Siempre discutido, pero también vigente, Sigmund Freud
desarrolló su primera teoría sobre la represión psíquica, como causa
fundamental de las neurosis, hacia fines del Siglo XIX. Mucho tiempo
transcurrió en medio de polémicas en los ámbitos de la psiquiatría, la
psicología y la neurología hasta que, recién en el primer quinquenio del Siglo
XXI científicos de universidades estadounidenses encontraron el fundamento
biológico de la primera teoría freudiana, acerca de los procesos mentales en
los fenómenos histéricos. Tuvieron que pasar ciento once años para que se
reconociera la genial intuición del creador del psicoanálisis, quien en 1893
describió el mecanismo psíquico de la represión, extendido también a otras
neurosis como las fobias y las obsesiones.
Sigmund Freud fue el creador del psicoanálisis pero, en
el fondo de su pensamiento, siempre tuvo la creencia que, entre sus
controvertidas teorías psicógenas y los mecanismos biológicos del cerebro
humano, había relaciones muy íntimas que algún día la misma ciencia neurológica
se encargaría de probar.
Pero ello no fue sencillo ni rápido, ya que el afamado
profesor vienés murió en el año 1939, con 83 años de edad, sin que siquiera una
aproximación se hubiese producido entre sus desarrollos intelectuales y los
descubrimientos de los laboratorios especializados en el funcionamiento del
sistema nervioso central.
No obstante, el tiempo suele ayudar al paso de las
verdades y, más de un siglo después de su primera postulación revolucionaria,
el 9 de enero del 2004, la revista “Science” la vidriera más famosa donde las
ciencias duras muestran sus hallazgos, publicó los resultados y comentarios de
un trabajo conjunto de investigación, llevado a cabo por científicos de las
universidades norteamericanas de Stanford y Oregón.
El ensayo, titulado “Sistemas neurales subyacentes en
supresión de memorias no deseadas”, lograba demostrar por primera vez la
existencia de un mecanismo biológico en el cerebro humano, capaz de bloquear
recuerdos no deseados. ¿Y qué relación tiene esto con la primera teoría
freudiana del aparato psíquico?
En 1893, Sigmund Freud, en colaboración con su amigo y
colega Josef Breuer, publicó lo que se dio en llamar “Comunicación preliminar”
acerca de “el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos”. En ese escrito,
Freud y Breuer postulaban que debía investigarse en la memoria de los pacientes
aquel proceso que hizo surgir el síntoma o la manifestación patológica por
primera vez.
Pero alertaban que el hallazgo de ese punto de partida
era particularmente dificultoso, o de resultados negativos, por tratarse muchas
veces de sucesos que al enfermo le desagradaba rememorar, o no recordaba
realmente lo buscado e incluso no sospechaba siquiera la conexión causal del
proceso motivador con el fenómeno patológico.
A partir de ahí, Freud postulaba que era necesario
hipnotizar al paciente y despertar en él durante la hipnosis los recuerdos
traumáticos. Lo fundamentaba manifestando que los sucesos generadores de
síntomas histéricos faltaban totalmente de la memoria de los enfermos,
hallándose éstos en estado psíquico ordinario.
Freud se introducía aún más en la psiquis de sus
pacientes, afirmando que en la causa de los síntomas histéricos (y después lo
haría extensivo a otras neurosis como las obsesiones y las fobias) había
siempre cosas que el enfermo quería olvidar, las reprimía, inhibía y suprimía
del pensamiento conciente, postulando que tales sucesos, penosos por
naturaleza, aparecían luego en la hipnosis como fundamento de fenómenos
histéricos e incluso de delirios.
El hallazgo publicado por “Science” el 9 de enero de 2004
refuerza y relanza la controvertida tesis centenaria de Sigmund Freud , acerca
de la existencia de una supresión voluntaria de la memoria. “La gran noticia es
que hemos demostrado como el cerebro humano bloquea un recuerdo no deseado, que
tal mecanismo existe y que tiene bases biológicas”, dijo el psicólogo de
Stanford, profesor John Gabrieli, uno de los coautores del trabajo de
investigación científica mencionado. Y afirmó también: “Hay que abandonar la
posibilidad de que no hay nada voluntario en el cerebro que pueda suprimir la
memoria, esa es una ficción errónea”.
El experimento realizado mostró claramente que hay
individuos capaces de bloquear repetidamente las memorias de experiencias que
no quieren recordar. Michael Anderson, profesor de psicología de la Universidad de Oregón,
Estados Unidos, condujo el experimento junto con Gabrieli y otros
colaboradores, durante el año 2003, concluyendo que: “Es asombroso pensar que
con esto hemos iniciado una nueva postura científica demostrando que hay una
base neurobiológica clara para el olvido motivado”.
Desde una postura puramente psicológica, Freud llamó represión a este “mecanismo psíquico de
defensa”, el cual tuvo durante más de un siglo un desarrollo muy controvertido,
en parte porque no estaba claro como un mecanismo así podía estar implementado
en la intimidad del tejido cerebral. El estudio de Anderson, Gabrieli y col.
provee un modelo claro de cómo ocurre esto, con firmes bases orgánicas.
