contenido manifiesto del sueño para ir adentrándose en el contenido latente, en la motivación oculta del sueño. Para ello, hay que buscar o, mejor dicho, "bucear" en las relaciones entre el contenido manifiesto y los restos diurnos, o sea trozos de recuerdos, sensaciones, sentimientos o emociones de reciente data, para tratar de encontrar las condensaciones y los desplazamientos que nos van a ir aclarando el camino para una interpretación adecuada del material onírico. 
El análisis de un sueño de acuerdo al método ortodoxo freudiano es una tarea lenta, difícil y trabajosa, en la que no hay que apresurarse ni caer en la tentación de hacer interpretaciones rápidas, ni inducciones ligeras, por muy claras que parezcan en un principio. Las verdaderas motivaciones de los sueños responden a la parte más profunda de nuestra conciencia, a la que no se llega muy rápido sino que se lo debe hacer despacio y a través de distintas "capas" superficiales (se ha dado el ejemplo de pelar una cebolla, o los encajes de ciertas muñecas rusas) hasta llegar al núcleo central que es el verdadero motor psíquico del proceso de soñar. 
En cuanto al material onírico, muchas veces no sólo puede tratarse de deseos inconscientes hechos realidad en el sueño, sino que a veces el sueño puede expresar también temores inconscientes (por ejemplo cuando se sueña la muerte de personas queridas), fantasías inconscientes (que rechazamos en nuestro estado vigil, caso de los sueños eróticos, o también los sueños incestuosos). 
El olvido de los sueños, es decir el saber que uno ha soñado pero no recordar el contenido manifiesto de las imágenes, o tener apenas en la memoria en trozo de un sueño más largo, ello es debido a un mecanismo inconsciente de resistencia a la aceptación consciente del material onírico. Sin embargo, en tarea analítica, muchas veces a partir del recuerdo de un trozo o de unas pocas imágenes de un sueño, el sujeto va recordando o reconstruyendo el resto del material que en principio se había "olvidado". No obstante, los caminos interiores hacia el análisis de los sueños se van perdiendo en profundidades cada vez más amplias y más oscuras. 
Los sueños son una ventana abierta al interior de nosotros mismos y el material analizado nos puede llegar a dar elementos de notable valor para comprender lo que muchas veces no conocemos ni queremos conocer de nuestros procesos anímicos y mentales interiores. El análisis de los sueños es un camino hacia la profundidad del ser, un camino lleno de vericuetos y laberintos, a veces con claves indescifrables, pero todas ellas susceptibles de ser analizadas y capaces de ofrecernos elementos nuevos que hacen a la raíz auténtica y verdadera de nuestro modo de ser en el mundo. 
Freud, con su obra "La interpretación de los sueños", nos dejó una magnífica lección de psicología profunda, una muestra cabal del arte genial de descifrar lo indescifrable, de hacer claro lo que es muy oscuro. Ha pasado un siglo de su publicación y sigue siendo una obra maestra, una lección para siempre. Y, aunque pueda parecer lo contrario, no choca ni con los adelantos biológicos ni con la colocación de micro electrodos en el cerebro, ni con la proyección experimental de lo que soñamos en la pantalla de un monitor o una computadora. En última instancia, la interpretación psicoanalítica de los sueños es un acto de malabarismo intelectual y el malabarismo es cosa de artistas. 


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