En la época de Freud, la última década del Siglo XIX, los
fenómenos histéricos eran los que llamaban la atención acerca de estas
verdaderas distorsiones o represiones de la memoria conciente. En tiempos
actuales, los primeros años del Siglo XXI, las cuestiones relacionadas con la
memoria reprimida atrajeron considerablemente la atención, en especial a partir
de casos concernientes a abuso sexual en la niñez, donde los chicos abusados no
solo negaban los hechos sino que impedían reconocer a los abusadores,
precisamente por “reprimir” esas memorias traumáticas.
Resulta interesantísimo recordar como Freud alertaba en
1893 que: “El propósito del enfermo de olvidar los sucesos penosos o
traumáticos excluye a estos, en la mayor medida posible, de las asociaciones
mentales, con lo que fracasa cualquier tipo de elaboración asociativa”. La
“comunicación preliminar” de Freud y
Breuer era clarísima también cuando afirmaba que: “Los traumas psíquicos faltan
por completo, o en sus componentes esenciales, del acerco mnémico de la conciencia
normal”. Es decir, que no se encuentran en la memoria normal del sujeto.
Precisamente, a través de la hipnosis primero, de la
sugestión hipnótica con la mano sobre la frente después y del psicoanálisis
finalmente, Freud trataba de abrirse camino hacia la interioridad de la vida
psíquica para provocar la reaparición del recuerdo patógeno y producir luego su
descarga por reacción, en una catarsis, y luego su elaboración asociativa en el
caudal normal de todas las ideas y recuerdos del paciente.
Volviendo a las observaciones del trabajo de Anderson y
colaboradores: “La memoria de las personas empeora cuanto más tratan de evitar
pensar sobre el recuerdo patógeno. Si con firmeza se expone a la gente a
rememorar un recuerdo sobre el que no quieren pensar, verdaderamente no lo
recordarán como a los recuerdos vivenciados sin el deseo de apartarlos de la
mente”.
Michael Anderson ya venía trabajando de tiempo atrás
sobre el tema y, en el año 2001, había anticipado la posibilidad de confirmar
sus hipótesis, en un trabajo publicado en “Nature” y titulado “Memorias
reprimidas por control ejecutivo”. En sus investigaciones en una escala más
amplia, con sus colegas de la Universidad de Stanford, utilizaron imágenes
escaneadas del cerebro para identificar los sistemas neuronales involucrados en
la supresión activa de la memoria.
El núcleo del hallazgo mostró que el control de los
recuerdos no deseados estaba asociado con una activación aumentada del cortex
cerebral frontal izquierdo y derecho, como la parte del cerebro usada para
reprimir la memoria, junto con una correspondiente reducción de la activación
del hipocampo, la parte del cerebro usada para recordar las experiencias.
“Por primera vez encontramos mecanismos biológicos
capaces jugar un rol en el olvido activo”, dijo Gabrieli. El descubrimiento, que
avala la primera teoría freudiana de la represión, ha sido considerado del
mayor interés en términos de aplicación práctica, en la observación de
trastornos emocionales y experiencias traumáticas, como así también en los
efectos patológicos e indeseables de las memorias represivas. Gabrieli
reconoció además que la postulación freudiana era más amplia todavía que el
descubrimiento por ellos realizado: “La idea de Freud era que, aunque alguien
sea capaz de bloquear un recuerdo desagradable, que es lo que nosotros hemos
podido demostrar con esta investigación, ese recuerdo desagradable queda
escondido en algún lugar y esto tiene consecuencias, aunque todavía no se sepa
exactamente ni como ni porqué, en términos de actitudes y comportamientos”.
Precisamente, Freud consideraba que los síntomas
fundamentales de la histeria representaban un “retorno de lo reprimido”, es
decir que el recuerdo traumático bloqueado quedaba en algún lugar “depositado”,
desde el cual se comportaba como un cuerpo extraño, separado de la memoria
normal, y ejercía a través del síntoma una acción eficaz y presente por mucho
tiempo que hubiera pasado. Además, para Freud, el recuerdo traumático
conservaba toda su vitalidad y no sucumbía al desgaste común de los recuerdos
habituales de la vida cotidiana.
Para Anderson, neurobiológicamente, la idea es que el
mecanismo orgánico puesto en juego para controlar por bloqueo memorias
evidentes, puede luego ser reclutado para recuperar dichos recuerdos, que
forman parte de lo inconciente. En definitiva, lo mismo que esperaba Freud:
“hacer conciente lo inconciente”.
Hoy ya casi no se ven casos de histeria a lo Charcot o a
lo Freud, por eso Anderson y colaboradores sostienen que su descubrimiento del
primer mecanismo biológico cerebral para suprimir memorias podría ser utilizado
en un futuro cercano como herramienta para tratamientos nuevos, biológicos, en
casos de obsesiones, fobias, adicciones y trastornos por estrés post traumático
(lo que Freud llamaba histeria traumática).
Por eso creo que, quienes prematuramente condenaron a
Sigmund Freud solo a un lugar de referencia en la evolución histórica del
pensamiento psiquiátrico y psicológico, hoy tendrían que aceptar a la luz de
estos flamantes descubrimientos que las intuiciones de ese verdadero genio que
nació en Frieberg, Moravia, en 1856, tenían mucho más de verdad que lo que le
aceptaron sus contemporáneos. Y realmente también habrá que convencerse de que
Sigmund Freud se anticipó un siglo al pensamiento científico de su época.
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